13. Detención

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Anya

Ha pasado una semana desde la cena en la casa de los padres de Tobías. Con Tobías no había hablado ni me había encontrado con él durante ese tiempo, pero no me importó porque él debía actuar como un niño rico y rebelde. El fin de semana trabajé hasta no dar más y llegué muy tarde a casa porque me invitaron a tomar unas copas después del trabajo. Llegué un poco tomada, pero nadie lo notó. Al día siguiente me desperté con una resaca de mil demonios, no dormí bien por las malditas pesadillas de las personas que en mi vida no pude salvar; veía sangre correr por mis manos y sus miradas vacías me espantaron. Me levanté aún somnolienta de la cama, me miré en el espejo y me encontré con una chica hecha un desastre. Tenía el cabello despeinado y un par de bolsas bajo los ojos, las cuales se podían notar a kilómetros. Me arreglé el cabello, me apliqué un poco de base para esconder las ojeras y me vestí con lo primero que encontré: una camiseta negra con el símbolo de Nirvana, unos vaqueros negros y unas botas militares negras. Me puse un gorro que combinara con todo mi atuendo y mis Rayban para cubrir más mis ojeras. Tomé mi mochila y bajé por las escaleras, la cocina estaba desierta porque todos estaban aún dormidos; eran las 4:30 am. Entré a la cocina, preparé café y encendí un cigarro, recogí y ordené la cocina, tomé un bolígrafo y papel, dejando una nota:

Lamento por no haberme levantado con ustedes, pero tengo cosas que hacer antes de ir a la escuela. Cuídense.


Besos,

Anya

Tomé las llaves del Audi y salí rápidamente de casa en busca de combustible. Después de llenar el tanque del auto, me dirigí a la playa donde le confesé a Tobías lo de mi madre. Me quedé mirando el nacimiento del sol, en silencio, para escuchar las olas que se rompían contra la arena. Pasó un rato y mi cuerpo se relajó totalmente, me liberé momentáneamente de todos los problemas que tenía. Miré mi reloj: 7:30. ¡Mierda! Faltaba media hora para entrar a clase. Tomé mis cosas, entré al auto y me dirigí a la escuela.

Llegué a la escuela y busqué el casillero, saqué mis cosas y emprendí la carrera hacia el salón de clases. De la nada me choqué con alguien y se me cayeron los libros.

—Discúlpame, ¿estás bien? —dijo el chico, ayudándome a recoger mis cosas.

—No, tranquilo, no me di cuenta por dónde iba —me puse de pie. Su cabello llamó mi atención de inmediato: descontrolado, anaranjado oscuro. Sus ojos verdes eran como dos esmeraldas, rodeados de incontables pecas en su rostro redondo. Se veía muy tierno, vestía una camiseta verde oscuro bajo una camisa azul, unos jeans desgastados y unas Converse negras.

—No eres de por aquí, ¿verdad?

—La verdad es que no... Soy de los Estados Unidos, mis padres y yo nos mudamos aquí hace un par de semanas.

—Bueno compañero, yo soy Anya Williams, pero puedes llamarme Any. ¿Y tú eres...? —dije estrechando mi mano y contestó.

—Perdón...Yo soy Sebastián Martínez, pero todos me llaman Sebas.

—Encantada de conocerte, Sebas.

—El placer fue mío, Any. Oye, ¿no sería molestia si me ayudas a encontrar mi clase?

—Claro que no, por supuesto. A ver, déjame ver... —tomé el horario que tenía en su mano. Abrí los ojos como platos al ver que tenía el mismo horario que yo—. Compañero, creo que nos vamos a conocernos mejor. Ven, sígueme —tomé su muñeca y lo llevé a nuestra clase. Le presenté a Ali quien se mostró muy amable con Sebastián, también lo invito a la mesa donde yo los acompañaba.

Tres arduas horas después

Llegamos con nuestras bandejas a la mesa del comedor. Ali presentó a Sebastián atodos los muchachos, después de eso conversamos y bromeamos un rato. De la nada llegó Arthur, acompañado de la zorra de Lola.

Mi Vida Muy Normal A las OtrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora