16. Un pedacito de libertad

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Anya

Sentía una punzada de dolor en mi pierna que me incomodaba y me picaba, me revolví en las sábanas y noté que esa no era mi cama. Miré a mi alrededor: la habitación era azul marino, con muchos muebles blancos, pero todo se veía impecable; toqué las sábanas azul rey, eran tersas y suaves. Noté también que solo llevaba un saco de capucha rojo del doble de mi talla. Me gustaba. Gracias a Dios tenia sostén y las bragas puestas. Escuché el ruido de la puerta, así que rápidamente me volví a acostar y fingí estar dormida.

—Preciosa despierta, es hora de levantarse —dijo Tobías acariciando mi cabello dulcemente, como lo hacía mi madre. Aquella caricia era más tierna de lo que recordaba.

—Mmmmm... No quiero —murmuré haciendo puchero.

—¿Sabías que te vez increíblemente tierna cuando haces pucheros? —susurró en mi oreja—. Levántate o atente a las consecuencias —me advirtió.

—No —dije tratando de esconder una sonrisa en los labios sobre la almohada.

—Bien, tú lo has decidido —dicho esto se subió sobre mí, atacándome con cosquillas.

—Y-ya p-para p-por favor —dije entre risas.

—¿Vas a levantarte de la cama? —dijo acercando su cara a la mía; su colonia y olor a ropa limpia invadió mis fosas nasales. Tenía puesta una bermuda blanca y una camiseta cuello en V de color verde manzana. Dejé de reírme.

—Está bien, pero antes... —lo miré con ojos y sonrisa traviesa.

—¿Pero ¿qué?... —dijo sorprendido, le di la vuelta para yo quedar encima de él.

—Dame un besito de buenos días —dije señalado mis labios.

—Será un placer —dijo mientras nuevamente me daba la vuelta para que él quedara encima. Me besó de una forma tierna, suave y sensual; sentía que me daba mucho más amor. Nuestras lenguas se acariciaron y se saborearon lentamente. Nos separamos suavemente para recuperar el aliento.

—Buenos días para ti también —dije con una sonrisa—. Ahora, ¿serías tan amable de ayudarme a levantar, Sr. Larson?

—Estás muy juguetona esta mañana, Srta.Williams —dijo ayudándome a levantar—. Te tengo una sorpresa, cierra los ojos —lo miré con extrañeza y cerré mis ojos, todos mis sentidos se activaron. Me guió y me abrió una puerta, sentí un escalofrío; la brisa mañanera me acariciaba la piel—. Abre los ojos —los abrí. La vista era espectacular: un hermoso lago con sus majestuosas montañas al fondo, como si fuese una pintura. Tobías me abrazó por atrás y puso su barbilla en mi hombro.

—¿Te gusta?

—Me encanta. ¿Dónde estamos? —pregunté curiosa.

—Estamos en mi departamento, a las afueras de Stanton Beach. Lo uso para poder pensar. Vine aquí después de que te conocí —dijo sonriendo. Se separó de mí, tomó mi mano y me dio la vuelta para que lo mirara—. Vamos, quiero presentarte a alguien que sé que le encantarás —dicho esto me tomó en brazos y me llevó hacia la cocina. Me sentó en el taburete blanco y observé con atención: la cocina era muy moderna, supuse que todos los aparatos de la cocina son de última tecnología. Las alacenas y los muebles eran de madera tallada y la isla donde tenía puestas mis manos eran de mármol pulido.

—Hey Any... vuelve a tierra, quiero presentarte a alguien —dijo tocando mi cabeza con el dedo.

—Si vuelves a hacerlo una vez más te arranco el dedo —dije mostrando mis dientes y él me enseñó una sonrisa despreocupada.

Mi Vida Muy Normal A las OtrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora