14. Enamorarte de mí es peligroso

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Anya

—¿Qué? —se me detuvo el corazón y abrí los ojos como platos. No podía creer lo que estaba diciendo, me estaba tomando del pelo. Tobías se queda mirándome, esperando mi respuesta—. Tobías... Yo... escúchame, yo no —tomo un respiro— encajo.

—¡No, tú escúchame! —gritó angustiado y desesperado—. Sé que soy una mierda de persona. Bebo, me drogo y hasta tengo sexo con mujeres que apenas conozco—dijo explicándose y tomando de nuevo mi cara, dio un largo suspiro—. Date la oportunidad, por favor. No dejes que tu apariencia te defina —dijo pegando su frente a la mía. Entonces recordé unas palabras que dijo mi madre antes de irse de esta vida, palabras que nunca olvidaré: «Cariño recuerda siempre que una oportunidad se te presente debes aprovecharla sino vivirás con arrepentimiento.» También recordé lo me dijo Lucky alguna vez: «La vida sin riesgos no es vida, pequeña.» Mi madre y Lucky tenían razón. Nunca me había sentido de esa manera con una persona, ya que todas mis emociones y sentimientos se los habían llevado mi madre y Lucky. No tenía palabras para contestarle a esa pregunta. Acto seguido, tomé su camisa en puño, lo acerqué más a mí y lo besé con intensidad; quería transmitir mis sentimientos hacia él a través de nuestros labios. Me tomó de la cintura y se alejó un poco de mí.

—Entonces... ¿eso es... un sí? —preguntó entre besos.

—¿Tú qué crees? —contesté. Me levantó en sus brazos dándome vueltas por el aire, solté una risita nerviosa pero alegre. Cuando me bajó, sentí un leve mareo, mis piernas parecían gelatina. Tobías me estaba sosteniendo, mi vista se comenzaba a nublar.

—Anya, ¿estás bien? —preguntó preocupado—. ¿Anya? —Trate de articular alguna palabra, pero no salía nada, mi respiración se entrecortaba.

—Por favor, Tobías... no me lleves al hospital. Por favor —dije en susurro, lo último que oí.

—Joder —y mi vista se oscureció.

Tobías

«Mierda», pensé. No comprendía qué le pasaba, ¿por qué me había dicho que no la llevara al hospital? Cuando cayó en mis brazos y la observé desmayada, sentí que estaba dispuesto a hacer lo que fuera por ella. Era una chica fuerte, valiente, arrogante, orgullosa y muy testaruda, pero cuando la empezaba a conocerla más y me contaba pequeñas cosas sobre ella, descubría poco a poco a una mujer tierna, amable, inocente, compasiva y humilde. Perdido en mis pensamientos, no me di cuenta de que estaba cayendo de mis brazos. Tomé nuestras cosas y la llevé a mi auto, la metí suavemente al asiento del copiloto, le puse el cinturón y me dirigí a su casa.

***

Toqué el timbre de la puerta como pude para no despertar a Any.


—Ya va... —cuando Nicolás abrió la puerta, palideció de inmediato— ¿Qué le pasó? —preguntó angustiado

—Estaba cuidando de ella durante su detención, hablamos un rato y de la nada se puso pálida y se desmayó —contesté omitiendo la parte en la que nos besamos.

—Sígueme, hay que llevarla a su habitación —dijo sin más, y lo seguí hasta la habitación de Anya. La recosté en su cama delicadamente y puse sus cosas en su escritorio sin hacer ningún ruido para no molestarla.

—Larson, acompáñame. Vamos abajo, necesito hablar contigo —dijo firme; lo seguí.

—¿Hermanito? —me detuve en seco y observé a una pequeña de cabello negro y ojos azules. Parecía cansada y triste, tenía un pijama de florecitas muy preciosa, me hacía recordar a mi hermanita.

Mi Vida Muy Normal A las OtrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora