CAP. 7- Jerarquía

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Unos 10 minutos después salieron Juvia y Gray de la habitación alegando que "no había sucedido nada" y diciendo: "Erza, no me mires así". Lástima, pensaron las chicas mientras se despedían de Gray y le prestaban una chaqueta para que no anduviera en calzoncillos hasta su residencia.

— La próxima vez será –suspiró Levy. Esperaron a que Juvia se cambiara de ropa para salir todas juntas de su apartamento en irse al comedor.

La universidad «Fairy Heart» separaba a los estudiantes por géneros en dos bloques: la residencia A (masculina) y la B (femenina). Sin embargo, y además de las clases, los estudiantes podían disfrutar de la compañía de ambos sexos en lugares comunales como la piscina, el gimnasio, las pistas de atletismo, el comedor...

La cantina era un lugar de lo más interesante, sobre todo por la mañana. Las caras zombies de algunos que pasaban la noche de fiesta no tenían precio, y a Lucy y sus amigas les gustaba jugar a adivinar los pasados de las personas a juzgar por el tono oscuro de sus ojeras.

— Te apuesto mi magdalena a que ese estuvo de fiesta –dijo Erza apuntando con el tenedor a un chaval con pinta de estar bastante dormido. Lucy se encogió de hombros y tomó una de las bandejas. Se colocó detrás de Erza en la fila.

— Pues yo –Levy miró hacia atrás desde unos puestos más adelante en la cola– te apuesto mi mantequilla a que estuvo en la misma fiesta que aquel.

— Pues yo solo tengo hambre –comentó Juvia a Lucy en voz baja y ella se echó a reír. No tuvo en cuenta de que el oído de Levy era espectacular.

— Eso es porque no quisiste comer otra cosa esta mañana.

Muchos en la cola se giraron para mirar a la peliazul y Juvia enrojeció con tanta fuerza que, si no fuera porque llevaba una bandeja en la mano, se hubiera tapado la cara.

— ¿Q-q-q-ué estás diciendo?

Levy parpadeó, inocente.

— Hablaba de la tarta. ¿Qué estás diciendo tú?

La cola avanzó y Lucy tuvo que darle un empujoncito a Juvia para que se moviera, pues estaba paralizada en el sitio.

— Se ha quedado helada –bromeó Erza y esquivó hábilmente el tenedor de plástico lanzado por Juvia.

Pronto consiguieron coger su desayuno y escoger una mesa vacía para ellas. Colocaron las bandejas, se sentaron y, ya sí, Juvia pudo esconder la cara en las manos.

— Ay, qué vergüenza, qué vergüenza, qué vergüenza, qué vergüenza, qué...

Lucy le puso una mano en hombro para calmarla.

— Ay, Juvia, tranquilízate.

Lejos de calmarse, apuntó a Erza con un amenazador cuchillo de plástico sin punta.

— Morirás esta noche, Scarlet.

— Estoy temblando. ¿Me pasas la mermelada?

Levy intentó reírse mientras comía y acabó atragantándose con los cereales y con leche saliendo por su nariz. Erza le dio palmadas en la espalda mientras Juvia y Lucy se reían a carcajadas dando golpes en la mesa. La rubia se agarró el estómago (que ya le dolía de tanto reír) y de pronto se paralizó.

Una mirada terriblemente fría se había clavado en la base de su nuca. Su risa murió de repente y se giró hacia atrás. No encontró al dueño de esa mirada, pero sí descubrió unos ojos azules eléctrico que la miraban desde la otra punta del comedor. La dueña de esos ojos era una chica de altura media, rubia con mechones teñidos de violeta, que llevaba puesta una chaqueta vaquera y unas botas militares. Más que bajar a desayunar, la chica parecía ir vestida para ir a un concierto y liarse a pisotones con alguien.

Ah, y por alguna razón, la miraba con una mezcla de curiosidad y altivez.

Heartfilia se giró de nuevo hacia sus amigas.

— ¿Véis a esa chica de allí?

— ¿Hum? –Juvia se limpió una lágrima de risa antes de girarse hacia atrás con disimulo–. ¿Te refieres a la rubia de las mechas?

— Sí... ¿me sigue mirando?

Erza estiró el cuello con bastante menos disimulo que las otras.

— No, ¿por qué? ¿Antes lo hacía?

— Eso creo...

— ¿Quieres que le diga algo?

Antes de que Lucy pudiera negarse una chica con el cabello naranja que estaba sentada en la mesa del lado dejó caer los cubiertos de golpe en el plato con un fuerte estrépito. Se inclinó hacia ellas para susurrar con urgencia:

— Por vuestro bien no os lo recomiendo. Es Elena Choi, la élite de la escuela y si queréis salir con vida no os metáis en su camino.

Lucy comprobó que, aunque la chica parecía estar a su bola, efectivamente tenía a varios matones a su alrededor mirándola mal. Erza se inclinó hacia la joven de pelo mandarina un poco más. Su rostro estaba anormalmente serio y sus ojos brillaban duros.

— ¿Puedes decirnos algo más sobre esa tal Elena?

La chica movió los ojos hacia todas partes y tragó grueso.

— Pre-prefiero no decirlo. Las paredes tiene oídos –añadió en un susurro veloz antes de recoger sus cosas y apresurarse a alejarse de la mesa.

Erza volvió a su lugar con el semblante pensativo.

— ¿Qué quiso decir con que las paredes tienen oídos? –inquirió Juvia mordiendo su magdalena.

Erza se demoró en responder. Estaba muy ocupada inspeccionando los rostros, mochilas y atuendos de las personas que se encontraban en su rango de vista.

— Significa que esa chica tiene gente por todas partes. Habrá que andarse con cuidado.

— ¿Por qué?

— Porque esta universidad es una colmena. Los integrantes están jerarquizados por clases. Por niveles de poder, me atrevería a decir –añadió tras ver la confusión de sus compañeras.

Lucy miró el comedor con otros ojos. Ahora que se daba cuenta, incluso la disposición de las mesas parecía haber sido establecida con anterioridad. Y la gente que rodeaba a Elena Choi tenían pinta de ser poderosos...

— ¿Deberíamos intentar hablar con ella? –propuso Levy buscando, como siempre, una respuesta pacífica.

Su amiga de cabello escarlata negó con la cabeza.

— He tratado con mucha gente como ella. Si esta escuela es una colmena, ella es la reina. Y cuando la reina abeja se siente amenazada, las obreras atacan.

Las palabras flotaron en el silencio incómodo que habían creado. Miraron a la chica rubia con mechas que en ese momento se levantaba de la mesa. Su mirada se topó con la de Lucy, le guiñó un ojo y se fue. Un chaval a su lado, sin embargo, sonrió lentamente como si hubiera adivinado que habían estado hablando de ella.

— No le aguantes la mirada –advirtió Erza dándole una patada debajo de la mesa–. Lo tomará como un reto.

Lucy frunció el ceño y bajó la cabeza a regañadientes. Desde allí le llegó el sonido que hizo el chico riéndose.

Ese es mi Imbécil ||Nalu|| Donde viven las historias. Descúbrelo ahora