CAP. 16- ¿Cuántas chicas rubias ves?

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— ¿Colarnos en el cuarto de Gray? –Lucy se cruzó de brazos, escéptica–. ¿Esa era tu genial idea?

Natsu sonrió girando las llaves en el dedo.

— Sí. ¿Te apuntas?

— Guau, eres malévolo –él levantó una ceja–. Pues claro que me apunto.

— Así me gusta –rió él antes de hacer girar la llave por última vez. Abrió la puerta y cedió el paso a la rubia con un gesto.

El cuarto de los chicos era prácticamente el mismo que el femenino. El diseño de las habitaciones, la cocina e incluso la disposición de las habitaciones era parecida. Lo único que veía diferente era la falta de desorden.

Lucy avanzó por la casa mirando a su alrededor, asombrada. Siempre había creído que los chicos eran por definición mucho más desordenados y descuidados que las chicas, pero en verdad ese cuarto estaba tres veces más limpio que el suyo propio, donde a veces tienes que andar de puntillas para evitar las montañas de libros de Levy tenía aquí y allá, los diferentes pedazos de armadura y armas que Erza soltaba por ahí... Era muy poco divertido ir a las cinco de la mañana al baño y darse con el pie con un escudo de metal.

Natsu pasó a su lado y se lanzó al sofá, desde donde la miró con una sonrisa de oreja a oreja.

— ¿Es de su agrado nuestra humilde morada, mi Lady?

Antes de que pudiera contestar sonó un ruido en el piso de arriba. Con sorpresa, Lucy cayó en la cuenta de que los dormitorios eran de 4 personas.

— ¿Quiénes son tus compañeros de cuarto? –preguntó sin apartar la vista de las escaleras.

Natsu soltó un largo bostezo.

— Son buena gente. Está el rubito guaperas llamado no-sé-qué Agreste que va al turno de tarde pero que es de buena onda. En el otro cuarto duerme... –frunció el ceño–. Caray, siempre se me olvida su nombre...

— Mistgun –propuso una voz.

— Gracias –Natsu chasqueó los dedos antes de abrir mucho los ojos–. ¡Agreste! ¿Sigues aquí?

— No, soy un fantasma –contestó el chico que bajaba por las escaleras. Iba descalzo, con ropa cómoda de deporte y una toalla sobre los hombros para recoger las gotas que caían de su pelo mojado. Su cabello era del color que el de Lucy, ligeramente largo que caía hacia un lado, y sus ojos eran brillantes esmeraldas que transmitían picardía e inteligencia–. ¿Qué haces tú aquí? ¿No deberías estar en clases?

Natsu miró a Lucy de reojo y se encogió de hombros.

— Estoy en medio de una, hum, misión.

— ¿Qué misión?

— No lo entenderías.

— ¿No me lo vas a explicar al menos?

— Nope.

Lucy siguió observando al chico, boquiabierta, sin ningún tipo de vergüenza puesto que él no la veía de todas formas. Madre mía, era un chico guapísimo.

Adrien Agreste tenía un divertido acento francés cuando pronunciaba las erres.

— ¿Quién es tu amiga? –dijo entonces señalando a Lucy y ella casi se cae hacia atrás.

Natsu parecía casi tan sorprendido como ella.

— ¿Perdón?

— Me llamo Adrien –dijo saludando con la cabeza a Lucy. Ella le devolvió el saludo, aún confusa.

— ¿Cómo... puedes verme? –quiso saber cuando recuperó la voz.

— Con los ojos –dijo él y se echó a reír de su propio chiste, aunque ni Natsu ni Lucy, asombrados por el hecho de que otra persona pudiera verla, rieron con él. Adrien se dio cuenta–. Bueno, ha sido malo pero no tanto. ¿A qué vienen esas caras tan largas?

— ¿Cuánto tiempo has estado fuera de la universidad? –preguntó Natsu con cautela.

El rubio Agreste cerró los ojos un momento.

— Llegué hace unos 10 minutos. ¿Por qué lo preguntas?

Natsu miró a Lucy de reojo y se encogió de hombros.

— Por nada, creo que te has perdido un tiempo interesante.

Adrien parpadeó otra vez. Se frotó los ojos con el ceño fruncido.

— Ugh, se me ha metido algo en los ojos –al separar las manos vio restos de polvo dorado en los nudillos–. ¿Qué es este polvo? ¿Habéis estado rallando oro o algo? Vaya, me duele la cabeza...

Lucy lo miró con preocupación pero no se movió; intuía qué le estaba pasando al chico.

— Está empezando otra vez –susurró cabizbaja. Solo Natsu dio impresión de oírla.

El pelirrosa se acercó a su amigo y le dio suave con el puño en el hombro.

— Amigo, ¿te encuentras bien?

Adrien dejó de frotarse los ojos como un loco para sacudir la cabeza con fuerza. Los ojos le hacían chiribitas mientras enfocaba de nuevo.

— Uf, creo que me he mareado por un momento. Ya estoy bien.

Natsu no se veía convencido.

— ¿Cuántos dedos ves?

— Tres, Natsu. Te digo que estoy bien.

— ¿Y cuántas chicas rubias ves?

Adrien puso los ojos en blanco.

— ¿De qué hablas? Además de tú y yo, aquí no hay nadie más.

A Lucy eso le sentó como un puñetazo en la cara. Con las lágrimas escociendo en los ojos miró sus pies pensando que ir allí había sido una mala idea.

Natsu la vio y le dio una patada a Adrien en la espinilla.

— ¡Au! ¿A qué vino eso?

— Eres muy poco delicado, Agreste.

Tomó a Lucy de la muñeca y la condujo hasta uno de los cuartos que estaba con la puerta decorada con filigranas de hielo, lo que supuso que era de Gray.

— ¿Qué mosca le ha picado a este? –masculló Adrien frotándose la zona magullada. Justo antes de que Natsu desapareciera detrás de la puerta le pareció ver el destello de cabello dorado, aunque fue tan fugaz que pensó que se lo había imaginado.





































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¡Lamento haber actualizado tan tarde!

Estamos de exámenes en la uni y BOOF.

[esa era yo resoplando como un camello]

En fin, volveré a intentar actualizar mínimo una vez a la semana. ¡Gracias por su apoyo! 💙

Les adoro,

Elayne Dragneel xoxo 💙

Ese es mi Imbécil ||Nalu|| Donde viven las historias. Descúbrelo ahora