CAP. 18- Tentando a la fiera

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A Lucy le resultó de lo más extraño tener que colarse a escondidas en su propio cuarto por la ventana.

— Esto no me parece buena idea –decía Natsu encaramado a la rama del árbol y haciendo equilibrios mientras Lucy se apoyaba sobre sus hombros.

La chica alcanzó la repisa y haciendo uso del entrenamiento intensivo que tuvo hacía unos meses se aupó de un salto hasta quedar colgada del marco de su ventana. Metió la mano por el hueco entreabierto del cristal y la pared.

— Ya deja de quejarte, nenaza –masculló al tiempo que palpaba en busca del manillar. Al fin sus dedos se cerraron en torno a la manija y la abrió de golpe, cayendo de culo hacia adentro.

— ¿A quien llamas tú nenaza?

Natsu se balanceó usando sus brazos y de un impulso alcanzó la ventana, cayendo a su lado de un saltito mucho más elegante. Le sacó la lengua y Lucy la sacó de vuelta.

— Vaya diva estás hecha.

— Mira y aprende, preciosa. Es todo talento innato.

— Lo que tú digas, marsupial.

Se puso en pie trabajosamente frotándose distraídamente el coxis mientras echaba un vistazo rápido a su alrededor; todo estaba tal y como lo había dejado esa mañana. Y pensar que hacía apenas 5 horas todo había sido normal...

Se obligó a permanecer serena. Ahora tenía que buscar a Erza. Era su última oportunidad.

Tiró del cuello de la camisa de Natsu, quien ya se había encaminado a curiosear por sus cajones, y juntos se agazaparon junto a la puerta semi abierta. Vieron a Levy tirada en el sofá con un libro en la cara roncando suavemente.

Ella nunca lo admitiría, pero había veces que sus ronquidos se escuchaban desde el pasillo.

Juvia había cerrado la puerta de su habitación y por las horas Lucy supuso que también se habría ido a echar una siesta. Miró su reloj. Eran las cuatro y media de la tarde.

Se volvió hacia Natsu. Se colocó el dedo en los labios para indicarle que se mantuviera en silencio. Él asintió muy serio, tomó su dedo con delicadeza y la besó en los labios tomándola por sorpresa. Ella enrojeció y, después de devolverle el beso automáticamente un segundo después, procedió a insultarle en 5 idiomas distintos en voz baja.

— Shh –le dijo Natsu guiñando un ojo, y ella quiso matar a alguien.

— Eres tremendamente irritante.

— Gracias, tú también me gustas.

Lucy, de cuclillas como estaba, perdió el equilibrio y casi se cae de culo al suelo. Natsu y ella se habían besado más de una vez, desde luego, pero nunca se habían dicho “me gustas” o “te quiero”. De hecho, Lucy ni si quiera sabía si Natsu comprendía esos términos.

Y aún así, ahí estaba. No supo cómo reaccionar del batiburrillo de sentimientos y sensaciones que tenía en el corazón y la boca del estómago. Abrió y cerró la boca varias veces sin proferir sonido. Natsu malinterpretó su silencio y bajó la mirada.

— Hum... puede que no sea el mejor momento. Si tienes que pensarlo o...

— ¡Sí! O sea, ¡no! Quiero decir, tú también me gustas –exclamó rápidamente la rubia con las mejillas ardiendo.

Natsu estudió su cara enrojecida y poco a poco se abrió paso una amplia sonrisa por su rostro.

— Ah, ¿sí?

— ¿Tú qué crees? –ironizó Lucy señalando lo roja que estaba.

Él puso su mano en la mejilla de ella y sonrió aún más si cabe.

— Creo que estás hermosa. Y que es el mejor día de mi vida.

Antes de que Lucy pudiera asimilar lo adorable que había sido eso, Natsu ya la había tomado del mentón para besarla con suavidad. Lucy olvidó todo: la maldición, el plan, Erza, su enfado, sus amigas durmiendo al otro lado de la puerta. Todo se derritió bajo los cálidos y suaves labios de Natsu, quienes la besaban con amor.

Le gusto.

En medio de su burbuja de felicidad Lucy sonrió contra la boca de Natsu, quien se separó levantando una ceja, curioso.

— ¿Te diviertes?

— Es que yo también te amo, bobo –respondió ella poniéndose de pie (ya le dolían las piernas de estar agachada) y abrazándole del cuello.

Natsu torció el gesto y se puso serio. Lucy se giró rápidamente hacia la puerta, pero no había nada. Lo único que escuchaba eran los ronquidos de Levy y su corazón desbocado de felicidad.

— ¿Pasa algo?

Por toda respuesta, Natsu respiró muy hondo y apartó a Lucy de él por los hombros. Cuando la miró fijamente sus ojos verdes, normalmente cálidos y brillantes, se habían oscurecido como las profundidades de los bosques. Como siempre, se quedó prendida de ellos, hipnotizada.

— Luce, es peligroso que digas esas cosas cuando estamos a solas.

— ¿Decirte qué? –riéndose internamente, Lucy esquivó sus defensas y se pegó a él, abrazando su cintura–, ¿que te amo?

Natsu estaba con los brazos en alto y los ojos cerrados, con las facciones tan tensas que resultaba cómico.

— No me podré controlar mucho más si me abrazas así.

— Aaaaaww, qué lindo eres –Lucy le dio un apretón y frotó su cabeza contra el pecho de él, enternecida–. Te amo mucho, mucho, mucho.

Natsu puso los ojos en blanco, tomó a Lucy en brazos como una princesa y la besó con más rudeza que la última vez. Enganchó su labio inferior con el colmillo mientras las respiraciones se mezclaban. Sus ojos se encontraron.

— Y no digas que no te lo advertí –repuso Natsu antes de soltar a Lucy en la cama y cerrar la puerta de una patada.

Fue entonces que Natsu se puso a horcajadas encima de Lucy, y solo entonces, la rubia pensó que tentar tanto a la paciencia de Natsu había sido muy, muy mala idea.


Ese es mi Imbécil ||Nalu|| Donde viven las historias. Descúbrelo ahora