CAP. 36 - otra

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Lucy nunca se sintió tan aliviada de ver la pelirroja cabeza de Erza entre la multitud. Titania, quien había tomado ya un par de tragos, hablaba a gritos con todo el mundo y reía con tremendas carcajadas. Era imposible que Erza cayera mal a nadie.

— ¡Hola! –la saludó dándole un fuerte abrazo–. ¿Dónde has estado? Volví a buscarte y no te encontré. ¿Eso es zumo?

Le arrebató el vaso de la mano y tomó un sorbo.

— ¡Genial, y es de naranja! ¿Dónde lo has conseguido? ¿Sabes si hay más? ¡Ostras! ¿Te imaginas que hay también batidos de fresa?

Toda preocupación se evaporó de la mente de Lucy y no pudo evitar echarse a reír con fuerza. Cuánto se alegraba de tener a alguien como Erza como amiga.

— Claro, sígueme.

La guió hacia la mesa en cuestión bajo el cerezo en flor (detalle que maravilló a Erza) y le explicó cómo hacerse con su bebida. Sin pensarlo buscó con la mirada al misterioso chico de antes pero no pudo encontrarlo.

— ¿Buscas a alguien? –preguntó Erza con los labios manchados de batido de fresa.

— Hum... no, no es nada.

Entonces se estremeció inconscientemente y volvió la cabeza. Allí estaba. A lo lejos, al otro lado de la terraza, estaba el chico de mirada intensa, ardiente y curiosa, sentado con sus amigos en las tumbonas de la piscina.

Volvió la cabeza, sintiendo sus mejillas arder y mariposas en el estómago. Aún sentía su mirada clavada en ella, pero no era desagradable. Al contrario, la hacía sentirse... hermosa.

Desde el otro extremo de la piscina Natsu no podía apartar los ojos de ella. ¿Qué tenía esa chica que le atraía tanto? ¿Quién era, y por qué no la había visto hasta ahora?

Tenía el cabello rubio, largo y liso con algunas ondulaciones en las puntas que le llegaba por la cintura. No vestía tacones como casi todas las otras chicas, lo cual a él le gustaba. Una sonrisa tironeó de las comisuras de su labios al recordarla descalza para sentir el césped en los dedos de los pies. Se puso cómodo en la tumbona, con los brazos cruzados detrás de la cabeza, dispuesto a observar todo lo que esa chica bonita tan extraña hiciera.

Lucy había entablado una conversación con Erza, pero se había dado cuenta del cambio de postura del chico pelirrosa. Aún así, lejos de sentirse incómoda, se sentía con ganas de sonreír todo el tiempo.

— Vale, y ahora qué te pasa –rió Erza viendo cómo la cara de la rubia se iluminaba–. Dime qué llevaba ese zumo de naranja que te tiene tan feliz.

— Nada, lo juro –respondió levantando las manos con mirada inocente.

Erza, como toda buena guerrera, identificó a aquel que no apartaba los ojos de ellas.

— ¡No me digas que Dragneel te está mirando! –quiso susurrar Erza, pero la música estaba tan alta que tuvo que volver a repetirlo más alto.

— ¿Q-qué? ¿Quién?

— ¿Hola? ¡Natsu Dragneel, el chico más popular de nuestro curso! Dicen que es un mujeriego.

Lucy no respondió inmediatamente. "A mí no me pareció un mujeriego" pensó para sí. Pero claro, solo le había dirigido dos palabras y, literalmente, era un cumplido. ¿Y si realmente era un Playboy? Demonios, si podía incluso haberse burlado de ella...

El color esmeralda de aquellos ojos tan increíbles centelleó en su mente. Lucy sacudió la cabeza para librarse de esos pensamientos; definitivamente, ese chico no era un mujeriego. Aunque quizás sí que había dicho "Bonita sonrisa" en broma.

Se mesó la barbilla, pensativa, y Erza la miró con curiosidad.

— ¿En qué piensas?

Lucy titubeó antes de contarle lo que habían compartido el tal Natsu y ella un tiempo atrás.

— ¡OMG! ¿Entonces te gusta? ¡Qué maravillosa noticia, Lucy! Ya pensaba que estabas enamorada de mí.

Lucy se atragantó con el zumo y empezó a toser como una histérica. Desde la distancia Natsu la vio doblarse en dos tosiendo y con la cara totalmente roja mientras su amiga le golpeaba la espalda alegremente sin darse cuenta de su apuro. Se echó a reír con fuerza y sus amigos le miraron extrañados por su súbita risa, pero no le dijeron nada; ya estaban acostumbrados a Natsu siendo Natsu.

— Primero –dijo Lucy levantando un dedo en cuanto recuperó el aire–, yo estoy enamorada de ti.

— Mentira. Me has visto desnuda muchas veces y no has intentado violarme.

— Espera a esta noche. Y segundo –levantó otro dedo, carraspeando–, no me gusta. No me puede gustar alguien que literalmente acabo de conocer.

— Ay, Lucy –Erza la abrazó y le revolvió el pelo–, se llama amor a primera vista.

— Eso no existe.

— Claro que existe, está científicamente demostrado. Hay personas que están destinadas a estar juntas, de una forma u otra.

— Hum...

La pelirroja se separó de ella, totalmente feliz de poder por fin hablar con Lucy sobre chicos.

— Venga, cuéntame. ¿Cómo te hace sentir? ¿Bien, mal, incómoda?

— Eh... ¿Bien, supongo? No es desagradable.

— Que alguien te esté mirando continuamente no es agradable.

— Sí, pero...

Los ojos de Lucy se cruzaron con los de Natsu, 15 metros más allá, y notó como el vello de sus brazos se ponía de punta. ¿Era ella o de repente hacía mucho calor?

— Oh, me encanta esta canción –exclamó Erza, se acabó el batido de golpe y tomó a Lucy de las manos para hacerla bailar con ella.

— Oh, no. Yo no bailo.

— ¡Vaya que sí bailas! Sígueme –Erza comenzó entonces a mover los brazos como un helicóptero y a realizar discutibles pasos de baile al ritmo de "South of the border".

No tardó en olvidarse de todo, reírse hasta que le dolieron las mejillas y pasárselo genial. Incluso Juvia se atrevió a sonreír cuando Erza la arrastró desde el sofá para que se moviera un poco. La alegría de Erza era totalmente contagiosa.

A Lucy el cabello suelto le empezaba a molestar. Siguiendo un impulso se hizo una coleta alta y se limpió el sudor de la frente. Notó algo ardiente en la espalda y no necesitó girarse para saber lo que era.

— Natsu te sigue mirando –le gritó Erza innecesariamente al oído.

— Ya me di cuenta, gracias.

— Está coladiiiiiiito por ti –cantó Juvia Lockser cogiendo las manos de Erza y marcándose unos increíbles pasos de tango.

Lucy normalmente era tímida, y la intensidad de una mirada como aquella en cualquier otro momento la hubiera hecho querer esconderse o hacerse pequeñita hasta desaparecer. Pero ahora, bailando, riendo con sus amigas y con la adrenalina corriendo por sus venas, se sentía capaz de cualquier cosa. Incluso de girarse y enfrentarse directamente a la mirada de Natsu.

Este había pasado un buen tiempo viéndola reír y saltar (porque aquello no era nada parecido a un baile) con sus amigas. Se la veía alta, esbelta, joven y radiante de alegría. Se incorporó un poco más en su postura cuando la vio levantar los brazos y recogerse el pelo. Entonces sus shorts se elevaron un poco y su top se tensó, marcando un estómago plano y liso, y unas caderas de modelo. Sus piernas eran más largas de lo que parecían. Una vez hubo recogido el pelo en una larga coleta pudo fijarse en la curva de su cuello... y no apartar la mirada durante un largo tiempo.

Por primera vez en años Natsu sintió su corazón latir con fuerza sin necesidad de hacer deporte. Su estómago daba vueltas, al igual que su cabeza. Se moría por saber su nombre.

Y Lucy, atrevida como se sentía, le dedicó una sonrisa. Natsu le sacó la lengua.

Al llegar ninguno de los dos tenía unas ganas tremendas de entrar en la fiesta. Ahora, con los ojos del uno prendados en el otro, ignorando el mundo a su alrededor, no querían que la noche acabase.

Ese es mi Imbécil ||Nalu|| Donde viven las historias. Descúbrelo ahora