CAP. 15- Ferb, ¡ya sé lo que vamos a hacer hoy!

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— Espera, espera, espera –Natsu puso una mano sobre la otra haciendo el símbolo de: «para el carro»–. ¿Me estás diciendo que mientras yo hacía un examen de mierda a las 8 de la mañana tú te has opuesto a la élite de la escuela, la Reina te ha declarado su amiga oficial, te has agenciado una chaqueta guapísima y se ha desmayado un chaval que casualmente te ha lanzado un hechizo que lo ha dejado físicamente en la mierda y que debería estar prohibido por la ley pero que por alguna razón que se escapa de mi entendimiento sigue activo y...?

Lucy le tapó la boca con la mano a Natsu para callarlo.

— Sí a todo.

Natsu abrazó a Lucy contra su pecho rodando los ojos.

— ALV, se confirma mi teoría de que los exámenes son malos.

Ella soltó una risita sintiéndose en paz con el mundo a pesar del terrible hechizo que pesaba sobre ella. Con Natsu a su lado, se sentía capaz de afrontar lo que fuera.

Estaban sentados en el suelo del comedor, ahora vacío. Tras haber estado llorando durante cinco minutos seguidos, entre hipidos Lucy fue capaz de explicarle todo lo que había pasado. El joven de cabello rosado se puso hecho una fiera e incendió sus manos echando a andar hacia la enfermería.

— ¡Espera!

Cerró los ojos con fuerza y se detuvo.

— Dame una razón para no convertir a aquel chaval en barbacoa.

Lucy puso ojitos de cachorrito y le puso las manos en el pecho.

— No quiero que me dejes sola...

Él la miró por unos segundos y la tomó de la cintura para colgarla en su hombro como un saco de patatas.

— Pues vamos los dos a convertir a ese chaval en barbacoa.

Un puñetazo más tarde convenció a Natsu de que lo mejor sería hacerle caso a su chica.

Ahora estaba sentado con la espalda en la pared con las piernas abiertas y Lucy recostando su espalda en el pecho de Natsu. Él la abrazaba por detrás y ella jugaba con sus dedos.

Apoyó la barbilla en la coronilla de Lucy. Su cabello rubio le hacía cosquillas en la nariz.

— Tenía que haber estado aquí.

— ¿Hum?

Abrazó la cintura de la chica y escondió el rostro en la curva de su hombro.

— Podía haberte ayudado de alguna manera. Podía haber hecho algo.

Lucy jugueteó con una mano de Natsu entre las suyas.

— No creo que hubiera cambiado nada. Ese chico me tenía ganas desde hacía tiempo.

— Y por eso es malo que los subnormales no tengan un depredador natural.

— Pfff...

Natsu sonrió al ver a Lucy reírse. Le plantó un beso en la cabeza.

— Me alegro de verte más animada. Te veías horrible antes.

— Guau, gracias. Es justo lo que toda chica desea escuchar.

— Soy todo un galán con las nenas.

— Espero que no, don Juan, o me enfadaré.

— Aw, ¿te pondrás celosa? –bromeó él, aunque cuando Lucy giró la cabeza para mirarle estaba seria.

— Por supuesto que sí. ¿Acaso tú no lo estarías si, hipotéticamente hablando, alguien intentase ligar conmigo?

Natsu no se lo pensó dos veces.

— Pues querría arrancarle los ojos para que me viera sacarle las tripas y hacerme un collar con sus huesos mientras bailo sobre su tumba con los restos de su cuerpo en llamas... –avistó entonces la media sonrisa de Lucy y carraspeó–... hipotéticamente hablando, claro.

— Eso son celos.

— Puede. ¿Y tú? ¿Harías lo mismo?

La rubia se llevó los nudillos de Natsu a los labios.

— Puede –dijo sonriendo contra su piel.

• • •

— ¡EEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEOOO! –gritó Lucy en medio del pasillo agitando los brazos como un remolino.

— ¡Ja, ja, ja! ¿Te diviertes? –rió Natsu con un hombro en la pared. Ella le fulminó con la mirada.

— ¿Tú qué crees?

— Que siguen sin verte –respondió señalando con la cabeza hacia un grupo de estudiantes que hablaban junto a las taquillas.

Natsu y Lucy habían pasado la última hora estudiando los efectos del hechizo que aquel pendej..., ejem, imbécil, había puesto en ella. Llegaron a las siguientes conclusiones:

1) Las personas no la veían de primeras, para ellos Lucy era como aire.

2) La esquivaban de forma natural y no se sorprendían si Lucy les quitaba algo o les tiraba cosas al suelo; es como si la vieran pero no le presentaran atención.

3) Ignoraban a Natsu cuando estaba con Lucy, aunque en un efecto mucho más inferior que el de la Rubia. Cuando Natsu saludaba a alguien esa persona devolvía el saludo, extrañada por no haberle visto antes.

Lucy terminó de apuntar los últimos datos en una pequeña libreta que encontró por ahí. Cerró las tapas con un: “¡Puf!” y se la guardó en un bolsillo. Miró a Natsu hacer el pino delante de una pareja de chicas que hablaban sin percatarse del mono pelirrosa que hacía el tonto a su lado.

— ¿Y ahora qué hacemos? –preguntó a Natsu antes de darle un empujón que lo tiró al suelo.

— ¡Hey!

— Estabas viendo su ropa interior, ¿verdad? –inquirió Lucy con su mejor voz de malvada. Natsu tragó saliva cuando la chica se cruzó de brazos exigiendo una respuesta.

— ¿No?

— Ya, y yo soy Michelle Obama.

— Oh, señora Obama, perdone a este pobre y apuesto plebeyo.

— Y tonto. No te olvides de tonto.

— Mi irresistible atractivo natural.

Natsu le lanzó un beso y ella no pudo mantenerse seria mucho más tiempo. Acabaron los dos apretándose el estómago riéndose como posesos en medio del pasillo mientras el resto de alumnos los esquivaba sin darse cuenta.

— N-no puedo respirar –decía Lucy limpiándose las lágrimas.

Natsu hizo lo mismo y le dio un empujón suave en el hombro.

— Es culpa tuya –resopló desprovisto de aire–, tu cara me hizo reír demasiado.

— Eres un imbécil.

— Pero soy tu imbécil –le guiñó un ojo y ella entrecerró los párpados–. Aw, the ves tan guapa cuando me lanzas miradas asesinas...

— Me halagas.

— ¡OH! –gritó el pelirrosa de pronto. Le brillaban los ojos y eso a Lucy le excitaba y le aterraba a la vez.

— ¿Se te ha ocurrido algo?

Natsu la cogió de los hombros. Sus ojos brillaban con demasiada excitación, y a Lucy le dio bastante mala espina. La sacudió hacia adelante y hacia atrás con energía.

— Ferb, ¡ya sé lo que vamos a hacer hoy!

Ese es mi Imbécil ||Nalu|| Donde viven las historias. Descúbrelo ahora