CAP. 30 - ¡TÚ!

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Cinco amigos corrían por los pasillos del edificio anexo en dirección a la enfermería. Eran todos muy distintos entre sí (apenas y sus cabellos juntos formaban el arco iris), pero compartían una intensa preocupación por su otra amiga. Ellos aún no lo sabían, pero ella yacía inmóvil en una camilla tras un encuentro con el enemigo más peligroso que habían enfrentado juntos hasta ahora.

Natsu fue el primero en llegar a la puerta de la enfermería. Para cuando llegaron los demás ya estaba aporreando la puerta como un loco.

— ¡Natsu! –le reprochó Gray mirando hacia todas partes. Los golpes resonaban por todos los pasillos–. ¿Qué ocurre? ¿Por qué no abres?

— ¡Está cerrado con llave, genio!

— ¡Pues quémala!

— ¡Es a prueba de magia!

Erza sacó su espada en un acto reflejo y se quedó vigilando los pasillos. Lucy toqueteaba el manojo de llaves celestiales que llevaba colgado en la cintura.

— ¿Por qué iban a cerrar con llave cuando hay alguien dentro? –manifestó Juvia por todos.

— ¿Quizás ha salido? –dijo Lucy esperanzada. Que estuviera la puerta cerrada le daba muy mala espina.

Erza andaba de un lado a otro como un animal encerrado.

— Es extraño. Me dijo que quería descansar. No creo que haya ido a ningún lado.

Natsu entonces dejó de llamar a la puerta. Puso la mano en la madera y cerró los ojos.

— Erza tiene razón. Levy sigue ahí.

— ¿Cómo lo...?

— Siento el calor que emite su cuerpo, pero... –frunció el ceño. Apoyó las dos manos y pareció concentrarse más.

— ¡¿Pero?! –quiso saber Lucy, ansiosa.

— Es poco. Emite muy poco calor. ¡Es demasiado débil!

Gray tragó saliva.

— ¿Es... está...?

— ¡ERZA! –chilló Natsu.

Titania cambió su armadura por una de artes marciales. Se puso en posición y todos se apartaron de la puerta.

— ¡VOY!

Una tremenda patada partió la madera a prueba de magia. La puerta golpeó la pared con fuerza y Lucy se apresuró a entrar. Entonces sus pulmones olvidaron cómo respirar.

Levy descansaba inerte sobre la camilla, aparentemente a salvo. Una enorme venda le cubría gran parte de la cabeza y llevaba puesto un camisón encima de su biquini, pero había rastros de magia negra en el aire. Unos zarcillos semejantes a una larga cuerda oscura rodeaban lentamente el cuello de Levy dejando una serpenteante marca rojiza en su piel. Sus labios ya habían tomado un color azulado por la falta de aire, pero estaba inmersa en un sueño maldito del que no era capaz de despertar, siendo estrangulada mágicamente en el proceso.

— ¡Q-que alguien le ayude! –suplicó Lucy llegando hasta Levy.

Intentó agarrar las cuerdas con la mano, pero parecían hechas de humo. Sus dedos pasaban a través de ellas como si nada.

— ¡Gray –bramó Natsu–, maldita sea, congela eso!

— ¡No quiero hacerle daño a Levy!

— ¡Inténtalo!

— ¡No funcionará!

Juvia se abalanzó hacia la camilla. Tomó la cabeza de Levy entre las manos.

— Intentaré que la sangre fluya más rápido. ¡Solo puedo ganar un poco de tiempo!

— Gray, te juro por Dios que...

— ¡ESTOY EN ELLO! –bramó Gray antes de obligarse a mantener la calma. Con sumo cuidado colocó las manos a milímetros de la piel de Levy y la temperatura del cuarto bajó.

Pareció que los zarcillos adquirían más consistencia. Justo cuando la chispa de esperanza acababa de prenderse...

— Para. ¡Para! ¡Le estás haciendo daño! –interrumpió Erza apartando a Gray de un tirón. El cuello de la peliazul había comentado a tomar un peligroso tono azulado.

Gray se mordió la mejilla por dentro, parpadeando para ahuyentar las lágrimas de impotencia.

Entonces una voz detrás suya le hizo volverse.

— Déjenme intentarlo –suplicó Jellal.

Materializó su cetro con un gesto de la mano pero antes de que diera un solo paso Gray ya le apuntaba al corazón con dos enormes lanzas de hielo. Natsu había envuelto sus puños en fuego (a una prudente distancia de Levy) y sus ojos llameaban con ellos, aunque nada comparado con la rabia que bullía en la mirada de Lucy. En un latido sacó la llave de Taurus y con un destello metálico la colocó en la garganta de Jellal.

— ¡TÚ! –exclamó con sorpresa y desprecio.

— Wo, wo, wo –Erza se adelantó hasta interponerse entre sus amigos y Jellal–. Calma todo el mundo. Es Jellal, el verdadero.

— ¿Cómo estás tan segura? –le acusó Lucy sin apartar la mirada de Jellal. Natsu se alegró de no estar en el lugar del chico; la rubia daba muuuucho miedo en ese momento.

Erza solo tuvo que mirar a Jellal un instante.

— Lo estoy y punto. Es el Jellal que todos conocemos.

Sus amigos comenzaron a ceder entre dudas.

— Chicos, por favor –Juvia interrumpió el momento–. Tengo una emergencia entre manos.

Jellal miró a Lucy y alzó una ceja. Ella se apartó a regañadientes y le dejó acercarse a la camilla. Chascó los dedos. Una constelación de estrellas se materializó encima del cuerpo de Levy y disolvió las ataduras en el acto.

Levy abrió los ojos y se sentó cogiendo una gigantesca bocanada de aire. Las estrellas le envolvieron la cabeza en un bonito aro decorativo que pronto comenzó a desaparecer, al igual que las terribles marcas del estrangulamiento.

— ¡LEVY! –chillaron todos y se lanzaron a abrazarla.

— ¿Qué ha pasado?

— ¿Estás bien?

— Estaba... hablando con Erza cuando me atacó de pronto.

— ¿Quién te atacó?

— ¡Tú, Erza! –le acusó Levy confundida

Erza y Jellal se miraron. La pelirroja se acercó despacio a ella y la tomó de las manos.

— Levy, amiga, tenemos que hablar.

Mientras Erza y Levy, con la ayuda de Jellal, ponían en conjunto las teorías y completaban las preguntas de Levy, Natsu se acercó a la rubia Heartfilia. Le dio unos golpecitos en el codo para llamar su atención.

— Has estado aterradora, que lo sepas.

Ella se ruborizó.

— Bu-bueno, la situación lo exigía. ¡No me juzgues!

Él se acercó a su oído. Su cálido aliento le hizo cosquillas en la oreja y le produjo escalofríos.

— No te juzgo, me gusta.

Lucy pensó algo del tipo: "GAHSHAJDNZDKSNIDNSIB!!" y poco después volvieron, esta vez junto con Levy, a su residencia.

Ese es mi Imbécil ||Nalu|| Donde viven las historias. Descúbrelo ahora