CAP. 28 - Una locura de teoría

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[ Unos minutos antes... ]

Levy sentía que la cabeza le iba a explotar.

Estaba mareada y se sentía perdida, sumando el hecho que apenas podía mover el cuerpo y los párpados le pesaban una barbaridad. De alguna manera logró reunir fuerzas y abrir los ojos, aunque lo que veía la desorientó aún más.

Sus ojos veían dos cosas distintas. Por el derecho veía el culo de una enfermera peligrosamente cerca de rostro. Por el izquierdo veía a Erza, despeinada y que parecía un poco cansada, inclinándose hacia ella.

Por descontado decidió centrarse en el izquierdo.

Erza sonreía, y de algún modo logró apaciguar el intenso dolor de cabeza que tenía.

— Al fin despiertas, Levy.

Levy parpadeó dos veces. Ya se estaba espabilando un poco más.

Giró la cabeza y observó a su alrededor. Era la primera vez que entraba en la enfermería y la encontró agradable, con sus paredes blancas impolutas, altas ventanas por las que entraba la luz y vaporosas cortinas sacudidas por una ligera brisa.

El culo... la enfermera terminó de buscar al fin vendas en el armario y al ver que estaba despierta le hizo un estudio rápido. Para cuando acabó Levy ya estaba más que despierta. De hecho, sentía los nervios subir desde el estómago hasta su garganta.

— ¿Que la piscina explotó? –no se lo podía creer–. ¿Cómo? Quiero decir, ¿hay algún herido?

— Solo tú. Hubo muchas caídas y algunos golpes y moretones, pero nada grave.

Intentó incorporarse, pero el mero gesto hizo que la blanca habitación diese vueltas y los ojos le hicieran chiribitas.

— ¿Y nuestros amigos están...?

Erza le puso la mano en el hombro. Tenía los dedos ásperos y con cicatrices de manejar la espada, pero el contacto era cálido.

— Estamos todos bien –le aseguró con calma–, aunque muy preocupados por ti. Llevas K.O. tres horas.

— ¿Qué me pasó?

— Te diste un golpe muy fuerte en la cabeza. Parece que lo que sea que causó la explosión sucedió cerca nuestra.

Levy suspiró mientras algo golpeaba su cráneo por dentro. No era un dolor más, era una horrible sensación de que olvidaba algo importante, como cuando vas de camino al colegio y no es hasta que entras en clase que dices: “¡Rayos, la cartulina!”.

Pero esta vez no era la cartulina. Tenía algo que ver con un sabor. Algo dulce.

— Hum... –Levy se apretó las sienes. Le costaba pensar con los restos de los calmantes aún recorriendo su cuerpo y adormeciendo sus sentidos.

— ¿Qué ocurre? ¿Te duele la cabeza?

— No... no es eso. Es... –en ese momento su estómago soltó un rugido que dejaría en ridículo al de un león.

Erza soltó una fuerte carcajada.

— Vaya, me pregunto si alguien tiene hambre.

— Qué chistosa eres, Scarlet.

— Lo siento, lo siento –aún riendo se estiró cual larga era. Sus articulaciones crujieron–. Iré a por algo de comer a nuestra habitación.

Levy sacudió la cabeza.

— No te preocupes, sobreviviré. Creo que dormiré un poco más.

— ¿Estás segura?

— Segurísima. Deberías descansar tú también.

La enfermera se había ido hacía un buen rato y solo quedaban ellas dos en el cuarto. Levy casi podía ver cómo la tentadora idea de echarse una siestecita en su cama se formaba en la mente de la pelirroja. Sin poder evitarlo bostezó y ella la imitó.

— Bueno, puede que tengas razón. Iré a informar a nuestros amigos. Igual me han dejado algo de chocolate.

— Dales saludos de mi parte.

Erza asintió y llegó hasta la puerta. Bostezó otra vez y se despidió con una mano. Levy devolvió el saludo con una sonrisa. A ella también le gustaría comer algo dulce. Quizás luego le pedía a la enfermera un poco de...

Entonces la verdad le golpeó como un rayo.

Su mano se quedó estática en el aire. Chocolate.

Lo había recordado. En el momento de la explosión Erza había dicho que Jellal tenía los ojos color chocolate. Mistgun los tenía azules.

Su corazón latía muy rápido. ¿Por qué le afectaba tanto? ¿Qué conexión había? En ese momento, en la piscina, había formado una teoría, una locura de teoría que no había llegado a decir en voz alta... ¿Pero qué era? No lo recordaba con claridad.

¿En qué había pensado?

Apretó las manos contra sus ojos. Agh, qué era... Iris marrones, iris azules. Jellal, Mistgun, Gajeel...

Gajeel. Recordó haberle visto de lejos durante un breve instante. ¿Había sido una alucinación, o había sido algo más...?

Un segundo. Había sido muy breve, demasiado breve, pero durante ese milisegundo había visto que en sus ojos había...

Los latidos de su corazón se desbocaron y notaba un zumbido en la cabeza. Levy sacó los pies de la camilla. Ignoró el intenso mareo que eso le supuso. Era necesario. ¡Tenía que hablar con Erza!

Justo en ese momento la puerta se abrió y Levy dio un respingo. Durante un terrible segundo pensó que era él, que de alguna manera se había enterado de que Levy había descubierto su secreto y ahora iba por ella. Lo de la piscina había sido una advertencia, pero ahora no había gente.

Estaba sola.

Retrocedió apretando los dientes temiendo lo peor, pues se sentía demasiado débil para hacer magia y...

Pero solo era Erza.

Una ola de alivio la arrasó por dentro y casi se echa a llorar.

— ¡Hola! –Erza sonaba más alegre que antes. Parecía que el cansancio mágicamente se le había pasado–. He olvidado algo antes y... ¿estás bien?

Levy se lanzó a su cuello para abrazarla. Sus piernas temblaban.

— ¡Oh, Erza, estaba tan asustada! Creí que... Pero tenía que hablar contigo. Es muy importante. Creo que estamos en peligro.

Erza no dijo nada. Levy seguía aferrada a ella cuando comenzó abruptamente a soltar todos sus preocupantes pensamientos.

Por eso no vio cuando los ojos de la falsa Titania tornaron su color a unos fríos, crueles iris azul eléctrico.

— Cuéntame más, por favor.

Ese es mi Imbécil ||Nalu|| Donde viven las historias. Descúbrelo ahora