CAP. 22- PUES MIRA, CHICA

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ERZA.

Erza Scarlet arrugó los dedos de los pies; hacía frío en la habitación a pear de ser marzo. Llevaba dos horas hecha un ovillo viendo la lluvia caer con la frente apoyada en el frío cristal. Un torbellino de sentimientos que no era capaz de identificar del todo nublaba su corazón con unas nubes casi tan oscuras como las del cielo. ¿Por qué se sentía así?

Supuso que era tristeza porque Jellal no estuviera con ella, pero llevaban sin verse casi cinco meses y era soportable. ¿Qué había cambiado esa mañana de repente?

Las lágrimas acudieron a sus ojos. Genial, y ahora iba a llorar otra vez. Se sentía alicaída, sin energía y triste, muy, muy triste.

Un tímido golpeteo en su puerta distrajo a Erza de su ensimismamiento.

— ¿Cómo estás? –la voz de Juvia sonaba ahogada detrás de la madera.

Eso quisiera saber yo también.

— ¿Tú qué crees? –respondió con más rudeza de la que pensaba. Juvia guardó silencio y Erza se sintió mal al instante–. Perdona. No estoy... de humor.

— ¿De humor para qué?

— Para hablar, para socializar, para seguir viviendo y...

— ¿Ni siquiera para unas tortitas con fresas?

Erza abrió la puerta de par en par.

Sí, vale, es verdad que estaba deprimida y eso, pero una cosa era estar triste y otra ser imbécil.

Juvia sonreía amablemente con un bote de nata en una mano y un plato con abundantes tortitas en la otra.

— ¿Estás de humor para hablar ahora?

Por toda respuesta Erza tomó una fresa y la mordió por la mitad.

— Adelante –la invitó a pasar con un gesto y luego cerró la puerta.

• • •

LUCY.

Con un suspiro, Lucy recogió dos libretas que se le habían olvidado a Juvia Lockser en su pupitre. La chica peliazul había dado un salto cuando sonó la campana, balbuceó una excusa agarrando su mochila y salió al pasillo hecha una exhalación. La había abandonado sola en clase de Química de las Pociones.

Una mano dio un manotazo en su pupitre y la sobresaltó.

— Hola –dijo un chico con el cabello asombrosamente platino. Su sonrisa era hermosa aunque tenía un parecido familiar–. ¿Está ocupado ese asiento?

Lucy echó un vistazo por el rabillo del ojo a la silla vacía.

— Sí.

El chico alzó una ceja. Sus ojos eran de un azul muy hermoso.

— No me digas. ¿Por quién?

— Sí.

— Eso no es una respuesta.

— Sí.

— ¿Te crees graciosa?

Lucy ahogó una risa al verle cruzarse de brazos.

— Un poco.

— No has dicho sí –señaló él.

— Mierda.

— ¡Ja! Gané –el chico soltó una carcajada muy pegadiza que la hizo reír a ella también. Cuando la volvió a mirar sonriendo Lucy por fin identificó qué se le hacía tan familiar; su sonrisa dejaba entrever que le gustaban los problemas, igualito que Natsu–. ¿Qué pasa, qué miras tanto?

Ese es mi Imbécil ||Nalu|| Donde viven las historias. Descúbrelo ahora