CAP. 27 - La calma previa a la tormenta

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— ¡El chocolate alegra el alma y la mente! –canturreó Natsu mientras salía de la cocina del apartamento de las chicas con una bandeja en la mano. En ella llevaba 4 copas con chocolate caliente en un cuestionable equilibrio.

— Creo que no se dice así –apuntó Juvia esbozando una sonrisa por primera vez en mucho tiempo.

Había estado muy apagada desde el incidente de la piscina. De hecho todos lo estaban.

Todos menos Natsu, a quien su imbatible optimismo lo mantenía con fuerzas y energía para todo.

Lucy se levantó del sofá donde estaban todos sentados. Le quitó la bandeja de las manos.

— Trae, anda.

— ¡Hey, deja que lo haga yo!

— No, gracias.

— ¡Eso! –dijo Gray abriendo la boca por primera vez en bastante tiempo–. La última vez me vertiste todo el chocolate por encima.

— Eso fue a propósito.

— ¿Que qué? –Gray se puso en pie de un salto.

— En cierto modo te lo merecías.

— Pues en cierto modo voy a meterte el puño por...

Lucy se metió en medio con el semblante serio.

— No se peleen.

Ambos callaron al instante, aunque se estuvieron lanzando miradas asesinas un rato hasta que el chocolate los distrajo.

En la universidad existía una fuerte norma acerca de los chicos en los dormitorios de las chicas, pero ese día el reglamento estaba siendo pasado por alto por... bueno, por todo el mundo.

Cuando entraron los pasillos estaban atiborrados de estudiantes llamando a puertas de acá para allá dando la noticia de la explosión de la piscina, lanzando teorías sobre alienígenas o bien pidiendo información. Los cuatro amigos pasaron desapercibidos y llegaron hasta el apartamento en silencio.

Habían pasado 3 horas y seguían sin noticias de Erza o Levy.

— ¡Aaaaaah! –resopló Natsu de repente–. Me siento inútil aquí sentado sin hacer nada.

— Es que eres inútil.

Una vena palpitó en la frente del pelirrosa. Levantó el puño de forma amenazante.

— Pues tú, Gray, eres un pedazo de...

Lucy tomó de su brazo y lo bajó de golpe.

— Chicos, estamos todos muy nerviosos. No conseguiremos nada peleando.

Otra vez ambos chicos se callaron. El silencio pesaba sobre ellos como una losa.

— Estará bien –todos miraron a Natsu–. Erza dijo que lo estaría.

— Tú te crees todo lo que diga Erza –gruñó Gray, aunque la arruga de su frente se había suavizado.

— Confiaría a Erza mi vida –aseguró Natsu sin parpadear. Lucy se dio de que ella sentía lo mismo.

— Yo también –susurró Juvia. Se aclaró la garganta y sonrió de lado–. Aunque sea una patosa en todo menos con las espadas.

— ¿Os acordáis de la vez en la que casi decapita a Natsu por la noche?

Lucy se quedó boquiabierta mientras el resto se echaba a reír.

— ¿Quéeeee?

— Entró sonámbula en mi cuarto mientras yo roncaba y clavó la espada a dos centímetros de mi nariz. Se pensaría que era un oso o algo.

— Huy, ¿y cuando se echó a llorar porque compró tarta de cereza en vez de fresa?

— Memorable. ¿Y recordáis aquella vez que...?

El sonido que hizo la puerta al cerrarse los interrumpió. Cuando se giraron vieron a Erza en el umbral con los brazos en cruz.

— Qué bonito. Hablando mal de mí a mis espaldas.

— ¡ERZA! –Gray se atragantó con el chocolate.

— ¿Cuánto tiempo llevas ahí?

— ¿Cómo está Levy?

— ¿Se pondrá bien?

— ¿Le dejará cicatriz? ¿Tendrán que raparle la cabeza?

— ¡El chocolate quema, aiudah!

— En serio, ¿CUÁNTO TIEMPO LLEVAS AHÍ?

Erza levantó las manos.

— SILENCIO. No me dejáis pensar.

Se pasó los dedos por las sienes mientras iba hacia el sofá. Se dejó caer con un cansado suspiro; se la veía agotada física y mentalmente.

— A ver, Levy está bien. Solo ha sido un golpe muy fuerte, pero no más.

Lucy parpadeó para contener las lágrimas de alivio.

— Y Gray, eres un puñetero mago de hielo. Congela el chocolate o algo.

— Ah, cierto.

Se produjo un corto silencio durante el cual todos observaron a Gray helar el chocolate vertido en su camiseta. Tomó los pedazos con los dedos y empezó a comérselos uno a uno.

Natsu extendió un brazo.

— Dame uno...

— No. Mío.

— Jo. Erza, dile que comparta.

— Erza, dile que es mío.

Pero Erza solo miraba al techo en silencio. Se la veía pensativa.

— ¿Ha pasado algo? –preguntó Lucy. Apretó el brazo de Natsu sin pretenderlo.

El pelirrosa dejó de intentar robarle el chocolate a su amigo y tanteó el sofá detrás suya hasta hallar la mano de Lucy. La envolvió entre las suyas.

Erza hizo una mueca.

— Tengo que contaros algo.

Ese es mi Imbécil ||Nalu|| Donde viven las historias. Descúbrelo ahora