CAP. 35 - Enamórala

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Lucy resopló por decimosexta vez. Se apartó un mechón de pelo de la frente y terminó de guardar las cosas en la cesta de picnic.

— ¿Vas a seguir de morros mucho tiempo? –le señaló Natsu enrollando la manta de Frozen.

Lucy miró a su alrededor para cerciorarse de que lo habían recogido todo antes de responder.

— Es que me da rabia que nuestra cita acabe tan pronto. ¿Y sólo porque alguien quiere matarnos? Menuda novedad.

— ¿Hola? ¿Quién eres tú y qué le has hecho a Heartfilia? –Natsu rió entre dientes y se pasó la mano por el cabello–. Que precisamente tú digas eso me hace gracia.

Lucy solo lo fulminó, pero no dijo nada. También estaba molesta por haber reunido el valor de declararse a Natsu y ser interrumpida antes de poder decírselo...

El corazón le dio un vuelco y rápidamente miró a Natsu para saber si le había leído la mente o no, pero parecía que se le estaba yendo el efecto de la telepatía. Dejó escapar el aire, aliviada, y luego se reprendió por sentirse aliviada. ¿Pero no se suponía que iba a decírselo? ¡Agh, ¿por qué lo hacía tan difícil?!

Al verla fruncir el ceño Natsu le lanzó una mirada de interrogación, pero Lucy solo apartó la mirada. Mientras abrían la cascada de hojas que los cubría, Lucy se mordió el labio inferior. Inmersa en sus pensamientos, recordó aquel beso en la piscina de la mansión Dragneel. La diminuta cicatriz que adornaba la parte inferior de su labio era la huella que Natsu había dejado en ella cuando compartieron su primer beso... y le dijo que era suya.

Sus ojos se clavaron en la espalda de Natsu, cuyos músculos se adivinaban bajo la camiseta ceñida. Las puntas de su cabello rosado, cada vez más despeinado, se agitaban ligeramente con la brisa, y su olor impregnaba el aire tras de él. Volvían a los dormitorios a avisarles a Elena, Erza, Gray y los demás sobre la sensación de peligro que había tenido Natsu. Después volverían a separarse en la tonta guerra de los dormitorios, y probablemente no volvieran a estar juntos en mucho tiempo. Probablemente esa era la única ocasión de poder abrirle su corazón mientras todo aquello durase. Probablemente...

Su cuerpo actuó por su cuenta, y antes de poder percatarse de ello había tomado la muñeca de Natsu. Él se giró extrañado.

— ¿Pasa algo, Luce? –notó la confusión en su rostro y sus ojos verdes esmeralda brillaron preocupados–. Tienes mala cara.

— Yo... –Lucy no encontraba las palabras adecuadas. El discurso que había practicado la noche anterior se le antojaba muy lejano–. Natsu, yo...

Alguien detrás de ella chocó con su hombro al pasar corriendo a su lado y la hizo tambalearse. Natsu la ayudó a mantener el equilibrio mientras le gritaba que tuviese más cuidado. De repente empalideció.

— ¿Qué es eso...? –masculló sin apenas voz. Lucy giró la cabeza, miró detrás de sí... y casi deseó no haberlo hecho.

Una pared de niebla se desplazaba hacia ellos a una velocidad alarmante, engullendo todo lo que encontraba a su paso. Los alumnos corrían en todas direcciones, lanzaban hechizos al azar o simplemente no veían a tiempo lo que se les venía encima. Para cuando los primeros zarcillos de niebla alcanzaron sus piernas Lucy ya sabía que no podían hacer nada para detenerlo. No había vuelta atrás.

Sin pensarlo, dejó caer la cesta al suelo, cogió el rostro de Natsu y juntó con fuerza sus labios con los suyos.

Los ojos de Natsu se abrieron desmesuradamente, paralizado por la sorpresa.

— Te quiero –dijo Lucy nada más separarse de él–. Siempre.

Natsu pareció quedarse sin voz. Un vendaval los zarandeó conforme aquella niebla desconocida los envolvía.

Ese es mi Imbécil ||Nalu|| Donde viven las historias. Descúbrelo ahora