CAP. 21- Un destello escarlata

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La pesadilla acabó sorprendente rápido.

Cuando Juvia y Levy avistaron a Erza y Natsu saliendo como un vendaval del cuarto, llegaron a un acuerdo con la mirada y les siguieron hasta la enfermería. Allí encontraron a L zarandeando al chico rubio como si no hubiera un mañana mientras el chaval parpadeaba como si acabara de despertarse.

Erza apartó a la chica de mechas con un gesto del bello durmiente y sin miramientos le colocó el filo de la navaja en el cuello.

— ¿Quién va a ser un buen chico y deshacer el hechizo? –canturreó la pelirroja. Él tragó saliva con dificultad, chascó los dedos y lo siguiente que supo Lucy era que hasta la enfermera la estaba abrazando.

Fue todo muy bonito hasta que se desmayó por falta de aire y felicidad, pero como estaba en la enfermería no pasó nada.



[ Y fin.

Gracias por leer mi historia, ha sido muy divertido, les amo, BLA BLA BLA...

Nah, es broma.

Solo que acá termina un capítulo que parecía infinito. Lo bueno acaba de empezar ;) ]



ERZA.

Un enorme bostezo salió de entre los labios de la pelirroja mientras andaba pasillo abajo hacia su próxima clase. Tomó sus libros bajo un brazo y se frotó los ojos con sueño. Maldita presión atmosférica que le estaba dando sueño, maldita tormenta primaveral que no la había dejado dormir y maldita la suerte de la concha de su...

— ¡Ay!

Un fuerte golpe en la frente la distrajo de sus alegres pensamientos. Miró hacia arriba con los insultos en la punta de la lengua. Cuando sus ojos se cruzaron con los del chico olvidó cómo respirar.

— Perdona, andaba distraído –dijo él disculpándose. Se apartó el flequillo azulado de los ojos y le dedicó una mirada de disculpa. El tatuaje rojizo de su ojo derecho quedó a la vista.

Los libros de Erza resbalaron de su brazo y cayeron al suelo junto a su capacidad de hablar.

«¿Jellal?».

Uno de los libros cayó de pico en su pie y la sacó de su ensimismamiento.

— ¡Ay! O sea, hola. ¿Qué...? ¿qué haces tú aquí? –dijo colocándose el flequillo pelirrojo con nerviosismo. Su corazón bombeaba con la rapidez del de un conejo.

El chico pareció confundido. Se agachó a tomar un par de libros.

— Ejem, estudio aquí. Creo que no nos hemos visto antes.

«Puedes apostarlo», pensó ella. ¿Desde cuándo estaba Jellal en aquella escuela?

— Yo tampoco te había visto antes –tomó sus libros con un gesto de agradecimiento. Por unos instantes se instaló un silencio incómodo entre los dos. Erza empezó a sudar–. Y, hum, ¿esa camisa es nueva?

— Esto... no.

Vale... la situación empezaba a volverse rara.

— ¿Estás bien, Jell...?

— ¿Cómo te llamas? –Erza y el chico hablaron a la vez. Él sonrió a modo de disculpa–. Ja ja, perdona. Tú primero.

— Eh, mejor tú primero.

Le regaló a Erza una sonrisa preciosa.

— Me llamo Mistgun. ¿Y tú?

No respondió de inmediato. Erza miró fijamente la mano extendida de Mistgun. Sus neuronas parecían haberse ido de paseo; ¿cómo que no era Jellal? ¿Era acaso su gemelo maligno? ¿Una alucinación causada por el sueño? ¿Su mente jugándole malas pasadas por lo mucho que le echaba de menos?

Ese es mi Imbécil ||Nalu|| Donde viven las historias. Descúbrelo ahora