CAP. 13- Invisible

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L estornudó. Se frotó la nariz preguntándose si estaría poniéndose mala cuando dejó la mano estática en el aire. Empalideció cuando descubrió unas diminutas motas de polvo dorado en la yema de su dedo.

— No me jodas que...

Se giró bruscamente hacia todas partes buscando... No sabía el qué. ¿Qué era? ¿Qué era lo que buscaba? ¿Tan pronto había funcionado el hechizo?

¿A quién... había olvidado?

L se frotó las sienes con desesperación, estrujándose el cerebro intentando recordar. Sacudió el cabello de un lado a otro.

— No, no, no, no, ¡NO!

Juvia ladeó la cabeza.

— ¿Ocurre algo...?

Un grito agudo interrumpió la conversación de las chicas.

— ¡A-alguien se ha desmayado! –chilló una chica señalando a una de las mesas de centro. El rostro de Elena perdió color; echó a andar hacia allá apartando gente a empujones.

Se detuvo bruscamente al ver la persona desmayada y se agachó rápidamente a su lado.

— Roy, joder, otra vez no –a continuación maldijo en coreano. Roy era el chico de antes, el de cabello rubio de punta y facciones duras, pero en ese momento su pelo caía a un lado lacio y sin vida, su piel estaba pálida y las puntas de sus dedos tenían un tono azulado. Fuertes temblores lo sacudían y su frente se hallaba perlada de sudor cuando sonrió trabajosamente antes de perder el conocimiento.

— Ya me lo... agradecerás... –había susurrado tan bajo que solo L, de rodillas en el suelo, pudo oírlo.

— Mierda, mierda, mierda... –murmuraba L posando una mano entre los ojos del chico. Sus ojos brillaron morados de nuevo y una onda dorada se extendió por el cuerpo del chico, aunque no surtió efecto. Alzó la cabeza con brusquedad–. ¡No os quedéis ahí quietos como pasmarotes! ENFERMERÍA, AHORA.

El fortachón amigo de Roy salió de su estupefacción y se dirigió hacia ellos dando grandes zancadas.

— ¡Maldita sea! ¿A quién maldijiste esta vez, Roy? –murmuró L con tristeza a la par que el amigo de Roy llegaba a su altura.

Cogió a su amigo en volandas sin ningún esfuerzo para luego erguirse en toda su altura. Con temor reflejado en sus ojos, se volvió hacia L pidiendo instrucciones.

— Dile a la enfermera que lo necesitamos despierto cuanto antes –L se frotó el entrecejo, súbitamente agotada. Sus ojos habían dejado de brillar y ahora se veían ensombrecidos por tinieblas–. Ve ahora, no hay tiempo que perder.

Más allá, en las mesas, Lucy sacudió la cabeza. El terrible dolor en las sienes había desaparecido lentamente, y entonces se había percatado del revuelo que se había formado en el comedor. Se acercó a los curiosos de puntillas intentando ver.

— ¿Ha pasado algo? –quiso saber, pero nadie le respondió. Arrugó la nariz y visualizó el característico cabello de Juvia entre las cabezas y fue hacia allá.

L estaba junto a Levy y ella; habían agachado las cabezas y parecía que hablaban de algo serio.

— ¿Ya ha pasado más veces? –susurraba Levy frotándose el brazo y sin quitar los ojos del chico desmayado. L se dejó caer en una silla con las manos en los ojos y la mandíbula tensa.

El comedor se fue vaciando lentamente. Todos salían con caras largas, y Lucy sentía curiosidad; ¿tan grave era lo que acababa de pasar?

— Sí. Su poder... es terrible. Hacía años que no pasaba esto, pues después de soltar un hechizo Roy acaba en ese estado del que tarda meses en recuperarse físicamente.

Ese es mi Imbécil ||Nalu|| Donde viven las historias. Descúbrelo ahora