(Isabella en multimedia)
Karma. Eso tenía yo, karma. La bromita del año por histérica se había vuelto en mi contra. Mi padre no olvidó que mi queridísimo hermanastro mencionó que estaba embarazada y por mucho que le dijera que no, que era una mentira, mi palabra valía lo mismo que la mierda de un chihuahua. Así que me sacó a rastras de allí, no sin antes ir donde estaban mis amigos y disculparme con ellos, mientras el dichoso Harry se reía.
Si ya lo odiaba antes, ahora quería asesinarlo. Era normal que mi memoria hubiese querido borrar hasta su nombre. A penas lo nombraba, ni siquiera mi padre lo nombraba en mi presencia y no lo veía desde hacía casi diez años, menos mal. Pero ahora me lo tenía que comer con patatas.
Cuando llegué a casa de mi padre después de que él entrara en razón y creyera que no había ningún ser en mi barriga, fui dando zancadas a la que era mi habitación cuando me quedaba en esta casa. Iba a dar un portazo y lo di... Pero en la cara de alguien.
—Auch.
Me giré con arrepentimiento pensando que era mi padre porque tampoco quería tentar su furia hasta que me di cuenta de que era Harry.
—¿Qué haces?
—¿En serio? —habló con voz nasal pues tenía su mano taponandose la nariz— Eres tú la que está en mi habitación y la que me acaba de dar un portazo en la nariz.
Podía notar como estaba muriendo de dolor.
—En el baño de abajo hay un botiquín. —sonreí sin mostrar mis dientes.
Me miró con cara de pocos amigos y dijo irónicamente:
—Gracias.
Se fue abajo y cerré la puerta lista para echarme en la cama y hablar por el móvil. Al verlo mi cabreo con Harry se hizo más fuerte a ser posible.
Lo dejé de lado en la cama y me fijé en la habitación. Había cambiado notablemente. Mi cama seguía siendo la misma, era una cama nido por mí y por Harry. Aunque eso era cuando éramos pequeños y a mí no me quedaba de otra que venir aquí cada quince días. No era que no quisiese ver a mi padre, no quería ver a Ruby ni a Harry. Bueno es cierto que Harry me daba un poco igual. Cuando traía a sus amigos pasaba de mi y se cabreaba cuando alguno intentaba integrarme a jugar pero cuando estábamos los dos jugaba conmigo a las muñecas. Sin embargo Ruby siempre ha tratado de ser mi segunda madre y no me gustaba. Las dos eran muy distintas. Mi madre era más hogareña, más cariñosa. Ruby era más fría, más viajera y más estricta.
Cuando cumplí los catorce años pude elegir con quién quedarme pero muchos años antes mi padre no se oponía cuando no quería ir. Y cuando iba, Ruby y Harry casualmente se habían ido de viaje, madre e hijo. Él sabía que no estaba cómoda con ellos así que cuando cumplí ocho años acordó con mi madre que me traería cada vez que Ruby y Harry no estuviesen pero podría venir a verme de vez en cuando. A veces me sentía culpable pero simplemente no podía.
Me di cuenta de que hacía tiempo ya no era mi habitación porque colgado en la pared había un marco en negro que decía Harry. Y al parecer era un marco de luces porque tenía un pequeño interruptor. Destacaba mucho porque la pared era lisa y blanca. Lo raro es que un chaval de dieciocho años aún tuviese una cama individual y aún encima doble.
Se me encendió la bombilla y empecé a registrar sus cajones en busca de algo con lo que pudiera defenderme si ocurría el caso de alguna batalla entre Harry y yo. O algo con lo que pudiese tenerlo pillado por los huevos.
—¡Ajá! —saqué una caja de condones de uno de los cajones de la mesita de noche.
¿Y dónde coño tenía sexo? ¿En una cama de niños? Que cutre.
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Para tanto y más ©
Teen FictionIsabella y Harry no se soportan. Se provocan y discuten, discuten y se provocan. Pero teniendo en cuenta que les ha tocado ser familia cuando no han pedido serlo, es normal, ¿no? Hermanastros, ni siquiera eso era válido para Isabella. No quería tene...