Capitulo 4

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Me costó mucho dormir en la noche tanto así que al final tuve que medicarme. Sufría de insomnio desde hace un tiempo y nunca lograba dormir mucho así que el médico me recetó unas pastillas que me provocaran el sueño. Últimamente ya no me hacían falta, hasta anoche.

Desperté más tarde de las diez, sin gana alguna de levantarme, ni siquiera de mirar el móvil. No tenía ánimos para nada y de no ser porque sabía que no podría volver a dormir, seguiría durmiendo. Decidí levantarme solo por ganas de desayunar algo.

Mi madre que siempre se levanta temprano, estaba en el comedor hablando por teléfono. Mentiría si dijera que no me asomé para escuchar de qué hablaba y adivinar quien estaba tras la línea. Después de lo de ayer, estaba muy alerta.

—Bella está muy disgustada, no sé si después de lo de ayer estará dispuesta a pasar el verano con su padre.

La voz de mi madre sonaba apenada, casi decepcionada. Parecía que de verdad me quería lejos. Así que si ya estaba desanimada, esto me dejaba el ánimo por los suelos.

—Lo sé. Gracias por comprenderlo, no puedo dejarla sola y tampoco obligarla. —tras unos segundos mi madre empezó a sollozar— Me preocupa tanto Tom, aún no supera lo de su padre y sufre, yo sé que sufre.

Si había algo que no podía aguantar, que me arrancaba el alma a pedazos, era ver a mi madre llorar. En los diecisiete años que llevo existiendo, la habría visto una vez llorar —cuando yo era muy pequeña— y nunca más la volví a ver así. Un nudo se empezó a formar en mi garganta y lágrimas se acumularon en mis ojos.

Vi como trataba de calmarse y se tragaba sus lágrimas antes de volver a hablar. Mientras tanto yo seguía escondida tras el marco de la puerta, procurando no llorar para no hacer ruido.

—Tendremos que aplazarlo todo. En cuanto esto se solucione os presentaré y haremos ese viaje, te lo prometo. Aunque lo entendería si no quieres esperar más...

No pude evitar derramar las lágrimas. Tom parecía ser el hombre desconocido de ayer en mi casa, el novio de mamá. Planeaba presentarmelo y tras eso irse de viaje con él, seguramente mientras yo estaba con mi padre. Pero dejaba eso por mi culpa. Quizás era su oportunidad de ser feliz y yo no la dejaba.

De pronto se me quitó el hambre y con cuidado pero rápidamente volví a mí habitación. Aún llorando marqué el número de Finneas quién descolgó al tercer timbrazo.

—Dime, corazón de melón. —contestó tan alegre como siempre.

—¿Puedes venir a mi casa? —le dije entre sollozos.

Su tono alegre en seguida cambió por uno preocupado.—Claro pero, ¿qué ocurre? ¿Estás bien?

Oí como se movía y el sonido de las llaves a través de la línea.

—Solo toca mi timbre y dile a mi madre que has venido a verme para enseñarme un juego o algo así.

Colgué y traté de tranquilizarme por si acaso venía mi madre y me veía así. Dejé de llorar y limpié mi rostro húmedo con las manos. En pocos segundos el timbre sonó. Ventajas de que mi amigo sea mi vecino. Escuché la voz de Finneas y seguidamente la de mi madre. Cuando escuché pasos me miré en el espejo de mi tocador para ver si se notaba que había llorado. Por suerte, no se notaba apenas y me volví a sentar en la cama. Si preguntaba siempre podía decir que mis ojos estaban rojos por el sueño.

—Cielo, está aquí Finn. —dijo mi madre tras la puerta.

Mi madre no podía entrar a mi habitación sin tocar a la puerta antes, era una regla que impuse después de que ella también me la impusiese a mí. Si tenía que tener buenos modales que fuese en todos lados, y ella debía dar ejemplo.

Para tanto y más ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora