Después de una hora de hablar con Finn para matar el tiempo me dieron ganas de mear. Finn me quiso acompañar en busca del baño pero no lo dejé y solo me indicó donde era.
Mi vejiga me estaba insultando de mil maneras distintas por no haber hecho caso antes y haber esperado tanto para ir y ya me quiso matar cuando vi que había cola. Por lo que me había dicho Finn, el de arriba estaba cerrado y solo estaba disponible el de la planta baja. Chico listo, mejor que se destroce el baño de invitados.
Lloriqueé apoyando mi cabeza en la pared, siendo la última de la fila y metí la mano entre mis piernas como si así pudiera aguantar más mis ganas. Llegó un momento en el que no podía dejar de mover las piernas. No me dio vergüenza al ver que dos de la cola estaban igual que yo aunque las malditas iban las primeras. Cómo deseaba ser un chico porque la razón de que en esa cola no había ni uno era que podían sacar la churra y mear en cualquier parte de la calle.
—Uff te veo muy mal. —me habló un chico bastante mono pero al que ignoré totalmente.
—¿Qué me darías si te dejo subir al de arriba? —volvió a intentarlo esta vez más cerca para que solo yo pudiera escucharlo. Incluso me enseñó la llave a escondidas, como si me estuviese vendiendo droga.
No estaba en situación de aguantar a un baboso y cómo se pusiese muy pesado me bajaba el pantalón y le meaba en los pies. No era un gran plan, pero el tío llevaba chanclas y yo me quedaría la mar de agusto.
—Oye tío, ¿en serio ligas así con las tías? Porque entonces no me sorprendería que las quedadas con tus colegas las hicierais en un puticlub. —Aún pude utilizar parte de mi encanto pero se me escapó algún que otro quejido por la urgencia. Al menos la que estaba en el baño ya había salido. Una menos.
—No estoy ligando contigo, solo negocio.
Volví mi mirada hacia él, una mirada que demostraba que no tenía humor y que si matara, él hubiera muerto de forma dolorosa. Él se alejó un poco y se rió, levantó sus manos en señal de paz, aún sostenía la llave.
—Está bien, me estás dando mucha pena y yo solo quería ayudarte pero eso me supondría un problema con los demás que también tengan urgencias así que podría hacer una excepción si me das algo a cambio.
Seguí mirándolo bastante mal, no parecía tener muchas luces pero le salvaba su atractivo. Su pelo era largo y muy oscuro, negro diría yo, pero lo tenía peinado hacia atrás, como un Danny Zuko pero sin exagerar. Su tez era morena, sus ojos parecían ser claros pero no distinguía su color debido a la poca luz. Tenía una sombra muy sutil de barba, lo que lo hacía parecer sexy y no tan joven. Su cuerpo era atlético, ni muy musculoso ni tampoco delgado. Y era alto, muy alto. Me pregunté su edad pero supuse que tenía más de dieciocho no solo por la apariencia sino porque según Thalía y Mona los que la invitaron a esta fiesta eran universitarios.
—¿Algo como qué? ¿Mi alma? —bufé, esta vez sin dejar de mirar la puerta del baño.
—De momento me conformo con tu número.
Reí sin gracia y al momento callé, maldiciendo su estampa.
—¿No era que no estabas ligando conmigo?
Respiré un poco cuando la cola avanzó, solo quedaban tres.
—Y no lo estaba, me gustaba una de tus amigas pero ahora siento curiosidad por ti. —eso llamó mi atención y me sonrió todo encantador como si me estuviera haciendo un favor.
Mi cara reflejaba en ese momento sorpresa, sorpresa por cómo alguien podía ser tan estúpido. Me quejaba de Harry pero este podría llevarle ventaja. Se ve que en vez de mejorar con la edad ellos empeoran.
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Para tanto y más ©
Novela JuvenilIsabella y Harry no se soportan. Se provocan y discuten, discuten y se provocan. Pero teniendo en cuenta que les ha tocado ser familia cuando no han pedido serlo, es normal, ¿no? Hermanastros, ni siquiera eso era válido para Isabella. No quería tene...