Esa misma mañana planeé mi entrada triunfal para conocer a los amigos de mi hermanastro, además de hacer otras cosas igual o menos productivas como jugar con el móvil. Mi mente tardó en trazar la manera de avergonzar a Harry, porque no sabía exactamente qué podría avergonzarle. Quizá ser una niñita tonta y superficial daría resultado. ¿Una vestimenta vulgar? Porqué no. Lo mejor sería ver su cara al aparecer cuando supuestamente le iba a hacer el favor de salir de casa.
Lo hubiese hecho, hubiese salido de esta casa como pensaba hacer todas las mañanas y tardes posibles, siempre y cuando mis amigos pudiesen quedar. Pasar el rato yo sola en la calle era aburrido para mí, al menos aquí estaría cómoda en un sofá o en mi cama y tenía mis libros para entretenerme. Si hoy no salía por la puerta era porque al rubiales se le había soltado la lengua.
A la hora de comer evité mantener conversación con él. En realidad siempre lo hacía pero hoy con mucha más razón. Sin embargo su madre, quién había llegado de trabajar al medio día, insistía en mantener una conversación conmigo.
—Isabella, mañana tengo la tarde libre y había pensado en ir de compras. ¿Te gustaría acompañarme?
La tensión se hizo palpable. Sentía como si la gente hubiese acudido corriendo a esta casa tras la pregunta y estuviesen todos observando desde afuera por la ventana esperando mi respuesta.
—Es que... No tengo dinero.
Una excusa pobre pero que se podía dar por válida. Pero mi padre no podía quedarse calladito.
—Cariño, obviamente yo te daría dinero. No una burrada pero sí para unos cuantos caprichos que te quieras dar.
Caprichos. ¿No era que hace unos días mi madre me consentía demasiado? ¿Es que era más válido ser una consentida si era gracias a él?
—De todas formas ya había quedado con mis amigas. Quizás otro día. —sonreí sin mostrar los dientes.
Ruby me devolvió la sonrisa y asintió, no insistió con el tema. Después de eso todos comimos en silencio.
***
Más tarde mi padre se tuvo que ir de urgencia a su oficina, ni quise preguntar por qué ni él se molestó en explicarlo. Ruby volvió a su trabajo como cada día. Teniendo su lugar de trabajo bastante cerca, intentaba comer aquí muy seguido. Gabriel era otro cantar porque vivía para trabajar pero desde que había venido yo a esta casa parecía tener más tiempo libre.
—¿No ibas a salir con Fred? —preguntó el lelo de Harry.
Nos encontrábamos en la habitación. Yo sentada en la silla de su escritorio leyendo un libro y él danzando de aquí para allá buscando algo.
—Se llama Finn. Finneas para ti. —señalé molesta— Lo estoy esperando. —mentí.
Asintió sin poner demasiada atención en mí, seguía con la búsqueda. Separé mi vista del libro para observarlo pues sabía lo que estaba buscando, me había sentado encima de ella. Su cartera. Pero no dije nada porque me estaba divirtiendo.
—Oye, —Dejó de buscar y por fin se dignó a mirarme— ¿No habrás visto por casualidad mi monedero?
Hice una mueca señalando que no tenía ni idea aunque sí la tuviese. Pero contuve tanto la risa que no pude evitar sonreír divertida. Me miró fijamente, luego detrás de mí donde la mesa de escritorio hasta volver de nuevo a mí.
—Levántate, por favor.
—¿Por qué tendría que hacerlo? Estoy leyendo aquí tranquilamente.
Suspiró.
—Levántate, la tienes debajo de tu culo.
La piel se me puso de gallina solo porque mencionó mi trasero. Por dios, Isabella.
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Para tanto y más ©
Teen FictionIsabella y Harry no se soportan. Se provocan y discuten, discuten y se provocan. Pero teniendo en cuenta que les ha tocado ser familia cuando no han pedido serlo, es normal, ¿no? Hermanastros, ni siquiera eso era válido para Isabella. No quería tene...