Capítulo 15

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No sé ni cómo logré conducir hasta mi departamento, solo recuerdo haberme subido a mi auto y de ahí, nada. No pensé que ver aquella escena me afectaría tanto, es decir, no significa nada; pueden ser solo amigos o alguna persona que conoció ese mismo día.

— ¿Qué me sucede? — me recuesto en mi cama con la mirada hacia la ventana — Me gusta pero, no es para tanto — me digo a mi mismo mientras juego con la pelota anti estrés.

— Ya llegamos Eros — me dice Alcides desde el otro lado de la puerta.

— Ajá.

— ¿Te encuentras bien? — pregunta con, creo yo, preocupación.

— Si — le respondo de igual manera, con mi tono monótono.

— Avísame cuando quieras comer, para que me ayudes a cocinar — escucho sus pasos alejarse después de decir eso.

Después de 20 minutos sintiéndome miserable en mi habitación, salgo dispuesto a comer y hacer mi tarea.

Paso por la sala y veo a Patrick escribiendo algo es tu tablet, luego esta Alcides leyendo por millonésima vez Harry Potter y la piedra filosofal.

— ¿Por qué no están aquí las chicas? — pregunto. Desde el cumpleaños de Alcides, han estado aquí todas las tardes al salir de la universidad.

— Así que eso es — habla Dana saliendo de la cocina.

— ¿Qué rayos?

— Estas así por Alicia — continua y se sienta al lado de Alcides — Aunque la verdadera pregunta es...

— ¿Dónde está McQueen? — interrumpe Odette.

— ¡No! — Mira mal a su amiga — ¿Por qué estás enojado con Alicia? — vuelve a mirarme.

— No estoy enojado con ella — les digo, indignado por su suposición.

— ¿Entonces? — interviene Odette.

Antes de que les pudiera contar mi fatídica historia, alguien toca la puerta. Miro a todos, esperando que alguien se levante a abrir, pero al ver que nadie se mueve lo hago yo. Llego hasta la puerta y la abro.

No puede ser.

— ¡EROS! — la chica frente a mi salta y me abraza por el cuello.

— ¡ELENA! — le devuelvo el abrazo de inmediato con la misma alegría.

Elena fue una gran amiga desde que la conocí cuando iba al psicólogo, éramos inseparables, hasta que tuve irme de mi antigua ciudad después de que mi mamá murió; luego de eso perdimos contacto y ya no supe más de ella.

— Cuanto has crecido, en cambio yo sigo igual — me dice con una gran sonrisa mirándome de arriba a abajo.

— Tu cabello creció — lo tomo y paso mi mano por su absolutamente negro y abundante cabello que le llega a la mitad de la espalda. Un día, un niño de 16 años se lo quitó con una rasuradora, cuando teníamos yo 12 y ella 11, después de que se quedara dormida en el campamento al que asistimos.

— Es lo único — reímos.

— Perdón por interrumpir pero, yo también quiero saludar a la pequeña Rapunzel — Alcides me aparta y la abraza. Ese fue el apodo que él le puso cuando se quedó sin cabello.

— ¿Rapunzel? Creí que su nombre era Elena — habla Dana.

— Es una larga historia, se las contaré luego — responde Patrick.

— ¡Pato! — mi amiga lo abraza.

— JA, ella también te dice así — Odette se burla de su novio.

Después de hacer las debidas presentaciones, Odette y Dana se fueron a su departamento, pues Alicia ya estaba allá. Elena se quedó con nosotros y mientras cocinábamos, ella nos iba platicando de lo que había sido de su vida.

Sin duda extrañaba a mi mejor amiga, ella fue una parte importante de mi vida, también tenía un padre que maltrataba a su familia y un día la aventó contra una mesa de cristal, aún tiene la cicatriz en pierna izquierda.

— ¿Por cuánto nos visitas? — pregunta Patrick empezando a comer espagueti.

— No es una visita, vivo aquí desde hace 1 semana — nos dice y todo queda en silencio.

— Esto es increíble, ¿continuaras tus estudios? — le pregunto con iteres y mucha felicidad por tenerla cerca.

— En la escuela de arte, mis pinturas van mejorando.

— ¿Aun quieres ser pintora? Eso es fascinante, tal vez un día puedas hacerme un retrato — comenta Alcides.

— Seguí el consejo que nos dio la abuela Grace — sonríe con nostalgia.

— No abandones lo que amas — decimos todos al mismo tiempo.

La abuela Grace nos dijo eso cuando Alcides casi cambia su carrera amada porque a su padre no le gustaba, ese día él estaba muy triste y no sabía que hacer; si estudiar lo que le apasiona o hacer feliz a su padre, por suerte su abuela intervino y todo se arregló.

— Por cierto — se levanta y corre hasta la sala y regresa con la misma velocidad — Esto es para ti Alcides — le extiende un pequeño paquete cuadrado envuelto en un papel dorado y un moño azul.

— ¿Para mí? — sonríe y lo toma.

— Si, eso dije.

Mi amigo quita el envoltorio con cuidado, abre la caja y de esta saca un pequeño cuadro, es una fotografía de cuando los 4 teníamos 11 años. Aparece Patrick con sus gafas y sonriendo al lado de Alcides, quien está haciendo una cara chistosa y abrazando a mi amigo, después estoy yo usando un pantalón corto y sobre mi esta Elena tapándome un ojo y besando mi mejilla; todos mojados y con el cabello alborotado, fue el penúltimo día de verano y lo festejamos con una guerra de globos de agua. Mi madre tomó esa foto.

— Amé ese día, muchas gracias, Rapunzel — Alcides abraza con fuerza a Elena y esta se lo devuelve.

Terminando de comer al ser ya tarde y todo estaba obscuro, acompañé a Elena hasta su casa, que convenientemente está a dos cuadras del edificio.

— ¿Cómo supiste dónde vivimos? — le pregunto con curiosidad.

— Me encontré a Sebastián el otro día en el centro comercial, pregunté por ustedes y me dijo que vivían en su edificio — explica brevemente.

— Me encantó verte otra vez Elena — le digo una vez que llegamos a la puerta de su casa.

— Y a mí, Eros — nos abrazamos y cierro los ojos, disfrutando de la gran felicidad que es tener a tu única mejor amiga contigo de nuevo.

Después de unos minutos nos separamos y ella abrió la puerta de su casa. Pero antes de entrar voltea a verme.

— ¿Puedo ir a verlos mañana? — me pregunta con una de sus características sonrisas tiernas.

— Seguro, cuando quieras ir puedes hacerlo...también es tu casa — le devuelvo la sonrisa.

— Descansa, Eros — me da un beso en la mejilla y entra.

Me doy la vuelta y camino con tranquilidad hasta el edificio. Cuando llego veo a Alicia frente al elevador.

— Hola — la saludo y me paro junto a ellas esperando al elevador.

— Hola — responde mirándome fugazmente.

— Hace mucho que no hablamos, ¿cómo has estado? — le digo moviendo mi pie con nerviosismo y mirando el piso.

— Bien, gracias por preguntar, Eros.

Llega el elevador pero me quedo en mi lugar mientras ella entra rápidamente, me mira con el ceño fruncido y puedo ver que sus ojos están ligeramente rojos y brillosos.

— ¿No subes Eros? — se hace a un lado y me mira a los ojos.

— No, olvidé comprar algo...te veo luego — miento, me doy la vuelta y salgo del edificio.

La chica que le habla a la luna | COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora