Capítulo 17

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Y aquí estábamos, juntos en el techo del edificio con la luna brillando sobre nosotros en el aniversario de la muerte de mi madre, siendo sinceros el uno con el otro.

— Dime la verdad, Eros, ¿te gusta Elena? — me pregunta mirándome fijamente a los ojos.

— No, ¿volverás a hablarle a José? — no pude evitar preguntar. Ella niega con la cabeza y sonrío.

— No creas que olvidé lo que pasó en la fiesta de Alcides...perdón si te lastime — toma mi mano y entrelaza nuestros dedos.

— Nunca podrías hacerlo, Alicia — beso su mano.

A pesar de la oscuridad, pude ver un ligero sonrojo apoderarse de sus mejillas. Se acercó y me abrazó, había imaginado como se sentiría un abrazo suyo en estas condiciones y déjenme decirles que...la sensación es mil veces mejor.

2 días antes.

Lamentablemente Elena había dejado de venir al departamento hace una semana porque sus clases en su escuela de arte ya empezaban. Honestamente me estado sintiendo muy solo, Patrick y Odette salen constantemente al igual que Alcides y Dana.

— ¿Qué haré? — le pregunto a la foto de mi madre colgada en mi habitación.

Ella está sentada en una mecedora en un balcón, los rayos del sol pegaban en su rostro y ella sonreía, una sonrisa llena de felicidad y esperanza. Faltaban 3 semanas para su boda cuando le tomaron esa foto, 3 semanas antes de que su infierno comenzara.

Sacudo mi cabeza y salgo de mi habitación, si me alejé de ese lugar y salí de esa casa fue para olvidarme de todo lo que sufrimos mi madre y yo, aunque será difícil cuando el día está cerca. Llego a la cocina y saco una lata de cerveza, la abro y voy de regreso a la sala, pero unos gritos me detienen, viene de afuera. Me acerco a la puerta y reconozco esa voz, entonces me doy cuenta de que se trata del mismo hombre que les gritó a las chicas cuando llegaron a vivir aquí; sin pensarlo salgo y abro de golpe la puerta de su departamento, hay muchas cosas tiradas en el piso y cristales rotos, Alicia está detrás de un sofá como si fuera una barrera apretando un cuadro contra su pecho y llorando.

— ¿Quién es usted? — pregunto al hombre del lado contrario del sofá.

— ¡Lárgate niño! Esto no te incumbe — me escupe con enojo.

— Si no sale ahora mismo llamaré a seguridad — amenazo y presiono el botón de pánico en el marco de la puerta.

— ¡A mí no me amenazas! — se acerca a mí y retrocedo un paso.

— ¡DETENTE! — grita Alicia, con mucho miedo y su llanto aumenta.

— Te enseñaré a no meterte en lo que no te importa — levanta sus puños.

— La cuestión es que si me importa — mala idea.

El hombre estrella su puño en mi mandíbula, toco mi labio inferior y veo la sangre que sale de él; intenta repetir el golpe pero detengo su puño en el aire y lo empujo. No puedo golpearlo, quedaría mal. Se reincorpora y se abalanza contra mí, caigo de espaldas y comienza a golpearme en el rostro sin parar, me cubro y solo 2 o 3 impactan en mi cara.

— ¡Detente, papá! ¡Por favor! — Alicia intenta alejarlo de mi pero el hombre la empuja haciendo que caiga y colpee su cabeza con el mueble. Eso no me gustó.

Golpeo el estómago del sujeto y lo aparto, me pongo de pie y lo sujeto por el cuello a su vez que lo golpeo con todas mis fuerzas, fue un solo golpe con mi puño cerrado y el tipo ya estaba en el piso.

— No vuelvas a tocarla — hablo mirándolo con enojo, me doy la vuelta y me encuentro con un fuerte abrazo de Alicia.

— ¡Eros, por dios! No tenías que venir — toma con ambas manos mi rostro y me mira con preocupación al ver mis heridas.

— ¿Cuál es el problema? — llegan dos guardias. Hablaré con Sebastián acerca del tiempo de respuesta que tiene el equipo de seguridad.

— Llévense a este hombre, asegúrense de que el abogado de los Agosti se encargue de él — ordeno.

Los guardias se lo llevan y me quedo solo con Alicia, que sigue mirándome.

— Ven, vamos a mi departamento — tomo su mano y tiro de ella.

Entramos en el departamento y ella se sienta en el sofá, pero inmediatamente se levanta y corre al baño, regresa con la misma velocidad con el botiquín en sus manos.

— Siéntate — me ordena y comienza a sacar las cosas de primeros auxilios.

— ¿Qué sucedió? — le pregunto sentándome frente a ella.

— No hables — comienza a colocar el algodón con alcohol en mis heridas.

No me quejo, he experimentado cosas peores. Mientras me cura, puedo ver de cerca su rostro. Sus hermosos ojos azules, sus labios rozados y su maquillaje ligeramente corrido debido a las lágrimas derramadas; me parece tierno como arruga su nariz al estar concentrada en mis heridas, podría pasarme horas admirando su rostro, tan perfecto.

— Tu madre debe ser una mujer muy bella como para tener una hija tan hermosa, Alicia — dije sin siquiera pensarlo, esas palabras fueron directo desde mi corazón a mis labios.

— Si, lo es — ríe un poco ante mis palabras y a su vez, se sonroja.

— ¿Qué hacía ese hombre en tu departamento?

Se detiene, me mira a los ojos unos segundos y comienza a guardar las cosas en el botiquín.

— Era mi padre, queriendo obligarme a regresar con él porque al parecer ya no puede cuidar de mi madre.

— ¿Qué sucede con tu madre? — le pregunto con cautela.

— Enfermó hace un tiempo, no es muy grave pero necesita atención especial en ciertos días — se encoje de hombros con indiferencia.

— Lo lamento — la veo caminar hasta el baño y cerrar la puerta.

No hablamos mucho en las últimas semanas, no entiendo cómo es que sigue gustándome tanto, cada que la miro ciento que es la primera vez, cada sensación es igual o quizá más fuerte que la anterior y en cierto modo me asusta.

Me acerco a la puerta del baño y la escucho llorar, no puedo soportarlo. Abro con cuidado la puerta y la veo frente al espejo derrumbándose en llanto, gira a verme y no mejora.

Sin tener que decírselo, corre y me abraza. Paso mis brazos por su cintura y la pego más a mí, dejando que se desahogue.

— A veces siento que ya no me queda nada, Eros — dice entre sollozos.

Me quedo callado. Conozco bien esa sensación, el día del funeral de mi mamá le dije lo mismo a la abuela Grace, y ahora ella necesita escuchar lo que yo escuché esa noche.

— Tal vez ahora te sientas así porque has perdido lo que más amabas...pero estas viva y eso lo es todo, para las personas que han sufrido, un mundo de bendiciones es lo que tienen por delante, bendiciones que llegan tarde o temprano y que son para siempre.

Ella alza la mirada, con una mano limpia sus lágrimas pero mi mano no puede abandonar su mejilla, cálida y con algunas ligeras pecas.

— Siento que...eres una de esas bendiciones, Eros — susurra.

— Yo también, Alicia.

Nos mantuvimos así, tan cerca que me era fácil besarla pero no pude, no cuando esta tan vulnerable y podría arrepentirse.

Pero con el simple hecho de que no se alejó ni apartó la mirada, era más que suficiente para saber que, lo que yo siento por ella es mutuo.

La chica que le habla a la luna | COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora