02:00 a.m.
Frío. Mi cuarto estaba frío. La fina tela del camisón que traía puesto apenas lograba matenerme en calor.
No podía conciliar el sueño, dormir me aterraba. Sólo quería despertar.La luz de la luna se adentraba por mi ventana dejándome ver en la oscuridad. Ahí estaba una vez más, sentada en la cama, abrazando mis piernas. Pérdida en el trivial blanco de la pared frente a mí cama. No sabía qué sentir. Llorar, golpear, gritar. Todo en mi se encontraba apagado.
— No deberías ser tan crítica contigo misma.
Mis ojos viajaron por todo el lugar hasta llegar a él. Recostado sobre el marco de la puerta de mi habitación, con ambos brazos cruzados.
— ¿Qué haces aquí? — Cuestioné sin ningún tipo de gesto. Indiferente.
Mark suspiró, en tanto se adentraba en la habitación a pasos lentos. Mi atención se mantenía en un punto fijo. Siquiera era capaz de dirigirle la mirada.
— Sé qué piensas que tú vida parece una mentira — Se detuvo a la orilla de la cama — Pero en realidad nunca fue así. Siempre tuviste la verdad frente a ti.
Por fin posé mi vista en él. Era cierto, siempre la verdad estuvo ahí. Los sueños extraños y constantes, los sucesos inexplicables, las incógnitas sin resolver. Todo. Absolutamente todo siempre estuvo frente a mis narices.
— Sólo quiero que esto acabe — Escondí mi rostro entre el pequeño orificio que sobraba entre mis brazos.
Un peso se hizo presente sobre mi cama, consiguiendo que levantará la cabeza. Mark se encontraba sentado delante, enseñando nuevamente aquel ojo ceniza. Hasta que el canto de las golondrinas alrededor dió de lleno con mis tímpanos, busque con la cabeza la procedencia de este percatándome de que ya no estaba en mi cuarto, si no que en un parque. Había olvidado por completo este parque, solía visitarlo muy seguido de pequeña con papá, él siempre me llevaba a pesar de que quedaba a horas de casa. Los pétalos de los cerezos caían con suavidad sobre las sábanas.
— Esto se sienta tan real.
— Es real, si así lo deseas. — Acercó su mano a mí cabello quitando algo, para luego tomar mi muñeca, depositando un pétalo de cerezo en mi palma — Tú solo decides que es real o no. No existe una realidad absoluta.
Ese lado de Mark jamás antes lo había visto, pero producía una sensación de calma en mi interior.
— Los suyos, ¿Tienen un nombre? — Continúe sin dejar de mirar mi mano.
— Fragmentos — Elevé el mentón viendo como Mark mantenía su vista en el pétalo que estaba en mi mano — No somos humanos, pero tampoco somos agenos a ellos. Lo único que nos diferencia de ustedes es que poseemos ciertas habilidades, y nuestro período de vida es más largo.
— ¿Son inmortales?
Mark soltó una dulce carcajada.
— No. Envejecemos. Solo que nos tardamos más en hacerlo.
El canto de los pajaros irrumpieron en el momento. Ambos seguimos con la mirada en uno de ellos, mientras este volaba hasta otro árbol.
— ¿Qué hay sobre esas habilidades?
— Bueno — Suspiró un poco más tranquilo, a medida que arqueaba su espalda y apoyaba sus brazos en los muslos — Cada uno tiene su especialidad, y dependiendo de ella es que se define el color del cual se tornar nuestros ojos. Claro que no son únicas, se pueden repetir. Aunque las mías son inusuales.
— ¿Inusuales?
— No todos pueden tener más de una sola habilidad, solo los más poderosos las tienen. En mi caso son: Fuerza, Manipulación y Visión.
— Por visión te refieres a que...
— Puedo decifrar cosas que sucederán minutos antes. Así es como siempre logró dar contigo en cualquier lugar — Sonrió cabizbajo.
— No es lo mismo que ver el futuro.
— No. Solo minutos antes. Y cuando quiero verlo.
— Oh.
Bajé la mirada, nunca esperé que existiera algo más. Lo desconocido siempre causaba miedo.
— Tu madre podía ver el futuro en sus sueños — Regresé la atención a Mark, quién continuaba distraído en el paisaje — Pero perdió una parte de su habilidad cuando te tuvo — Mi corazón se detuvo — Es uno de los castigos al entrometerse en la vida de los humanos. Una vez que creas vida con sangre impura, pierdes parte de la tuya. Es por eso que permanecemos ocultos — Volvió a verme — Se podría decir que ustedes son nuestra debilidad.
— Entonces puedo.
— Matarme.
— ¿Por qué?
— Eso está de más. Ahora en lo único que debes preocuparte es por Han — La ilusión del parque desapareció. Llevándonos de vuelta a la habitación — Él es el jefe. Y es capaz de hacer hasta lo imposible por hacer valer sus reglas. Incluso poner en peligro a los suyos.
El oscuro del lugar se hizo presente con más intensidad, y con ella el negro de sus ojos. Me gustaba esta faceta de él. Mark siempre fue muy distante, nunca pude comprender o siquiera decifrar su manera de pensar, y verlo de esta forma ahora, tan dispuesto a mostrar su ser. Ponía mi presente de cabeza. Sus ojos, sus labios finos, su ligero cabello. Fue entonces que entendí que en la única realidad en la que quería estar era en donde existiese él.
Me senté sobre mis piernas a medida que apoyaba mis manos en la cama, hasta él. Sentía una necesidad insaciable de tocarlo. Tomé su rostro con mis manos, logrando que se trastocara ante mi acción.
— ______...
Sin dejarlo terminar lo besé. Nunca me creí capa de cruzar la línea de esta manera, pero Mark realmente me traía mal, había algo en él que me incitaba a hacerlo. A arriesgarme. Sentí como sus manos presionaban alrededor de mis caderas, mientras yo me sentaba encima de sus piernas. El tacto de su cabello en mis llemas era tan febril. Su respiración cada vez se volvía más pesada hasta que me sostuvo con fuerza por la cintura posicionándose encima de mi. Acomodó mis muñecas por sobre los costados de mi cabeza para después mirarme fijamente.
— Lo siento. No. — Frunció el ceño — No puedo.
Se levantó rápidamente desapareciendo por la puerta. Dejando ese aire de soledad del cual ya me había acostumbrado. Aquel vacío hiriente que sólo él sabía saturar.
ESTÁS LEYENDO
"Love On The Brain" † Mark Lee & Tú † [TERMINADA]
FanficDicen que el destino decide tú camino: tú pasado, tú presente y tú futuro. Es tan poderoso que incluso decide a quien deberías amar. ¿Acaso él era mi destino? Entonces, porqué le temía tanto a la idea de que lo fuese, y a la vez...le temía a que dej...