Miraba su dulce rostro mientras dormía. Sus largas pestañas, sus mejillas con pecas, un ligero tono rosado decorándolas, sus labios rojizos y carnosos. No puedo dejar de admirar su belleza. La tenía entre mis brazos, desnuda. La sábana beige era lo único que nos cubría.
Empecé a dejar suaves besos por sus mejillas y ligeramente rocé mis labios con los suyos, consiguiendo una pequeña queja como respuesta. Dirigí mis besos hasta su cuello con ganas de más.
-Julian déjame dormir- dijo de repente muy bajito, con la voz ronca.
Me alejé de su cuello para mirarla de forma inocente.
- Buenos días a ti también, preciosa- digo, haciendo el amago de acercarme a sus labios, a lo que ella se aleja poniendo sus manos en mi cara.
-Déjame dormir- dice molesta y me da la espalda.
Solté una risita ya que su queja con ese tono de niña pequeña me puede. Dejo besitos en su hombro mientras acaricio su abdomen suavemente. La verdad es que estaba deseando volver a casa para tener estos momentos con mi chica. Ayer tuvimos amistoso contra Austria, que jugaba de local, y además ella estuvo unos días visitando a su familia en Turín.
No dejo de repartir besos por su hombro y a veces por su cuello, por lo que, al ver que no me rindo, se da la vuelta con una sonrisita adornando su cansado rostro.
-Eres muy pesado- dice en bajito acurrucándose más cerca de mí.
-Es que te he echado mucho de menos, hermosa mía- susurro encima de sus labios y termino por besarlos, suave y lento, sé de sobra que le encanta que la bese así.
-Y yo, bebé, pero quiero dormir- ese puchero final me derrite por dentro.
Me acerco de nuevo para besarla, deleitándome con su cuerpo, dejando que mis manos lo acaricien despacio, mi tacto algo frío contra su suave y caliente piel. El beso sigue siendo igual de suave y tranquilo, no hay prisa.
-Venga que te dejo dormir, me voy a la ducha- aviso separándome, apartando la sábana y sentándome en el borde de la cama.
-¿Me despiertas y ahora me dejas con el calentón para irte a la ducha? Eres increíble, Brandt- dice enfadada a mis espaldas, a lo que yo respondo con una risa escandalosa.
Al girarme, de nuevo me da la espalda y fallo en el intento de darle un beso en la mejilla porque nada más sentir que me acerco se tapa con la sábana hasta la coronilla. Me dirigo al baño con un sonrisa coqueta.
No me molesto en cerrar la puerta y me meto directamente en la ducha, dejando paso a que el agua caliente me relaje. Me echo champú sobre una mano y me masajeo la cabeza, una sensación de relajación recorre mi sistema. En lo que me aclaro la cabeza escucho algo desde la habitación que me deja helado: gemidos. Termino de aclararme la cabeza y salgo rápido la ducha, cogo una toalla y me la envuelvo alrededor de las caderas para abrirme paso a la habitación.
Y ahí está ella, desnuda, sobre nuestra cama, con dos de sus dedos dentro de ella y gimiendo suavemente, aunque lo suficientemente alto para que yo la escuchara, para que sólo yo la escuchara. Se retorcía de placer y por cada segundo que pasa sus gemidos iban en aumento y sus movimientos son más rápidos. Dejo caer la toalla y mi miembro me golpeó el estómago, cierro los ojos y envuelvo mi mano en él, esparciendo con mi pulgar el líquido preseminal para empezar a masturbarme con los gemidos de mi novia de fondo.
Me acerco al borde de la cama y volví a abrir los ojos.
-Brandt, ven aquí y tócame, por favor- pide con desesperación. Gimo alto cuando me llama por mi apellido, sabe perfectamente que me pone mucho que lo haga, y más con lo que está haciendo.
Me subo a la cama y me posiciono sobre su cuerpo mientras la beso, con pasión, dejando que nuestras lenguas se acaricien. Entre ese agitado beso mis dedos hacen todo el trabajo por ella. No dejo de acariciarla, cada vez más rápido, alternando mis besos: en sus labios, en su cuello, en sus grandes pechos; hasta que, sin esperármelo, se corre gritando mi nombre.
Aún con la espasmos de su reciente orgasmo y la respiración entrecortada deja un casto beso cerca de mis labios y hace que me tumbe. Ahora la tengo sobre mí, dejando un rastro de besos desde mi cuello hasta mi vientre donde va bajando muy despacio hasta mi miembro. Pasa de él y deja suaves besos por mis muslos internos a la vez que sus ojos hacen contacto con los míos.
-Nena, no seas mala- le digo en un susurro, intentando empujar su cabeza para que su boca empiece a hacer maravillas. Deja besos desde la base hasta la punta para metérselo de lleno. Intento no hacer demasiada presión sobre su nuca, pero estoy tan absorto de placer que no puedo controlar mis movimientos; embisto su boca sin ser brusco, sin cortar el contacto visual, se ve tan inocente.
Aumento el ritmo agarrando su pelo, deseando llegar y correrme entre sus labios. Sigo escuchando sus suaves gemidos, que me llevan a la gloria. Cuando me recupero me apoyo sobre mis codos y llevo el pulgar izquierdo hacia su labio inferior, haciendo que abra la boca. Me dedica una sonrisa coqueta.
-Ahora, ¿vas a volver a pasar de mí o vas a hacerme el amor?