Libre

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La noche se ha vuelto mucho más fría con el paso de los días. Con mis manos aferrándose a la cálida tela, mire a Pearl, su semblante suave y su lindo rostro a la luz de la luna, me recordaban a los días pasados.

Nos sentamos en una pequeña mesa en el jardín trasero. Las sombras que se formaban en el rostro de Pearl me hacían sentir aún más frío. Ella suspiró delicadamente, dejó a un lado las estrellas y bajó su mirada a la mesa de madera.

– Creí que no te encontraría – sonrió.

– ¿Por qué no lo harías? – mire hacia el cielo.

– No lo sé – contestó – creo que una parte de mi recordaba tu odio por las fiestas.

Una risa profunda apareció en mi, tenía razón, sinceramente, aún odiaba las fiestas.

– Bueno, creo que aún las odio.

– ¿Mucho ruido? – sonrió.

– Muchas hormonas de adolescentes también.

Cuando Pearl soltó una carcajada, comencé a reír junto a ella. Y en medio de las sonrisas, nuestras miradas se encontraron por primera vez en la noche.

Y el rostro de Pearl entristeció y mi corazón también lo hizo.

– Te busqué en realidad – me miró – no tengo idea de por qué, pero mi corazón te anhelaba.

– El mío también lo hace – Sonreí discretamente – todos los días te extraña.

– Creo que nos despedimos muy pronto.

– Lo sé – y entonces me sentí tan feliz – aún hay cosas que debemos decir y escuchar.

Pearl reprimió una sonrisa, trago saliva y se abrazó a sí misma, su cuerpo enfermo y su cabellera larga se veían tan frágiles en el viento.

– Pensé en muchas cosas en ese entonces, cuando discutíamos, me decía a mi misma que debía seguir adelante, por ti, por mí – me miró – por nosotras.

Se abrazó aún más, el deterioro de su cuerpo era doloroso ante la vista, sus mejillas hundidas y su fail cabello ondeando en el viento, me hacían querer ir y abrazarla.

– Y… – su voz tembló – Pensé sobre nuestro hijo, lo imaginé en tus brazos, te imaginé a mí lado – y Pearl parecía romperse – imagine a lo que pudo ser una familia.

Y lloré, lloré por tantas cosas, lloré por mí, por mi hijo, por un amor libre que había perdido, lloré por Pearl. Lloré por qué anhelaba sus palabras, sus besos y sus abrazos. Lloré por qué me sentía libre, por que, aún que ya no había amor entre nosotras. Pudimos ser una en nuestras confesiones.

Porque aún nos queríamos y quizá el lazo que nos mantenía unidas aún estaba ahí, tal vez de una manera cariñosa, pero aún estaba.

– Tengo sueños donde somos nosotros tres, sabes – aclaré mi voz – veo a una niña, con ojos azules y un rostro pecoso como el tuyo. Y te veo a ti, a nuestra pequeña familia y se siente tan cálido y nostálgico – limpie mis lágrimas – quizá no era nuestro destino y está bien, quizá ahora somos personas diferentes, tal vez por el pasado, pero. Mi alma se siente libre ahora.

Pearl secó sus lágrimas y sonrió.

– También la mía – miro hacia el cielo, su mirada perdida entre las estrellas – muy pronto estaré allá, quizá sola, quizá acompañada de una pequeña pecosa de ojos azules.

Sonrió y mi corazón lo hizo con ella.

Y ahora lo sabía, Pearl no estaría aquí por mucho tiempo, se iría. Mi primer amor moriría y yo me quedaría aquí, mirando a las estrellas.

– Si logras encontrarla – mire hacia las estrellas y volví a hablar – Dile que la amo.

PiecesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora