Veinticinco

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CÓMO SER UN DESASTRE Y REÍRSE EN LUGAR DE MATARSE

Autoproclamarse como desastre no es algo que surja de un día para otro.

Ser un desastre es llevar tu vida por el camino que crees correcto para después virar en sentido contrario, ponerlo todo patas arriba, y al final volver a donde estabas sólo para empezar de cero y reprocharte lo que has perdido por seguir esa intuición tuya.

Ser un desastre es estar siempre ocupado con la nada, escuchando lo que no deberías y haciendo aviones con los deberes importantes, pero también es pasarla bien, porque quien se tome la vida tan enserio muy probablemente se lleve una sorpresa amarga.

Yo lo tengo claro: Soy Lidrane, y soy un desastre.

Tenía trece años cuando empecé a sentir los síntomas de la depresión, pero era muy chica y estaba muy desinformada como para saber que de eso se trataba. Un año más tarde todo empeoró: mi familia dejó de ser familia, y yo me convertí en una versión que se aferraba al pasado.

Empecé a cortarme los brazos poco tiempo después. Me odiaba, y así era con todos los que me rodeaban.

Una persona llegó a mi vida tiempo después, jurando amarme como nadie, y a falta de amor propio y la ausencia de mi familia, acepté las migajas de quien bien pudo haber estado peor que yo. Así mi mundo terminó por derrumbarse.

Abrirle la puerta a un torbellino te deja con todo el interior hecho pedazos.

Cuando rompió conmigo, culpándome por su vida de mierda, terminé por odiarme más. Los cortes que me hacía para reprenderme se volvieron un daño que me provocaba a diario, porque él, y lo podrido que llevaba dentro, me decían que lo merecía.
En ese lapso me odié todavía más y me desprecié profundamente. Nada de mí me gustaba y muchas veces quise quitarme la vida, intentándolo sólo una vez.

No quería vivir, no de esa forma.

Desde siempre me sentí como un fracaso, dado a todo lo que iba viviendo no podía concretar nada. La salida del túnel no se veía cerca, y todo el cuerpo me dolía hasta que empecé a escribir.

Siempre había llevado diarios conmigo, pero no llevé la escritura a un sitio en concreto hasta que quise contar mi propia historia, esta que ustedes leen ahora. Necesitaba desahogarme con alguien que no me juzgara de inmediato ni me viera llorar, así que me refugie en las paginas de una libreta, y no me detuve hasta que me sentí satisfecha, permitiéndome ser tan explicita como quería.
Hacerlo me dejó desenmarañar lo que llevaba atado al cuerpo de forma sofocante, y las ganas de morir se iban... pero después volvían más fuertes, y cuando ni la escritura podía ayudarme, ahí estaban mis hermanas: las mejores hermanas del mundo.

Gracias a ellas aprendí a reírme de mí misma, a que el dolor no dura tanto y a no tomarme la vida tan enserio. Y así fue como reír se volvió en un salvavidas.

Y es que ellas siempre encuentran la manera de reírse de lo que sucede, bueno o malo, siempre le buscan el lado divertido a la situación, y de no ser así desde hace mucho tiempo que me hubiera rendido, porque sí, todos tienen una vida difícil, y no quiero tirarme al piso ni pelear por el mejor peor lugar, pero hubo un tiempo en el que las cosas aquí estuvieron peor que nunca, y nuestra única salida fue reírnos de lo doloroso que era salir de una e inmediatamente caer al poso otra vez, porque muchas veces era más profundo que el anterior.
Aunque sí, hemos pasado por tanto que en ocasiones no es divertido y la risa se nos termina, pero luego pasa el tiempo y nos deja saber que nada dura para siempre y enseguida se dispara una risa.

Cómo ser un desastre y reírse en lugar de matarse nace de ahí: de tener suficiente con el dolor provocado por los supuestos adultos a cargo, por el desamor, las inseguridades y la vida.

Reírse es liberador, y que llegue nos dice que estamos listos para soltar, para crecer y mejorar. Porque ser un desastre no está condicionado al fracaso, podemos equivocarnos y caernos mil veces, pero que mejor que sacudirnos, sobarnos, pararnos y reírnos de ello.

CÓMO SER UN DESASTRE Y REÍRSE EN LUGAR DE MATARSEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora