Seis

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LUNA

Cuando era pequeña, mi familia solía mudarse mucho, lo que implicó a que saltara de una escuela a otra.

A los siete años, en mi tercera escuela, conocí a una niña llamada Antonia.

Solía burlarse de mí por todo: por mi estatura, por mi cabello, por la manera en la que pintaba... en fin, por todo, y un día me hizo llorar en el salón; recuerdo haberle pedido que me dejara en paz, le expliqué que lo que me decía me lastimaba, y ella, mientras se reía, me pidió que me callara.

Pocos días después entró una niña nueva a la escuela: Luna, vestida con un suéter de peluche gigantesco y peinada con ligas de colores brillantes. Era de esas niñas que sonreía a sus anchas, presumiendo sus brackets, que irradiaba color y amabilidad.

Nos hicimos amigas muy rápido, y a los pocos días Antonia empezó a hablarme, a pedirme que me sentara junto a ella y a invitarme a su casa un par de veces. Me alejó de Luna poco a poquito, pero eso yo no lo noté porque, lo más evidente para mí era que ella y su ejército de niñas crueles, habían dejado de molestarme... pero la verdad era que había caído en una trampa.

Un día, en el recreo, comía sentada a un lado de Antonia y vi a Luna acercarse. Recuerdo haber levantado el brazo para pedirle que se sentara con nosotras, y al mismo tiempo Antonia le dijo algo a otra niña.

Luna dudaba entre si acercarse o no porque Antonia había empezado a molestarla, pero ahí estaba yo, así que terminó por hacerlo y antes de poder sentarse Antonia gritó:

<< ¡Qué asco! El suéter de Luna tiene mocos>>

Todos los niños estallaron en risas. Luna se congeló en su lugar y yo la miré. En su suéter no había nada, pero la niña que estaba a un lado de Antonia la siguió y empezó a gritarle a Luna que le daba asco porque ella también veía su suéter lleno de mocos, y a eso le siguieron los demás.

A partir de ahí los ataques a ella siguieron y siguieron, hasta que un día su mamá apareció en su lugar, y le informó a la maestra que estaba ahí para recoger sus cosas porque iba a cambiarla de escuela.

Un par de días después de que Luna se fue, fui a casa de Antonia. Trabajábamos en una tarea o algo por el estilo, cuando su mamá la llamó y se fue con ella al comedor:

Recuerdo que la empezó a regañar porque la mamá de Luna se había quejado en la escuela y habían mandado a llamarla; entonces empezó a gritarle tanto que me asustó y me acerqué a ver lo que pasaba. Antonia se reía, como burlándose de lo que le decía su mamá, pero la señora se veía muy enojada y seria. De repente le dijo: <<cuando se entere tu papá, vas a ver cómo te va>>, y los ojos de la niña se llenaron de lágrimas.

Yo seguía parada ahí, incomoda y asustada en partes iguales, así que decidí irme. Tomé mis cosas, pero antes de salir la señora me preguntó:

<< ¿A ti, tus papás te regañan? >>

<< No. >>, respondí con honestidad.

<<Pues a Antonia su papá le pega>>, dijo su madre, como si aquello fuera lo más normal del mundo. Luego apuntó a una esquina con su cabeza y me giré para mirar. Había unas maderas rotas recargadas en la pared. <<Con eso>>, siguió <<Le pega con eso>>.

Me fui de ahí sintiéndome extraña. Al día siguiente Antonia no me habló, los días que le siguieron tampoco y así fue hasta que me cambié de casa y me fui de ahí.

A ella también la lastimaban, pero al contrario de mí, a ella la lastimaban sus padres. Las personas que se suponía debían cuidarla.

Nada justifica el odio que le tiramos a los demás, porque nuestras palabras, así sean cortas, llevan peso. Y aunque yo las he usado para defenderme, sé que también he lastimado a alguien con el odio que sentía por mí, al creerme lo que otros dijeron sobre mí.

Ese es el mayor problema con el bullying, que si no lo detienes se vuelve una cadena y lastima hasta que el daño que se hace ya no se puede reparar. Y sí, hay que cuidar lo que decimos, pero también lo que no, porque el no haber negado lo que se decía de Luna también estuvo mal.

Mi silencio hasta el día de hoy me molesta mucho, y por ello ya no me he vuelto a callar cuando me encuentro con situaciones así.

En mi cabeza, aunque no repara lo que hice, es mi forma de disculparme con ella.

CÓMO SER UN DESASTRE Y REÍRSE EN LUGAR DE MATARSEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora