EL DÍA QUE SUPE QUE SANTA CLAUS NO EXISTE
Corrían los primeros días de diciembre, yo tenía quizás ocho años cuando mi prima me dijo que mis padres habían comprado los regalos de navidad y que los tenían escondidos en el carro. Así me enteré que eran ellos ese personaje de traje rojo y barba, y fue... bueno, un tanto decepcionante.
Creo que esa fue la primera mentira que les descubrí. Si no me equivoco, fue esa la primera vez que atrapé a mis padres siendo deshonestos conmigo, con una de esas mentiritas blancas, las que se creen inofensivas.
Si esta es la primera vez que escuchas que santa claus no existe, te pido una disculpa. Supongo que enterarte de esto por aquí ha de ser más decepcionante en comparación con mi pequeña historia, pero también tengo que decirte que no es conmigo con quien deberías molestarte... solo digo.
Aunque bueno, yo no recuerdo haberme molestado con mis padres por usurpar la identidad de santa claus por ocho largos años. Creo que sólo me dejó perpleja la historia de ese hombre inexistente. Pero hay que ser honestos... ¿Qué clase de hombre mayor vive en el polo norte y fabrica juguetes que luego entrega una vez al año a niños bien portados? Además, todos conocimos a un niño que no se portaba bien y recibía regalos... desde ahí tuvimos que haber sospechado algo, pero la verdad es que no estamos prestando atención a los detalles, sólo a la fantasía, y claro, también a los regalos.Siempre he sido fanática de la ficción. Desde muy pequeña me han gustado las películas, y aunque no descubrí la magia de los libros hasta mucho después, mi imaginación casi siempre me dio historias increíbles, y digo casi porque cuando no lo hacía, me llevaba a pensar cosas hirientes, como por ejemplo que era adoptada.
Era algo imposible, si contamos que tengo la misma estatura de mi madre, los ojos de mi padre y también su nariz. Soy algo así como una combinación de ambos, pero cuando era pequeña no veía eso... yo solo notaba algo extraño en ellos dos, una distancia kilométrica que me decía que, quizá, yo no era su hija biológica. Y también que tenía una hermana gemela malvada... pero esa es otra historia.
Con el paso del tiempo todo se resolvió en mi cabeza, y dejé de pensarlo sólo porque crecí y me di cuenta de la verdad. Y es que eso es algo que viene con la edad; mientras más creces, más notas las diferencias de una cosa y otra, más se te abren los ojos, y la verdad parece seguirte a donde quiera que vas, consiguiendo así en ocasiones torturarte, porque, la mayoría de las veces, tras la verdad, viene un dolor que en muchas ocasiones deja una marca imborrable.
Pero eso sí, no hay que culpar a la verdad, pues todo el daño lo causa la antagonista: las mentiras, y claro, también la persona que las dice.Descubrí que mi vida no era como creía a los trece años, cuando mi papá me confesó que tenía una amante; íbamos en el coche de regreso a casa, me había recogido de casa de mi abuela, donde me gustaba esconderme y pasar largas temporadas con mis primos. Semanas antes de irme a casa de mi abuela mi mamá me había dicho que sospechaba algo raro en la actitud de mi papá, pero no se explicó bien y yo no quise darle rienda suelta a mi imaginación y por esa razón fui a refugiarme donde mi abuela.
Llevaba días enteros escuchando las palabras de mi madre, sus miedos, sus inseguridades y suposiciones, pero nada de eso hacía que me hablara con claridad, hasta que bueno, mi papá lo hizo, y así de fácil todo lo que creía conocer de mi familia se desmoronó.
Es curioso cómo algo que involucra solo a dos personas puede lastimar a muchas más; irónicamente, quienes salen más lastimados la mayoría de las veces cuando se presenta esa situación, son los hijos, y es injusto.
Ahora, sabía la verdad, pero mi padre, esforzándose para que lo entendiera bien, me pidió que no dijera nada porque, según él, aquella mujer no era más que una amiga con la que le gustaba pasar el tiempo, y tan era así, que él mismo iba a contárselo a mi madre, pero claro, esa no era más que otra mentira en su lista de mentiras.
Hasta la fecha no sé porque decidió contármelo a mí, supongo que sintió la necesidad de explicarse conmigo por ser su hija, y si no la tuvo de la misma manera con mi madre, bueno, fue porque había dejado de quererla.
No voy a contarles cómo se destruyó su confianza y cómo terminamos siendo una familia disfuncional, porque esa no es mi historia. Lo que quiero contarles aquí, o de lo que quiero hablarles, es del peso de las mentiras:
Luego de que mi madre se enterara de todo, algo entre nosotras se rompió. Empezó a separarnos algo invisible y oscuro que, hasta mucho tiempo después, pudimos derrotar, pero fue doloroso y muy cansado.
Mi vida cambió por completo. Una mentira que empezó de la boca de alguien más, se convirtió en mi verdugo, transformó a mi familia y la rompió en miles de cachitos de los cuales, muchos ya no encontramos.
Y de esa mentira siguieron muchas más, muchas que yo misma me dije para poder seguir, muchas que dolían cargar y otras más que prefería creer como verdaderas para así, mínimo imaginar que estaba en otro sitio, que me pasaban otras cosas, pero a la larga, claro y cómo siempre, mentirme y mentirle al mundo no hizo más que destrozarme.Hay gente que dice una que otra mentira para salirse con la suya, que lo hace de forma inofensiva, sin lastimar a nadie y solo para proteger, pero desde mi experiencia, creo que ninguna verdad va a doler más de lo que duele una mentira. Y no quiero sonar a coach motivacional, pero solo tenemos una vida como para llenarla de mentiras y cuentos que sin duda alguna van a caerse porque las mentiras son tan frágiles como las hojas que el viento arrastra en el otoño.
Se desvanecen, se hacen polvo y se revuelven en el aire. Dejan de existir con la misma velocidad con la que se crean, porque son una fantasía, algo tan irreal que no puede sostenerse por más empeño que le metamos a nuestra historia, y solo sirven para la ficción... y aun así, a veces incluso salen debiendo.
Sigan el ejemplo de Pinocho, no digan mentiras porque les crecerá la nariz, se los comerá una ballena y al final seguirán siendo un niño de madera... digan la verdad y, pelen por ella.
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CÓMO SER UN DESASTRE Y REÍRSE EN LUGAR DE MATARSE
No FicciónEsta es la historia desastrosa -que se vuelve cómica- de mi vida. En este conjunto de relatos, te cuento mis recuerdos y experiencias, que viajan desde mi primer corte de cabello, hasta mi desastroso aterrizaje a los veintes; el caos del primer amo...