Diecisiete

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La adultez y su falso retrato

Para algunos de nosotros ser adolescente resulta una tortura que creíamos imparable. Es como esa lluvia ligera que aunque no termina de mojarnos, nos molesta.
Yo sobreviví a la adolescencia creyendo que ya nada podía ser peor, pero como si se tratara del vasallaje de los veinticinco en los juegos del hambre, ahora me toca enfrentarme con la adultez...
oh la adultez: un paraíso idealizado lleno de nubes, arcoíris y buenas decisiones. Una utopía. El oasis. La patada certera para entrar a un mundo de terror donde ahora sí, todo se trata de sobrevivir.
Cuando era pequeña me urgía crecer para hacer una vida a mis anchas; el mundo nos dice que para ser felices hay que realizarnos, y por ese dulce viaje de la realización se encuentra de lleno la adultez, que tiene que suceder gracias a la biología y naturaleza del ser humano, y con eso no tengo problema; para mí, el bache es la imagen que nos invitan a crear. Nos dicen que a partir de los dieciocho podremos decidir sin la intervención de nuestros padres, y la libertad para nosotros, que la tenemos tan cerca y al mismo tiempo tan lejos, es tentadora. Pero al contrario de lo que nos dicen, no seremos adultos apenas llegar a dicha edad, porque crecer, y ser un adulto, es distinto.
Una vez empiezas a crecer, es fácil olvidarte de lo que te hace feliz, porque vamos en busca de lo que creemos tenemos que alcanzar para ser el adulto que siempre hemos soñado ser.
Tener una casa, un coche y un empleo que pueda costear ambos, no solo es cansado, si no frustrante si no llegas a lograrlo antes de determinado tiempo, porque sí: por alguna razón nos apuran y resulta que el que lo consiga todo primero, gana. Aunque no se sepamos muy bien qué.
Crecer y convertirse en adulto no solo es sobre entender cómo funciona el SAT, también es reconocer que seremos un aliado o bien un obstáculo más para nosotros mismo; es aprender a soltar, aceptar, y conocernos tal cual somos, porque sí, entre más crecemos, más auténticos nos volvemos.
Ser adulto es llegar a tu yo más cercano con la conciencia de que siempre puedes cambiar, porque la vida sigue y el mundo nunca deja de girar.
Es entender que el tiempo vuela, que es importante y al mismo tiempo insignificante.
Se trata de disfrutar de los pequeños detalles y también de los recuerdos. Es aferrarnos a nuestro hobby, abrazarnos a nuestro lugar seguro y saber, sobre todo, que cualquier error que cometamos lo corregiremos sobre la marcha, porque aún estamos en un proceso de crecimiento, y ese no se acaba hasta que la vida termina.
Nos venden la idea de la adultez como una meta increíble, como si se tratara de un final épico y soñado, pero la realidad es que es apenas el comienzo (y de verdad se siente como volver a empezar), con la diferencia de que tenemos ya una que otra experiencia que puede ayudarnos.
Crecer y ser adultos son dos cosas distintas, al menos para mí, aunque ninguna es más importante que la otra, porque lo cierto es que van de la mano. Creo que la clave de esto está en no perderse demasiado, e intentar aferrarse a la idea de que todo estará bien, pues lo mismo pensábamos de la adolescencia, y ya ves... aquí estamos.

Aquí estoy.

CÓMO SER UN DESASTRE Y REÍRSE EN LUGAR DE MATARSEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora