"Mis viajes me han llevado por diversas aldeas, caminos, valles y montañas, sin embargo, nunca presencié una destrucción tan pacífica como la que encontré en Yligon, 'el reino fantasma', como le han llamado algunos supersticiosos.
Mientras escribo esto y tomo un descanso antes de explorar las ruinas, me encuentro frente a la puerta que accede a la ciudad por el sur.
Desde aquí se aprecian calles vacías, y puertas abiertas, como si un terrible saqueo durante meses hubiese llevado este lugar a una desolación silenciosa.
Pero no. Todo el mundo lo sabe. En lo que tarda el sol en asomarse y esconderse, Yligon dejó de existir, como si sus habitantes hubiesen decidido al mismo tiempo abandonar todo e irse sin dejar rastro.
Quizá las supersticiones están justificadas."
Día 23 del mes del roble, primer año luego de la caída de Yligon.
-Diario de viaje de Willhelm, alquimista real de Opirion.
Ya hacía cuatro meses y medio que el alquimista había abandonado su patria bajo el encargo de ayudar a esbozar un nuevo mapa del pequeño continente de Obrosh que actualizara el trabajo de los viejos eruditos. Viajaba desde Opirion, al sureste, recorriendo el borde costero, haciéndose paso hacia el norte. Ahora, a mitad de camino, le correspondía explorar la ciudad muerta, la "ciudad fantasma" de Yligon.
"Desde el comienzo sabía que terminaría aquí", pensó antes de entrar, luego de escribir en su diario, "Soy un hombre de ciencia, mi mente no debería estar perturbada por tales cosas, sin embargo, el misterio que envuelve a este lugar escapa de toda explicación razonable".
Sus colegas alquimistas habían emprendido viajes en otras direcciones. Al principio le alegraba que el sorteo hubiese dictaminado que el Este fuese suyo, después de todo, aquellas costas de Obrosh eran extremadamente rocosas y, como bien sabía, era raro que las rocas cambiasen de lugar o que alguien decidiera asentarse en ellas, por no decir que podía darse el lujo de ser más laxo con los detalles, después de todo, nadie viaja por las rocas, pues no existe una gran cantidad de poblados cercanos al mar en este lado del continente.
Yligon significaba la cereza sobre el pastel para Willhelm, su curiosidad intelectual por el estado de la ciudad y la idea de poder encontrar secretos importantes entre sus ruinas (básicamente, una forma amable de hablar de un "saqueo de eruditos") lo habían entusiasmado al comienzo del viaje. Ahora, frente a las puertas de la ciudad fantasma, no estaba tan seguro, y tras dar los primeros pasos bajo el umbral norte, inclinaba la cabeza en señal de respeto por lo que alguna vez fue esta gloriosa ciudad.
El hombre de veintinueve años iba a pie, llevando de las riendas a su caballo, el cual estaba cargado de pequeños bolsos a los costados de la silla de montar. Por su parte, el amo del animal vestía la túnica corta de color verde esmeralda, que era el símbolo de su oficio, bajo ella se veían unos sencillos y anchos pantalones de lino que terminaban por unirse a unas botas de cuero con pequeños grabados de hojas y flores. Al cinto llevaba una espada corta y, entre los pliegues del pecho de su túnica, una daga escondida. Cruzada sobre el pecho llevaba la correa del bolso de cuero que colgaba a la altura de su muslo izquierdo y que se balanceaba con cada paso. Los últimos rastros de sol de otoño brillaban ese día sobre sus cabellos y barba rubia en candado.
Una vez recorridas varias calles de Yligon, Willhelm notó dos cosas. La primera fue que, si bien no había rastros de personas en todo lo que había recorrido, sí se veían animales que usualmente eran domésticos vagando por la ciudad, como gatos, perros, gallinas y, aunque muy pocos, animales de ganado. Lo otro que el erudito pudo concluir de la primera parte de su recorrido era que esto definitivamente no era un saqueo, pues la destrucción era mínima, las puertas de la ciudad se encontraban abiertas y sin daños, y, a pesar de haber algunas casas afectadas por algún incendio, parecían ser incidentes aislados más que un patrón generalizado.
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La perdición de Yligon
FantasyYligon, alguna vez un próspero y poderoso reino, ha desaparecido. De la noche a la mañana, los caminos de adoquines, las humildes casas de madera y las grandes torres de piedra han quedado desiertas, sin un alma que pueda contar qué ha ocurrido. Un...