Willhelm V

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"La comodidad de una cama, una mesa y comida caliente hecha con ingredientes frescos se ha vuelto un lujo, a pesar de que en otro momento fue algo normal para mí.

Han sido días tranquilos, al parecer no hay noticia sobre nuestra fuga de Costa Rocosa. La alarma que despertó Alina se debía a algo distinto. Se ha hecho amiga de un caballero de su tierra, le he sugerido que es extraño ver a alguien de la guardia real vivo, es necesario saber cómo escapó del misterio que aquejó a Yligon, pero no he logrado convencerla de plantear esa pregunta.

Para peor, Tobías Páramo se ha mostrado hostil, pienso que no le gustan los extranjeros, pero él es uno en Puerto Naranja, así que no tiene sentido."

Día 12 del mes del toro, primer año luego de la caída de Yligon.

-Diario de viaje de Willhelm, alquimista real de Opirion.


―¿Se le ofrece algo más, mi señor?

―Estoy bien por ahora, pero, por favor, no me llames así.

―Como diga, mi... Como diga.

El joven se retiró apresuradamente sin hacer contacto visual, dejándolo solo en la estancia.

Willhelm se asomó por el amplio ventanal. Al fondo se veía el puerto con enormes barcos, algunos cargando y otros descargando; un poco más alejado de la costa, hacia el norte, resaltaban botes pesqueros que levantaban redes llenas de pescado. Las calles de Puerto Naranja eran todas de adoquines de color gris, mientras que aquellos que se ubicaban al centro del camino tenían un tono anaranjado que resaltaba bajo el sol. Las casas que se veían eran bastante distintas entre sí, muchas de ellas eran de piedra. Hacia los límites de la ciudad destacaban enormes construcciones similares a castillos, algo poco común fuera de un reino, pero razonable si se consideraba que en ese sitio estaban varias de las familias más ricas del mundo.

Se sentó en una silla acolchada junto al amplio ventanal sosteniendo una copa de vino tinto, se dio cuenta de que la última vez que lo había probado fue durante su primera para en Costa Rocosa, hace meses. Sintió el sabor ácido y amargo, no pudo identificar de dónde provenía la bebida, nunca había aprendido a hacer eso.

A pesar del cambio bruscamente positivo que significaba pasar de dormir bajo algún árbol a tener una habitación propia en el palacio del gobernador de la ciudad, no podía evitar sentirse intranquilo. La primera vez que llegó a ese lugar buscaba saber el motivo por el cual apresaron a Alina, y terminaron acogiéndolos como invitados. Si bien su anfitrión era formalmente el Príncipe Mercante de Puerto Naranja, todavía no lo habían visto y ya llevaban una semana en el lugar. A quien sí había visto era al caballero Ser Tobías Páramo, según Alina, uno de los nueve paladines de Yligon. El caballero era un hombre serio y silencioso, a Willhelm lo incomodaba su mirada fría, parecía ser de esos hombres que ven y saben mucho, pero hablan poco.

―Dos semanas ―había dicho Alina luego de que los acompañase al bosque―, solo necesito dos semanas. Estás a punto de terminar tu mapa, ¿verdad?, ¿qué tiene de malo pasar dos semanas descansando de un arduo viaje en un lugar tan elegante como éste?

A él no le había quedado más alternativa que aceptar, después de todo, sería descortés rechazar la invitación de hospedaje, toda vez que ésta provenía del mismísimo gobierno de la ciudad.

"Y Alina se ve tan animada...". Todos los días estaba muy activa: salía por las mañanas a entrenarse con espada y escudo en el patio de armas con Ser Tobías; luego de comer por la tarde, volvía a salir para entrenarse en el combate montado, golpeando un objetivo con la lanza mientras galopaba a alta velocidad, según ella, se le daba bien montar; finalmente, por las noches se dedicaba a intentar descifrar las letras que describían viejas historias para niños. El primer día, cuando volvió de su entrenamiento, la joven le había pedido que le ayudara a leer.

La perdición de YligonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora