―¿Ya decidiste la ruta? ―preguntó Carmina sentada a la sombra de un pino.
―Más o menos ―respondió él―, todavía no sé si confiar en estos mapas, puede que en los últimos dos siglos hayan cambiado muchas cosas, ¿te gustaría ir por la costa?
―Creo que debemos ir por la costa, lo mejor será evitar el camino de los reyes humanos ―respondió Sinaht.
―Estoy de acuerdo ―dijo ella―, además la costa no se puede perder de vista, no cambia con los años.
―Cierto ―afirmó Azur―. Bien, entonces está decidido, cabalgamos al anochecer.
Ya habían pasado tres noches desde que pidiese una audiencia ante el consejo. Los cinco sabios representaban a cada una de las antiguas sociedades élficas, además de los líderes de las comunidades esparcidas por El Bosque. La sala de audiencias estaba ubicada en una cueva bajo la tierra, los muros parecían decorados por gruesas y retorcidas raíces que se entrelazaban y aferraban entre sí. Las pocas luces visibles provenían de las manchas de musgo que emitían un brillo verdoso, el cual era suficiente para ver siluetas en la oscuridad, lo que le daba un aire de misticismo a la cueva. Ahí no se necesitaban antorchas, a diferencia de él, los elfos podían ver en la penumbra. La estancia tenía una forma redondeada y, al fondo de la misma, había una sección separada por una cortina de enredaderas con grandes hojas que impedían ver hacia el otro lado, pero que, entre los destellos verdes, dejaban escapar cinco siluetas.
―Habla ―dijo con tranquilidad una voz femenina de tono muy tenue, la silueta de en medio.
―He escuchado los rumores ―hizo una pausa, quería que pensaran que esos rumores se referían a su expulsión―. Creo que es un asunto preocupante y no he podido eludir la necesidad de comparecer ante vuestras excelencias.
Se escucharon susurros, veía como ahí, tras las enredaderas y sentados ante una mesa, los cinco se inclinaban para compartir sus ideas.
―¿A qué rumores te refieres? ―preguntó con firmeza una voz masculina y grave, el segundo de derecha a izquierda, sabía por la voz que ése era Auro, el padre de Carmina.
―La desaparición de la ciudad humana.
―Ah, sí, una tragedia ―dijo una voz de anciano al borde izquierdo de la mesa―, qué podremos hacer al respecto, eso es algo que no sé.
―Tienes esa larga barba para nada, está claro que el chico pidió la audiencia porque tiene algo en mente― interrumpió una voz aguda que casi parecía de niña y que estaba ubicada al extremo derecho. La única respuesta que se escuchó fue una tos un poco exagerada.
―Así es, sabios del Bosque, vengo a ofrecer una solución. Los simples rumores no traerán la verdad a nuestras puertas, necesitamos ver directamente qué ha ocurrido en esa ciudad espectral.
Otra vez hubo instantes de murmullos.
―¿Propones que, tras siglos, enviemos elfos a las tierras humanas? ―inquirió con tono seco una última voz femenina, ubicada entre el anciano y la sabia de en medio―. Se esperaría que tu educación hubiese cubierto esa parte, no sugieras estupideces.
―Propongo que me envíen a mí ―declaró Azur con calma, sabía que eso los confundiría y así fue, los susurros volvieron, pero él interrumpió―. Solo necesitaré una pequeña escolta, será un viaje de ida y vuelta al lugar. Si los rumores son ciertos, no habrá humanos y buscaremos con calma, si los hay, nos retiraremos luego de un breve reconocimiento en terreno.
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La perdición de Yligon
FantasyYligon, alguna vez un próspero y poderoso reino, ha desaparecido. De la noche a la mañana, los caminos de adoquines, las humildes casas de madera y las grandes torres de piedra han quedado desiertas, sin un alma que pueda contar qué ha ocurrido. Un...