"Diez días han pasado desde que nos volvimos fugitivos, siendo totalmente honesto, no pensé que fuese a ocurrir de esta forma, parecía más factible que a uno de nosotros se nos olvidase la historia o que el emblema de la ciudad fantasma quedase al descubierto por accidente.
En estos momentos nos dirigimos hacia el norte, descansaremos en Puerto Naranja antes de seguir.
Hasta ahora, los mapas van bien, he notado que los pocos cambios dicen relación con la desaparición de aldeas producto de la caída del reino de Yligon, lo cual me hace pensar que la fecha para llevar a cabo esta actividad fue demasiado precisa, un par de años antes habríamos omitido estas diferencias."
Día 31 del mes de la serpiente, primer año luego de la caída de Yligon.
-Diario de viaje de Willhelm, alquimista real de Opirion.
―¿Sigues pensando en eso? ―preguntó.
La noche en que escaparon de Costa Rocosa, Alina reía a carcajadas, pero cuando ya se encontraron lejos del poblado, guardó silencio hasta el día siguiente. Esa noche Willhelm la escuchó sollozar en silencio. Posteriormente, por la mañana, le contó lo que había ocurrido en la playa y en la posada, había intentado aparentar desinterés, pero a él le parecía evidente que se había asustado mucho.
―¿En qué?
―En lo que nos forzó a escapar.
―Ah, eso...
La culpa se hacía presente en su fuero interno, a pesar de que ella era su escolta, sentía que él también debía cuidarla. No podía quitarse del pecho la sensación de que, al invitarla a viajar con él después de encontrarla suspendida en el hielo, había asumido el compromiso de mantenerla a salvo. Ese día se descuidó y no debía volver a pasar, lo asumía como un error propio.
―Tuve miedo ―dijo de pronto, mientras cabalgaban hacia el norte―. Me molesta pensarlo, pero es verdad, no tuve cuidado.
―No es tu culpa... ―empezó a responder.
―Lo sé, lo sé, pero pude reaccionar mejor, no debí confiarme en un territorio enemigo.
Costa Rocosa sería un territorio enemigo para él también ahora, a estas alturas, todo el pueblo sabría que dos extranjeros provenientes de Yligon se infiltraron, comieron y bebieron entre ellos.
"No hay forma en que pueda alegar que yo no era de Yligon y, ¿para qué?"
Mira la melena corta que ya no le llegaba ni a los hombros. Ella le había explicado que tuvo que cortarla para escapar y que planeaba usar el cabello de ese largo de ahora en adelante, pues era mejor para combatir. Se dio cuenta de que lo estaba mirando.
―¿Son todos así?, me refiero a... a ustedes ―dijo de forma entrecortada―, ustedes cuando... cuando desean a una mujer.
―No, créeme que no –se apresuró a responder―. Hay todo tipo de criminales en este mundo y tú te topaste con uno, pero no todos van a ser como él.
Alina no respondió.
Más tarde se encontraron con un río, viendo los viejos mapas, Willhelm supo que era la Pequeña Lanza, una ramificación del que llegaba hasta Costa Rocosa. Al tomar las notas correspondientes, es decir, "sin cambios", el alquimista pudo notar también que ya estaban casi a medio camino de Puerto Naranja, lo que le sorprendió.
ESTÁS LEYENDO
La perdición de Yligon
FantasyYligon, alguna vez un próspero y poderoso reino, ha desaparecido. De la noche a la mañana, los caminos de adoquines, las humildes casas de madera y las grandes torres de piedra han quedado desiertas, sin un alma que pueda contar qué ha ocurrido. Un...