Amélie II

13 1 15
                                    


"Yligon, tan temible, misterioso e irrelevante en Obrosh. Algunos escritos antiguos mencionan la llegada de sus habitantes por el Mar de Gentes y hablan de terribles enfrentamientos. No eran gente particularmente astuta ni de tácticas avanzadas, sepan las Hermanas cómo lograron navegar en mar abierto. Lo destacable de esa gente fue la forja de armas hechas de un acero tan pálido que parecía plata. Eso y la magia, claro.

Cuando los yligoneses o, como se dice que solían llamarse, los 'seguidores de Ylig' atacaron a los elfos, éstos no estaban nada preparados para hacer frente a sus lanzas de fuego. Todavía en una era temprana de las tierras de Obrosh, los hombres eran vistos por los elfos como simples bestias pensantes y, si bien hay registros que confirman que nos entregaron muchas innovaciones, también hay razones para creer que lo hacían por simple entretención. No son desconocidas las historias que hablan de humanos tenidos como mascotas por elfos, aunque no hay forma de confirmarlo.

Estas criaturas, que se veían como superiores, se vieron en necesidad de aliarse con los hombres de lo que algún día sería Opirion para hacer frente a esta nueva amenaza.

No queda claro cómo terminó la guerra. Algunos hablan de Mario el Humilde, que se sometió ante los Opir tras ver cómo sus curanderos trataban tanto a aliados como a enemigos.

Durante la Gran Tala, hace ya casi un milenio, las espadas flameantes de Marco Ylig fueron cruciales para tomar el corazón de las tierras élficas, haciéndolos retroceder hacia el Norte tras verse acorralados contra las Saetas Heladas.

Fuera de lo anterior, Yligon no se ha visto directamente envuelto en conflicto alguno, a diferencia de otras tierras, como Delarion y Garridion, durante los constantes conflictos por tierra y por mar, que eventualmente llevarían al llamado Siglo Inútil, aunque eso es otra historia.

Definitivamente Yligon pasó a un segundo plano y cayó en un abismo.

¿Por qué?"

Noche relinchó y frenó la marcha de golpe. Un zorro se había cruzado en su camino, se detuvo para mirarlas antes de correr entre la hierba. La montura se asustó más que ella, así que intentó calmarla con caricias en el cuello. Al poco tiempo estuvieron en marcha otra vez. El Camino de los Cuatro Reyes no tenía tránsito alguno, la última cara que vio fue la de Lord Ferrera despidiéndose en los deslindes de Paso de Montaña. Sabía que a medio camino estaba El Escudo, con sus villas aledañas.

"Según Lord Ferrera, esas tierras estarán vacías, pero nada se pierde con intentar". Se había repetido esas palabras varias veces en los últimos días, pero lo cierto era que cada vez le costaba más creer en ellas. La esperanza comenzó a morir realmente cuando por fin alcanzó El Escudo, la ciudad que mediaba entre la capital y Paso de Montaña, construida en torno al gran camino para proteger el centro del reino.

Grandes muros de piedra le dieron la bienvenida. El portón de madera que daba acceso a la ciudad estaba abierto a tope y dejaba ver una calle adoquinada y vacía. La princesa ingresó a pie mientras llevaba a la yegua por las riendas. A cada lado cobraron forma diversos edificios, todos con las puertas derribadas, algunas de ellas tenían rastros de forcejeo alrededor de las bisagras, otras estaban destrozadas por hachazos menos sutiles. Miró dentro de algunos lugares que parecían almacenes o tiendas, pero nada halló. La gente del Escudo se había llevado todo.

"O lo saquearon", consideró observando nuevamente las puertas rotas.

Varios callejones salían de aquella avenida principal. No quiso explorar ninguno, todos se veían abandonados y, al no estar empedrados, no eran más que pasillos de lodo, nada bueno para su montura.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Jul 31, 2019 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

La perdición de YligonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora