Alina III

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"¿Ya es otoño?", pensaba mientras cabalgaban, "Eso quiere decir que queda poco para mi día del sol, ¿cuántos cumplo?, ¿dieciséis o diecisiete años?".

Desde que Will había mencionado el otoño, se quedó absorta en esa clase de pensamientos, era la primera vez que pasaría un día del sol sin su familia y fuera de su hogar. Recordar los viejos tiempos hizo que se le humedecieran los ojos. Hace poco su mente había viajado hacia el recuerdo de Esme, su hermano mayor, sobre todo cuando hablaba de caballería. Alina y su hermano habían hecho la promesa de llegar a hacer el juramento de caballero apenas pudieran, sin embargo, Esme se había enamorado y había engendrado un hijo, por lo que su preocupación principal era ser el sustento de su familia.

"Por eso se convirtió en soldado, no quería dejar de servir a Yligon ni a su familia. A pesar de romper tu promesa, hay honor en eso y lo respeto."

El último día que la muchacha recordaba, el día en que volvieron las fuerzas yligonesas a la ciudad, no había visto a Esme entre los soldados. Pudo haberlo perdido de vista entre tanta gente, pudo haber estado herido en una de las carretas, pero no lo vio. Si estaba muerto o si había sobrevivido ya no eran temas de importancia pues de esas tierras ya no quedaba nadie. Nadie excepto ella. En ese momento, la chica sintió el peso de ser la única representante de Yligon en el mundo.

Los pensamientos que habían surgido durante el viaje la tenían ocupada, así que no se preocupó mucho de pelear con Will cuando éste le dijo que debía interpretar el papel de su hermana bastarda. A decir verdad, más le dolía ocultar los emblemas de su patria, pero sabía que debía hacerlo, esa gente había sufrido mucho a manos de las tropas que llevaban esos colores, definitivamente el alquimista tenía razón en ese aspecto. Alina había escondido la sobrevesta y el escudo entre las pieles que usaban para dormir al aire libre, pero aún llevaba puesta la cota de malla y los guanteletes.

―Bien, da igual, entremos ―dijo, sin ningún interés en cambiar su rol.

Costa Rocosa era más grande que un simple pueblo, pero era pequeña si Alina la comparaba con una ciudad.

"Bueno, solo conozco una ciudad."

―Ha vuelto, mi señor ―saludó un anciano encorvado que llevaba una red de pescar enrollada en el hombro.

Will sonrió con calidez.

―Por favor, llámeme Willhelm, no soy un lord ―le corrigió―, he vuelto con mi hermana, pero solo estamos de paso.

―Ya veo, que las Hermanas los bendigan a ambos ―dijo, mientras su mirada se movió hacia ella.

Alina hizo una pequeña reverencia desde arriba de Troncos y el hombre siguió su camino. Se dio cuenta de que no le agradaba estar ahí, se le revolvía el estómago y no sabía por qué. La joven mantuvo silencio durante el recorrido, pero se forzó a mirar a su alrededor. Las calles principales eran anchos caminos empedrados, sin embargo, ellos se desviaron hacia una calle más pequeña, con puestos de comerciantes a cada lado de ella, la cual consistía en un camino de tierra más angosto, por lo que tuvo que cabalgar tras Willhelm para permitir el paso de los transeúntes que se movían en la dirección opuesta. La mayor similitud entre ambas calles eran las casas, la mayoría obedecía a un diseño similar: un solo piso, hecha totalmente de madera, forma cuadrada en la base y triangular en el techo. Muchas de esas casas tenían tablas manchadas de negro junto a otros maderos que parecían ser más recientes y, en varios casos, en lugar de una casa, había grandes espacios vacíos entre viviendas, algunos de los cuales eran ocupados ahora por algún comerciante a modo de tienda al aire libre.

La perdición de YligonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora