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"Por fin"

Capítulo 16

Aristóteles había muerto en busca de su amigo.
No tengo idea si fue locura o desesperación. Quizá fue amor.

- Los jóvenes están completamente locos — llegó un hombre que se veia próximo a los 30 años — Me presento, me llamo Efac, te acompañaré en tu viaje.

- ¿Siempre que alguien muere pasa ésto? — preguntó Aristóteles mirando a su al rededor.

- Lo sé, es una flojera enorme recibir a toda la gente que lastimosamente se va de la vida y llega acá — miró las muñecas de Aristóteles con gran asombro — ¿Qué te pasó muchacho? Déjame adivinar, ¿suicidio? Uh, uh — se puso su dedo en la barbilla mientras pensaba en una palabra — eres suicida!

- No — rió — no soy suicida, soy alguien con el corazón totalmente roto y también arrepentido.

- Eso me suena a suicida.

- Olvídalo Efac, ¿De casualidad conoces a un chico llamado Cuauhtémoc López?

- ¿Crees que aquí todos conocemos a todos? Déjame decirte que estás en lo correcto — rieron y ambos chicos aparecieron en un campo totalmente verde con millones de árboles y un cielo totalmente azul, las nubes bailaban sobre tu cabeza y algunas de ellas te podían despeinar por tan cerca que estaban de ti — Describelo por favor.

A lo lejos vió una ventana que flotaba sola sobre el pasto y comenzó a caminar hacia ella ignorando lo que le habían dicho.
Por cada paso que daba lejos de Efac, éste desaparecía entre las nubes.

Se asomó a la ventana y vió a su madre llorando sobre su cuerpo totalmente frío arriba de su cama.
No pensó ni un segundo en su madre ni en su padre, tampoco pensó en su hermano ni en su club de teatro.
Solo pensaba en aquel chico que llegó a su vida tan repentinamente y que de igual manera se fue.

- ¿Cuánto tiempo de diferencia hay entre su muerte y la tuya? Porque supongo que estás aquí en busca de alguien — preguntó Efac llegando junto a él.

- Un año exactamente.

- ¿Es él? — sacó una foto de su bolsillo, era la misma foto que Aristóteles tenía antes de morir, la que tomaron Fermín y Galván en el viaje, la que tenía plasmado el amor, inconscientemente, que sentía él por Temo.

- ¿Dónde la conseguiste? — se la quitó

- Oye chico, es de mala educación arrebatar las cosas. Se te cayó mientras caminabas hasta la ventana.
Esa ventana siempre está ahí para distraerte un rato, cuando tratas de entrar vas directo al lado malo por arrepentirte de tu desición.

- ¿Crees que Cuauhtémoc haya tratado de entrar ahí?

- No creo, por lo que sé lo recibió Laia, Laia hace que las personas quieran quedarse.

- Que raro — miró la foto — él murió en un hospital llamado "Laia"

- Mira, ahí viene ella! Laia! Laia! — corrió hacia la niña alegremente — ¡Por fin tengo alguien a quien guiar!

- No tienes que dejarlo solo, mensito.

- Está por allá, se llama Aristóteles — lo señaló


- Efac! Es de mala educación señalar a las....— se quedó callada mientras lo miraba — espera, ¿Aristóteles dijiste?, ¿Aristóteles Córcega? — se veía ilusionada

- Creo que sí — le hizo señas indicando que fuera y llegó — ¿Tu apellido es "Córcega"?

- Sí, Aristóteles Córcega.

La niña pegó un grito de felicidad y sacó la misma foto que tenía Ari en su bolsillo.

- ¿Eres él? — lo señaló en la foto — Cuauhtémoc López te ha esperado por todo un año.

Al escuchar aquello, Aristóteles sonrió y preguntó por él.

- Se encuentra de maravilla, es el mejor chico que pueda existir.

- Lo sé, es mi mayor tesoro — rió.

- ¿Quieren ir con... —alguien la interrumpió.

- ¿Aristóteles? — era Temo con una sonrisa enorme dibujada en su rostro — ¡Aristóteles! — con lágrimas en los ojos corrió hasta donde estaba el Córcega y ambos se fundieron en un abrazo.

- Te extrañé tanto Temo — no podía dejar de llorar de felicidad por poder abrazar de nuevo a su mejor amigo — fue un infierno estar sin ti.

- Aristóteles, ¡Te amo! — se soltó del abrazo y tomo el cuello de éste entre sus manos — Te amo, te amo demasiado y te he amado todo este tiempo que pasé sin ti.

El Córcega hizo lo mismo pero después le besó.

Le dió un beso, fue su primer beso.
Esperaba que lo tomara como el inicio de una guerra donde en vez de balas se utilizaran besos.
Quería llenarse de besos.
Qué importaba si tenía que pagar la cantidad más estúpidamente elevada solo por probar una vez más sus labios.
No importaba nada, porque todo lo que para él era una prioridad, justo ahora le estaba besando.

Dicen por ahí que quién está destinado a ti llega siempre en su debido momento, que no hay que apresurar las cosas. Cada quién está donde debe estar en el momento que debe pasar y con la persona con la que se debe de encontrar.

Al terminar aquel beso, el Córcega le dió cada una de las cartas que en algún momento escribió para él.
Cuauhtémoc las tomó junto con la mano de Aristóteles y comenzaron a caminar sin rumbo fijo.

Vaya que estaba siendo el inicio de un nuevo comienzo.
Su nuevo comienzo.

Anoche te soñéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora