"Funeral"Capítulo 14
Aristóteles se encontraba sentado en el corredor de aquel hospital.
Habían pasado ya tres días desde el funeral de su amigo y él no dejaba de visitar la habitación donde aquél dió su último aliento.- ¿Sigues aquí muchacho? — preguntó un doctor acompañado de una enfermera — ayudalo a levantarse — dio la orden y se fue
- Vamos chico — le sonrió pero aún se podía notar la lástima en sus ojos
Aristóteles se levantó aún sin poder hablar y caminó con ayuda de aquella enfermera hacia la cafetería para después sentarse en algún lugar de ahí y ahogar sus penas con, quizá, un café bien cargado.
- Todo me lo recuerda — rió mientras bebía de su café — él hacía un café muy rico. De hecho él trabajaba en una cafetería, yo siempre iba a verlo en su hora de trabajo y la verdad yo odio el café pero él hacía que no lo odiara.
- Vas a estar bien — le dio un trozo de pan que se encontraba en la bandeja sobre la mesa — si quieres desahogarte puedes venir a mí y hablarme de tu amigo.
- No — acompañado de unos ojos tristes se hizo una mueca en su rostro al decirlo — no te quitaré tu tiempo, adiós — se levantó y se fue sin importar lo que la amable enfermera le estaba diciendo.
Estaba totalmente devastado.
Había tristeza en él, en su ser.
Tenía una expresión que al verla sus penas se volvían tuyas.
Las personas simplemente lo ignoraban y fingían que todo estaba bien pero, ¿Quién está bien después de perder lo que más quería en el mundo?Jamás se hubiera imaginado perderlo de esa manera porque siempre se vio a su lado aunque jamás lo demostró.
Lo perdió por cobarde.
Esa es la palabra correcta. "Cobarde"
Después de todo lo que hizo Cuauhtémoc por él no quedaba más que agradecerle.
Un amor puro y sincero no llega a tocar las puertas de tu corazón así como así.Y vaya que Cuauhtémoc tenía mucho amor por darle a su mejor amigo.
De ese amor que te hace mejor persona y de ese amor que hace que tu corazón quiera salir de tu pecho sólo para gritarle al mundo que ha encontrado un tesoro más grande y valioso que cualquier montón de diamante y oro.
De ese amor que sólo se ve una vez en la vida, que aguanta de todo con tal de no perderte pero que cuando se va ya no piensa ni siquiera en voltear hacia atrás.De ese amor que Aristóteles Córcega perdió por no aceptarse.
De ese amor que por parte de Cuauhtémoc, o más bien de su vida, ha terminado.
Mientras tanto, el amor que siente Aristóteles se hace cada vez más grande conforme los días pasan y va de la mano con el crecimiento de su ausencia, de la ausencia de quien un día fue su mejor amigo.
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Anoche te soñé
ContoQué no haría yo por darte un último abrazo. Qué no haría yo por tenerte conmigo otra vez.