Ya no pienso en ello

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Me encontraba siendo besada por Alejandra contra su escritorio, mis brazos alrededor de su cuello y las suyas sobre el antes mencionado. Era miércoles ya y el día de ayer –martes- había ido al médico como me lo pidió, me dijo que había mejorado bastante, y es que así se sentía. Aun molestaba solo un poco al caminar, sin embargo gracias a los cuidados de Leo, más que nada el fin de semana, mi tobillo se encontraba de maravilla.

Alejandra había ido a mi casa el viernes y lunes a visitarme de nuevo, ayudándome también con el cambio de vendas, con el francés y su compañía que aunque no era tan larga como desearía me encantaba. Como siempre.

Las cosas tanto con Alejandra como con Leo habían mejorado maravillosamente, y en mi cabeza ahora solo existía la manera de estar bien y pasarla felizmente con los dos, dejando totalmente en segundo plano el daño que les estaba causando a ambos.

Por su parte Alejandra no ha vuelto a sacar el tema, sin embargo cuando llegaba a casa podía ver la tristeza y duda en sus ojos al cruzarse con alguna foto de Leo y yo juntos, de vacaciones, cuando compramos la casa, en nuestra época de universidad incluso con mis padres. Y aquello me partía el corazón, porque ella ni Leo se merecían aquello, y lo sabía, lo sabía bien. Pero por alguna razón no podía detener aquello, los sentimientos por ambos eran lo suficientemente fuertes para hacerlos igual de importantes para mí y mi día a día. Estaba en una especie de crisis existencial al respecto, a la cual tampoco quería prestarle demasiada atención.

Leo jamás pareció darse cuenta de que Alejandra o alguien iba a casa en la tarde aquellos días, o si lo notó no dijo nada al respecto, si quiera cuando me llamaba y, seguramente a propósito, Alejandra comenzaba a besar mi cuello y mejillas, haciéndome, y soy consciente de ello, comenzar a actuar raro, hablando rápidamente y solo queriendo cortar la llamada

-Bien, para, debo trabajo que hacer - pedí alejando con mis manos a Alejandra, una risilla presente - Es sospechoso que haya venido solo a traer unos papeles y siga aquí.

-Tienes razón, solo me haces perder la cabeza con tus besos para luego irte - bromea, acariciando mis hombros y luego mis mejillas, su toque cálido y suave, amoroso.

-Lo recompensaré ¿bien? tenemos que volver a salir - me apoyo en una de las manos que sigue en mi mejilla, la sonrisa aun en mis labios.

-Solo si prometes no salir corriendo esta vez - bromeó, ganándose un empujón juguetón de mi parte.

-Vale, vale, ahora si parto de nuevo a mi trabajo - digo levantándome del escritorio y arreglando la falda que llevaba aquel día - tú también debes continuar con lo tuyo.

-Mañana podrías quedarte un poco más, te seguiré ayudando con el francés - sugirió, también arreglando un poco su camisa suelta y cabello.

-Sería maravilloso, aún hay cosas que se me dificultan pronunciar y más recordar - me quejo suspirando pesadamente.

-Mejoraras bastante, tenlo por seguro, has aprendido tan rápido que me sorprendes, toda una chica intelectual y aplicada - se acercó a darme un último beso antes de que saliera de allí.

Estaba segura de que aquella sonrisa boba duraría todo el día.

Apenas estuve fuera, corrí al baño para arreglar mi maquillaje. Solo tenía que retocar mis labios para que nadie se enterase de todo lo que sucedió dentro de su oficina.

El día pasó más rápido de lo que se podía esperar, todo el mundo empezó a salir rápido como siempre lo hacían al cumplirse su horario laboral, Leo me había llamado más temprano y como siempre iba a pasar para recogerme. Alejandra lastimosamente salió después del almuerzo por lo que no podría despedirme de ella.

¡¡No me gustan las mujeres!!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora