Desperté con el abrumante sonido de la alarma, dando vueltas en la cama para poder apagarla y acercándome al lado contrario de la misma buscando calor.
Sin embargo, en menos de lo que esperaba me encontraba en el suelo junto a un ruido seco que resonó por toda la habitación. Había caído al suelo y el dolor de cadera no se hizo esperar, agradecía el hecho de que no se volvería insoportable, pero maldecí al sentir punzadas en la cabeza, esperaba no volviese aquella migraña.
Mi mañana apenas había comenzado y ya iba de mal en peor sin siquiera salir de la habitación.
Las sabanas se habían enredado en mis piernas a causa de las vueltas que di en la cama y la reciente caída, las desenrede de estas y me levante, mirando la cama y luego la habitación. Recordando por qué había caído.
Había dormido sola, había peleado con Leo. Y allí extrañé sus besos tiernos por todo mi rostro y sus caricias en la espalda, entregando aquel calor satisfactorio antes de levantarme de la cama.
Si, definitivamente mi mañana iba de mal en peor.
Y sentí como mi corazón se estrujaba, haciendo chillar mi pecho por el dolor. Dolía demasiado amar, era un hecho, y más cuando las cosas empeoran por culpa propia.
Pero no, no podía decaer ahora, no podía sentarme en la esquina de la cama y llorar, solucionaría las cosas y volvería a ver aquella sonrisa que iluminaba mis días.
Sacudí la cabeza para eliminar todos aquellos malos pensamientos y respirando hondo dándome "ánimos" y energía. Me dirigí al baño mirándome al espejo, notando mi estado deplorable.
Ojos hinchados a causa de las lágrimas, cabello despeinado cual niño de pájaros y maquillaje corrido. La almohada debía ser todo un lienzo de arte hecho con maquillaje.
Después de todo gracias al dolor en el pecho olvide incluso desmaquillarme o simplemente lavar mi rostro, pero ¿qué más daba? Solo quería dejar de sentir aquel dolor, odiaba sentirme así, y me odiaba por no dejar de pensar en ello. Felicidades Melisa, ahí van tus ánimos en picada.
Mi corazón era frágil cual cristal y, podía llegar a ser muy exagerada con los sentimientos, ahora más que nunca recordaba a mi madre diciéndome que esperaba me durara la dicha, porque cuando llegara la tempestad serian mis lágrimas la intensa lluvia que caería. Bastante profundo a mí parecer.
Suspire tomando una pequeña evilla y con esta llevar mi cabello hacia atrás, empezando a lavar mi rostro. Después de ello lave mis dientes, quedando un poco más "decente" y así bajar las escaleras, inclinándole un poco hacia adelante para poder percibir a Leo, quizás dando alguna vuelta por la casa, sin embargo esta se encontraba en un silencio total, donde solo se escuchaba el pasar de los segundos que marcaba el reloj que se encontraba en la sala. Al entrar a la cocina me encontré con el olor a café, demasiado suave para ser reciente. Leo ya no estaba. Solo me quedaba aquella corbata mal hecha y dejada con descuido sobre la mesa, sonreí ante ello.
Leo no sabía hacer su corbata, incluso fui yo quien le hizo el nudo para la fiesta de graduación, demasiado emotivo.
De nuevo el sentimiento de nostalgia, definitivamente debía arreglar las cosas, debía hacerlo, por el bien de ambos, por el bien de nuestra relación.
Mi apetito se había ido, así que no dude en encender la cafetera y tomar por lo menos un poco de café. Mientras pensaba en cómo arreglar las cosas el tiempo pasó prácticamente volando, ya me encontraba completamente lista, tomándome aquel café mientras me ponía el abrigo.
Solo esperaba ver a Leo pronto, entre más rápido arreglara las cosas, mucho mejor. Salí de casa tomando el primer taxi que pasó por allí y pensando en que tendría que cambiar, una simple disculpa no sería necesario.
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¡¡No me gustan las mujeres!!
Novela JuvenilMelisa, una joven con una vida común y corriente llega a trabajar en una empresa bastante conocida, en donde busca desempeñar adecuadamente sus estudios, su empresa soñada. Su vida siendo rutinaria pero definitivamente no aburrida gracias a su prome...