22. La Muerte

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Nota de Autor:
Frozen y demás personajes pertenecen a Disney. Esta es una obra de ficción y no es una historia apta para niños.

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Un corazón helado
por Berelince
22 La Muerte

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Elsa se estiró en la cama cuando despertó y se percató de encontrarse en su habitación, en Arendelle y no en algún punto del infierno como recordaba. Su primer impulso fue dirigir la vista al exterior. Un débil rayo de luz amenazaba con filtrarse por el resquicio de la ventana empañada y humedecida. Aún debían quedar unos minutos antes de la salida del sol. La muchacha se talló los ojos y exhaló un bostezo cargado de cansancio. Se levantó sólo para percatarse que no llevaba nada puesto en la parte superior de su cuerpo, por lo que se dio a la tarea de buscarse la bata para colocársela encima. La levantó de la alfombra y se la calzó, al tiempo que trataba de hacer memoria sobre los eventos que la habían hecho terminar ahí.

La muchacha chistó con molestia. No podía recordarlo.

Volvió la vista a su cama, tuvo que contener el impulso de gritar y de congelarlo todo.

—¡Dioses! ¿pero qué rayos? —exclamó para sí misma en un susurro sumamente agudo.

Había una joven desnuda en su lecho, una muchacha como de su edad de aspecto notoriamente extranjero con esa piel que se veía saludablemente bronceada y ese cabello castaño de aroma embriagante. Elsa le estudió las formas con suma mortificación. No tenía idea de su identidad, pero había despertado con ella en sus aposentos. La piel exhibía marcas de haber recibido atenciones demasiado apasionadas. La monarca se observó las manos temblorosas sin podérselo creer. Se llevó los dedos a su propio sexo confirmando sus temores... Definitivamente había dormido con ella.

Elsa se paseó nerviosamente con los brazos cruzados sobre el abdomen, ¿Qué se suponía que debía hacer? Estaba amaneciendo. Esconder sus poderes de hielo era una cosa, pero al menos cuando se había acostado con Kyla ella tenía la decencia de ya no estar ahí para cuando iniciaban las actividades del castillo. La muchacha en su cama parecía estar profundamente dormida. Elsa se acercó cuidadosamente para intentar despertarla.

—Oye...

La monarca casi saltó en su sitio cuando escuchó la llave destrancando su puerta. Se volvió, completamente aterrada, sujetándose la bata. Gerda estaba ahí llevando prendas limpias en las manos. La matrona aseguró la salida tras de sí, le dedicó una inclinación y dio los buenos días a su señora como si nada extraño estuviese ocurriendo.

—He de suponer que la pasó bien anoche —declaró la mujer colocándose las manos en la cintura, observó a la joven durmiente, enarcándole las cejas, meneó la cabeza como si su rubia señora simplemente no tuviese remedio.

—Ah... Bueno... Yo... —balbuceó Elsa apenadamente.

Su nana le chistó.

—No importa, niña, yo me encargo de esto —dijo desdoblando la ropa, mientras se acercaba a la joven desnuda para comenzar a vestirla—. No queremos armar alboroto justamente hoy, ¿verdad? —la recargó hábilmente sobre su regazo, pasándole las mangas de un blusón por los brazos. Se puso a abotonarla—. Entiendo si los eventos del día le han reblandecido el juicio, pero los dioses saben que la última doncella no fue muy discreta que digamos...

—¿La última? —exhaló la joven Arnadarl, enredándose las manos en el regazo.

Gerda la miró como si algo no estuviera bien con ella, echó un vistazo alrededor y pareció encontrarle perfecto sentido a todo cuando notó las copas y la comida dispuestas en la mesa.

Frozen Fanfic | Un Corazón Helado Donde viven las historias. Descúbrelo ahora