16. La Princesa De Repuesto

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NOTA DE AUTOR:

Este capitulo abarca los sucesos del capítulo anterior pero narrados desde la perspectiva de Anna. Lo cual llena algunos huecos sobre lo que sucedía afuera del drama de Elsa y Kyla.

Frozen y demás personajes pertenecen a Disney. Esta es una obra de ficción y no es una historia apta para niños.

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Un corazón helado
por Berelince
16 La princesa de repuesto

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Anna casi se cayó de la azotea de su torrecilla cuando vio a lo lejos la nave extranjera que cruzaba los muros fronterizos. Se columpió por una cuerda atada a la estructura y se metió a su cuarto hecha una exhalación. Chilló en una expresión de emoción poco contenida mientras se acomodaba el desordenado flequillo ante el espejo de su tocador. Se pellizcó las mejillas. No estaba muy al tanto de los asuntos del reino (como sin duda lo estaba su hermana) para saber los detalles del acontecimiento, pero le parecía alucinante la perspectiva de un barco parlamentario después de tanto tiempo.

Arendelle hacía años que sólo recibía y echaba a la mar naves mercantes, así que en ese momento la pelirroja princesa se sentía bulliciosa por la curiosidad.

Recordó (mientras se abotonaba el chaleco verde oliva), que la embarcación que había llevado a Kyla a puerto no fue una oficial y que pasó desapercibida totalmente incluso para el escándalo de los académicos; algo que sin duda formó parte de algún plan de la germana para mantener a Elsa ignorante de su llegada.
Anna se sonrió pensando en lo romántico que le parecía. Aunque también le vino a la mente comentarle a Elsa el enorme hueco en la seguridad de la guardia costera que esa acción había demostrado, porque, ¿Cómo una persona como Kyla podría haber pasado desapercibida?

No sólo porque era demasiado alta, sino que sus rasgos dejaban muy en claro que era extranjera. Imaginaba que incluso en Corona desentonaba por lo mismo, con ese cabello tan negro en donde siempre predominaba el rubio y esos ojos tan inusuales... Kyla nunca le había parecido enteramente germana, sino más bien mediterránea. Seguramente por eso pasó tanto tiempo en Grecia, se pensó Anna, observándose sus propias facciones tan nórdicas, mientras comparaba su respingada nariz con la de la sabia tan recta y clásica, se murmuró imitando ese gesto que hacía Kyla cuando juntaba las puntas de sus largos dedos y enarcaba las cejas mientras la violeta mirada gatuna observaba algo con suspicacia. La princesa se echó a reír celebrando su propia gracia. Era una imitación casi perfecta. Sólo le faltaba recrear ese tono burlón y con acento que poseía la morena, pero por desgracia no era muy versada en el idioma de Corona como para intentarlo; además tenía que reconocer lo bien que había trabajado Kyla con su inglés como para que sólo el alcohol, el entusiasmo o la falta de sueño le sacara sus pronunciados fonemas sureños.

Anna esbozó una tímida sonrisa mientras se pasaba un mechoncito tras la oreja.

Estaba segura que el noruego figuraba entre los idiomas que dominaba esa germana, y casi podía apostar a que Elsa habría sido el principal motivo para hacerlo.

A ella sólo se le daban bien el francés y el italiano y sólo porque le interesaban muchísimo aquellos lugares que anhelaba visitar algún día cuando se viera libre de aquel confinamiento en el que la mantenía su juventud; pero claro que eso obedecía a un interés muy personal. No se imaginaba cómo sería hacer ese tipo de esfuerzos por una persona simplemente por quererla.

Anna dio un par de saltitos hasta su cama y apretó entre sus dedos una novela romántica que había estado leyendo. Los protagonistas habían sido flechados al instante como si un rayo los hubiese alcanzado y sus galanteos escalaron rápidamente hasta que el conflicto lo suscitaron las personas que los rodeaban y se oponían a una relación de diferentes estratos sociales.

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