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Kara

—¿Y es atractivo?

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—¿Y es atractivo?

Fue lo único que logró preguntar la rubia al otro lado de la línea. Luego de haberle contado a Ivanna lo sucedido el día de ayer, no dejaba de interrogarme al respecto.

Puse los ojos en blanco ante su pregunta.

—¿Enserio? ¿Es lo único que vas a preguntarme?

—¿Qué? No tiene nada de malo sentir curiosidad.

Tomé una de las tazas que había acomodado anoche en la encimera de la cocina, y me serví un poco de café, aún con el teléfono apoyado en el oído.

—No, no me pareció para nada atractivo —le mentí. Tomé asiento en el pequeño mueble y me puse cómoda.

—Mientes, estoy segura de que es atractivo. Todos los coreanos lo son.

—Ivanna, te recuerdo que estás casada —enfaticé.

—¿Y? ¿Acaso eso impide que tenga este tipo de conversación con mi mejor amiga? ¡Vamos, descríbelo!

Exigió con cierta diversión.

—No lo sé Ivanna, el hombre ni siquiera es mi tipo. Es un completo idiota, mal educado y descortés. Y créeme, todo aquello le resta lo atractivo.

—¡Sabía que era atractivo! —gritó victoriosa, ante mi inconsciente confesión—. ¿Puedes tomarle una foto a escondidas cuando lo veas en el pasillo?

—¡Ivanna! —la reprendí.

En respuesta, lanzó una carcajada.

—¿Te parece divertido?

—La verdad si. Me parece muy divertido que hayas vivido un cliché de kdrama, el primer día de haber llegado a corea—respondió de forma burlesca—. Pero ya, no te seguiré molestando. Hoy estás muy sensible, mejor cambiemos de tema.

—Por favor —rogué. Sintiéndome un poco fastidiada por su bromita del kdrama.

—¿Qué harás para pagar la renta del apartamento? ¿Has pensando en algo?

Me preguntaba lo mismo, incluso antes de regresar a este país, estuve pensando en mil maneras de cómo ganarme la vida. El dinero que Ivanna me había prestado solo me alcanzó para pagar el depósito y el primer mes de renta. Y con lo que me había sobrado, si tenía un poquito de suerte, quizás podría alimentarme bien por las siguientes semanas.

—Buscaré trabajo, es lo único que puedo hacer.

—Si, pero no tienes a nadie allá, será difícil —me recordó.

Como si no lo supiera.

—No necesito a nadie, puedo salir adelante sola.

Se quedó en silencio por unos segundos, y luego habló.

Dos vidas: Un propósito (Novela cristiana) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora