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‼️Atención‼️
Este capítulo contiene escenas suicidas y depresivas, que para algunos lectores pueden resultar difíciles de leer.

Kara

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Kara

La realidad se encontraba frente a mí, tan cruel y despiadada como siempre. Esta era la razón por la que odiaba la felicidad. Porqué una vez que la dejaba entrar por una pequeña brecha en mi vida, un desastre ocurría más adelante, recordándome que aquella privilegiada emoción no era para los miserables como yo.

—Señor por favor, sólo deme una semana más. Le juro que encontraré trabajo y le pagaré.

El hombre robusto frente a mí, me mira con fastidio y niega nuevamente con determinación.

No cambiará de opinion, es obvio.

—Lo mismo me dijo la semana pasada. Le daré hasta mañana para que recoja sus cosas y se marche, de lo contrario me veré obligado a sacarla bajo una orden judicial.

Siento el nudo formándose en mi garganta. De pronto quiero vomitar.

—Por favor.

Le ruego en un hilo de voz. Y si no hubiese sido porque el hombre me da la espalda para desaparecer rápidamente por el pasillo, me hubiera arrodillado para rogarle que me diera más tiempo.

¿Y ahora que voy hacer?

Mi pecho sube y baja. Se me dificulta respirar, y las lagrimas están ahogándome. Estoy enfrentándome ante un ataque de pánico otra vez después de tanto tiempo.

¿Qué rayos he hecho para merecer esta miserable vida? ¿Qué hice para merecerme este castigo?

La puerta aún sigue abierta y yo sigo justo aquí parada en el umbral. Mantengo la mirada fija en el pasillo, con la esperanza de que el gerente del edificio regrese sintiendo lástima por mi.

Si, eso nunca pasará.

¿Acaso nací para tener la vida que dejé en California? ¿Nací para ser maltratada, humillada y aborrecida? ¿Porqué mi destino era este? ¿Porqué ahora cuando tengo la oportunidad de reiniciar mi vida, todo me sale mal?

No soy capaz de retener el sollozo que se me escapa. Cierro la puerta de golpe lo más fuerte que puedo, y entonces dejo salir todo lo que tengo dentro. Grito, pateando la pequeña mesa frente al sofá. No puedo ver con claridad. Todo está borroso debido a las lágrimas. Escucho el estallido de alguna botella que ha impactado contra el piso. Una botella de vino vacía de hace semanas, ahora solo era pequeños trozos de vidrios esparcidos por el suelo.

Siento rabia, cólera, dolor. Una mezcla entre decepción y desesperación por lo injusta que ha sido la vida conmigo. Con la poca voz que me queda vuelvo y grito a todo pulmón. Me importa un pepino que los vecinos me escuchen, de todas formas ya no serán mis vecinos. Y si el gerente del edificio llama a la policía para sacarme de aquí justo ahora, estaría feliz. Al menos en la cárcel tendría un techo y una cama, dura e incómoda supongo, pero la tendría.

Dos vidas: Un propósito (Novela cristiana) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora