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Kara

Vergüenza

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Vergüenza.

Eso era justamente lo que sentía después del numerito que había armado la anoche anterior frente a la puerta del vecino a consecuencia del alcohol.

—¡Todo esto es culpa tuya! —le reproché a la botella de vino vacía sobre la mesa.

Lo peor de todo es que después de haberle contado a Ivanna lo que había sucedido, abrí los ojos completamente respecto a algo. No podía ser enemiga de ese hombre. Debería al contrario tratar de ganarme su amistad. Según Ivanna, las personas extranjeras encuentran trabajo más rápido si tienen a alguien que las ayude.

Ella tenía razón, pero yo lo había arruinado todo.

Solo me quedaba una alternativa, tenía que disculparme con él, pero creo que con palabras no sería suficiente. Había pensado en una brillante idea. A los hombres les encantan las mujeres que cocinan delicioso, y a mi se me daba bastante bien la gastronomía. No es como que quisiera "encantarle" al vecino, pero sí quería que él me perdonara por mi estúpido comportamiento.

Y quizás, con un poquito de suerte entablaríamos una bonita amistad y el me ayudaría a encontrar un empleo. ¡Pan comido!

Busqué en YouTube recetas típicas coreanas, y me puse manos a la obra. Luego de varios minutos que me parecieron eternos, mi Gyeranmari estaba listo. Lo empaqué con delicadeza, y antes de salir del apartamento inhalé y exhalé varias veces, para reunir valor.

—Puedo hacerlo —me animé, antes de tocar su puerta.

Todo mi valor se fue por el retrete cuando él abrió la puerta. Su cabello estaba mojado, al parecer había salido recientemente de la ducha. Varias gotitas de agua resbalaban en su frente y reposaban en el comienzo de su nariz, al igual que ayer traía puesto unos lentes que probablemente los usaba para leer. Jamás había conocido un hombre que se viera tan atractivo usando lentes de anciano.

—¿Tiene alguna otra queja? ¿Algún otro insulto que olvidó decir anoche? —preguntó, con esa voz ronca y apacible. Se cruzó de brazos y apoyó su espalda en el umbral de la puerta sin dejar de mirarme, expectante.

De pronto sentí que no podía articular ninguna palabra. Su atractivo perfil estaba desconcentrándome y quise abofetearme para recuperar la cordura.

Miró a la lejanía del pasillo y luego me miró nuevamente.

—Se lo volveré a preguntar, ¿Se le ofrece algo o tiene alguna otra queja?

Aterricé por completo en tierra firme luego de haberlo escuchado decir aquello. Carraspeé mi garganta sintiendo el calor apoderarse de mis mejillas, que posiblemente estaban ruborizadas.

—Yo quería...disculparme —logré tartamudear inútilmente—. Por lo de anoche, en realidad no soy así. El alcohol me pone un poco...dramática.

¡Tonta! ¡Tonta! ¿Acaso no podía decir algo mejor?

—¿Un poco? 

—Muy...muy dramática.

Esto era realmente humillante. Erguí mi espalda y me paré derecha. Recogí mi orgullo del piso, y decidí irme directo al grano.

—Le preparé esto como una muestra de mis disculpas.

Analizó detenidamente el paquete de vajillas que sostenía en las manos. Frunció su ceño y subió la mirada hasta mi rostro.

—No puedo aceptarlo —soltó sin vacilar.

¿Acaso había escuchado bien? ¿Lo rechazó así sin más?

De pronto sentí como mis hombros se tensaban y me obligué a relajarme para no tirarle la comida en la cara.

—¿Porqué no?

Relajó su postura y dio unos pasos hacia adelante, quedando a una distancia prudente de mí.

—No la conozco. No puedo comer lo que una desconocida ha preparado para mí.

Mordisqueé mi labio inferior. Y me obligué a controlar las ganas de decirle todas las groserías que se me vinieran a la cabeza.

—Te pido por favor que lo aceptes. Me esforcé mucho haciéndolo.

Y también gasté gran parte del poco dinero que me quedaba.

Sus facciones cambiaron. Me miró por unos segundos a los ojos, haciéndome sentir algo inquieta, su mirada realmente me ponía nerviosa.

—Mi hermano vendrá en un rato, supongo que a él le gustará —dijo, tras arrebatarme las vajillas de las manos.

Me entraron ganas de arrebatárselas de vuelta. Era un completo idiota.

—Entonces...¿Me disculpa? —pregunté entre dientes, apretando los puños.

Se quedó en silencio por unos segundos, sin dejar de mirarme. Hoy me caía peor que ayer.

—Supongo —finalmente respondió con desgana.

¡No lo soporto!

—Bien, entonces ya...debo irme —dije, con intenciones de darme la vuelta antes de que no pueda controlar mis impulsos. 

—Espere —me llama, haciéndome voltear hacia él nuevamente—. ¿Cuál me dijo que era su nombre?

—Kara, Kara Miller.

Esbozó una sonrisa de boca cerrada, que no me pareció para nada amistosa, y luego habló.

—De acuerdo Kara. La próxima vez que vaya a emborracharse, procure no volver a tocar mi puerta.

Y dicho esto, entró al interior de su apartamento dando un portazo, sin siquiera haberme dado las gracias por el Gyeranmari.

Respiré profundo tratando de calmarme, pero no podía. Sentía que iba a estallar. Quería patearle la puerta hasta hacerle un agujero. Quería romperle la cara, era un verdadero cretino.

Además, ¿Qué edad tenía para comportarse de esa manera tan inmadura? Por su apariencia parecía mayor que yo. Y si, quizás yo me había comportado como una inmadura anoche, pero vamos, nunca en la vida había tomado tanto vino. En mi defensa, el vino tenía toda la culpa.

Entré furiosa a mi apartamento, descartando definitivamente la idea de ser amiga de ese idiota.

Buscaría la ayuda de alguien más. Aunque eso implique tener que tocar puerta por puerta en este edificio hasta encontrar a un vecino simpático, lo haría.


Espero que les haya gustado el capítulo

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Espero que les haya gustado el capítulo. No olviden dejar sus comentarios. Me encanta leerlos. 🤗

La relación entre Kara y Sungho parecerá un poco tóxica, pero en realidad sólo son personas rotas con heridas que necesitan ser sanadas. Así que mírenlo por ese lado. 😊

Dios les bendiga. ❤️

Dos vidas: Un propósito (Novela cristiana) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora