18

1.6K 122 43
                                    




Kara

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Kara


Bipolar.

Esa era la palabra exacta para describir a Sungho. El hombre ha sido así desde que lo conocí, pero por muy increíble que lo parezca sus cambios radicales de humor han empeorado éstos últimos días.

Y como consecuencia, la amistad que ambos habíamos comenzado a construir poco a poco se desvanecía.

Hace una semana había iniciado una rutina, que consistía en despertarme todas las mañanas antes que él para prepararle el almuerzo que se llevaría al trabajo, y aunque estaba consiente de que él nunca me pidió que hiciera aquello, yo quería hacerlo. Porque sentía que era la única manera de compensarle todo lo que estaba haciendo por mí.

Los primeros días se opuso. Me dejó claro gentilmente que no era necesario que lo hiciera, pero tras mi insistencia, terminó cediendo.

La paz parecía estar reinando entre nosotros.

Estábamos llevándonos bien hasta que se distanció, justo como al principio. Llegaba de trabajar y ni siquiera me hablaba, no se llevaba el almuerzo que le preparaba en la mañana, tampoco desayunaba, ni cenaba conmigo.

Estaba distanciándose y yo no entendía porqué.

Es decir, no es que estuviera esperando ningún gesto afectuoso de su parte, pero por un momento llegué a pensar que estábamos formando algún tipo de vínculo amistoso, que a pesar de no conocer muchos detalles de nuestras vidas privadas, sentíamos como si nos conociéramos de toda la vida. Como si supiéramos todo el uno del otro aunque así no lo fuera.

Nuestras largas pláticas cuando regresaba de su trabajo ameritan lo que digo, estábamos muy lejos de sentir aburrimiento o fatiga cuando conversábamos. Era como si cada tema nos envolviera en una atmósfera de confortabilidad e interés que no queríamos parar de hablar. El tiempo pasaba demasiado rápido, sin siquiera darnos cuenta.

Había una conexión entre nosotros imposible de ignorar.

O quizás yo lo sentía de esa forma, nunca tuve a nadie más con quien hablar que no fuese mi amiga Ivanna, y con ella nunca podía hablar lo necesario, nunca pude desahogarme del todo sino hasta que logré escapar de aquella tortura en la que solía vivir. Ahora es distinto, siendo libre como lo soy, viviendo bajo el techo de un desconocido que ha sido más amable conmigo que cualquiera que haya estado presente en mi vida, todo se sentía distinto.

La oscuridad que abriga mi mente se está esfumando poco a poco. Las mañanas ya no son tan lamentables, pues mi motivo para despertar es prepararle el almuerzo a él. Por las tardes me dedico a escribir mi libro, y debo resaltar que últimamente he sentido más inspiración que nunca, y quizás sea porque Sungho había elogiado mi trabajo.

Me había dicho lo que por tanto tiempo anhelaba escuchar, pero que nadie nunca me había dicho:

Tendrás éxito, Kara. Eres una brillante escritora.

Dos vidas: Un propósito (Novela cristiana) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora