CAPITULO VIII

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Entre a mi trabajo, pase toda la mañana de un lado para otro. Eran las 2:00 de la tarde y ya me sentía agotada como si hubiese pasado todo el día, hoy realmente ha sido un día pesado. Así que Jane y yo nos armamos de valor para pedir el resto de la tarde, gracias al cielo acepto.
- Nos vemos mañana Jane –nos despedimos con un beso en la mejilla. 
- Iré a comer con las demás chicas ¿no vienes? –pregunto Jane.
- No, mañana será, hoy solo quiero llegar a casa… -le dije perezosa.
- Esta bien –sonrió, se dio la vuelta y se fue con las demás.
La verdad es que no me sentía tan cansada como para no ir, pero aun así quería un poco de tranquilidad después de toda esta mañana atareada. Estaba a punto de cruzar la calle para llegar a casa, pero un automóvil negro con vidrios polarizados se detuvo frente a mí. 
- ¿Pero qué mierda? –dije un tanto asustada.
Bajaron el vidrio del copiloto, y apenas pude ver un segundo el rostro perfecto y perturbador de Justin.
- Hola ___ ¿tenemos algo pendiente, no? –dijo pícaro.
- ¿Qué? –bufe.
- Unas clases de natación, así que entra –me abrió la puerta del copiloto.
- No voy a subir –negué.
- ¿Quieres que te haga subir? –me advirtió.
- No lo harás –lo desafié.
De una sola maniobra salió de su auto y me subió sobre sus hombros, en menos de un segundo ya me encontraba dentro de su auto. ¡Como mierda hizo eso!
- Bájame –le grite. 
Pero fue en vano, ya que puso el seguro y arranco. Siguió su camino 
“Por lo menos en la mansión estará mi madre” pensé.
Pasaron los 20 minutos más largos de mi vida, en el auto de un hombre que apenas conozco. El cual intento besarme y matarme, debo estar demente. En todo el camino no dije una sola palabra, a veces el sacaba algún tema de conversación, pero solo contestaba con ‘si’ o ‘no’. Después de eso, me di cuenta que para nada conocía el lugar donde nos encontrábamos, había estado tan concentrada en mis pensamientos que no me di cuento hacia dónde íbamos. 
- ¿Dónde diablos estamos? –pregunte alterada. Se podía notar a simple vista el miedo en mi voz. El solo volteo hacia mí y sonrió, descarado.
- No te hare daño, a menos de que quieras que lo haga –carcajeo.
- No estoy jugando imbécil, a donde mierda me llevas. No se suponía que iríamos a nadar –le grito.
- Eso haremos –no paraba de reír. 
- No veo cerca tu casa –mire el alrededor.
- Nunca dije que nadaríamos allá, menos con tu madre allí.
Entro en una zona boscosa. Realmente mi corazón estaba palpitado rápido, sentí mis músculos tensarse y mi respiración entre cortada. Y por fin detuvo el auto.
- ¡Sal! –me ordeno. Si que era un caballero, idiota.
Le hice caso y salí del auto, a unos cuantos metros podía ver una pequeña casa, nos dirigimos hacia allá. Abrió la puerta, y quede totalmente impresionada, era engañosa. Lo que podía ver eran algunos candelabros colgados, se veían carísimos, pinturas en las paredes, y al fondo una enorme puerta. La abrió y se lograba ver el jardín, con una piscina, varias sobrillas clavadas en el pasto, y algunas sillas para tomar el sol.
- Toma esto –me extendió la mano con el bikini que mi madre había comprado para mí.
- ¿De dónde lo sacaste? –pregunte confundida.
- Estaba en la cama de tu madre –sonrió- puedes cambiarte adentro.
Lo tome y entre a la casa, comencé a desvestirme. Sin siquiera darme cuenta de mis actos. Estaba desvistiéndome en una casa en medio del bosque, de un hombre que apenas y conozco. El cual intento besarme a la fuerza y después tentó contra mi vida, estaba claro que la completa idiota aquí, era yo. Cuando termine de colocarme el traje, le di un pequeño vistazo a mi celular, eran apenas las 3:00 de la tarde. Lo volví a guardar en mi bolso y salí al jardín, el estaba sentado en la orilla de la piscina con unos bóxers en color blanco, los cuales le sentaban a la perfección. 
- Hola –le dije seria. El volteo de inmediato y salió de la piscina.
- Te queda muy bien –me sonrió pícaramente.
- Hagamos esto antes de que me arrepienta –bufe.
- No queremos eso, así que empecemos –sonrió.
Me tomo entre sus brazos y dio un salto al agua, entramos hasta el fondo, quedándonos ahí por algunos segundos, hasta que comencé a mover mis manos para poder salir, el me ayudo a hacerlo. Sentí de nuevo el aire entrar a mis pulmones.
- ¿Por qué te gusta asustarme? –dije aun agitada.
El solo me miro fijamente, podía ver la chispa de deseo en sus ojos. Su erección estaba presionando en mi vientre, y su respiración al igual estaba entre cortándose, tan solo unos segundos más hicieron falta para que me besara. Al principio me negué empujándolo lejos de mí, pero después de un tiempo fue inevitable negarle la entrada a mi cavidad bucal.

"No estar a la altura"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora