CAPITULO XVIII

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Desperté la mañana siguiente exaltada, una capa de sudor cubría mi rostro. Una pesadilla había interrumpido mis sueños, me gire para ver el despertador que marcaba las 8:00 de la mañana. Di un respiro hondo para tratar de estabilizar mi respiración, la cual estaba agitada. La maldita pesadilla me había traído recuerdos de mi tío Gary y mi padre juntos en la playa de Santa Mónica, un paro cardiaco termino con la vida de mi tío en tan solo segundos, lo vi caer en la arena, muchas personas comenzaron a juntarse a su alrededor, mi padre quien se encontraba en el agua, vio a lo lejos al grupo de gente. Corrió hacia ellos para ver qué es lo que pasaba, el ver a su hermano tirado en la arena lo hizo perder la respiración por varios segundos, cuando por fin logro reaccionar se giro a verme, comenzó a gritar que todo eso había sido mi culpa, me bofeteo frente a toda la gente, me insultaba, su rostro se veía lleno de rabia. El golpe de la puerta me saco del recuerdo de aquella pesadilla.

- Buenos días cariño –mi padre asomo la cabeza por la puerta.

- Buenos días papá –sonreí.

El aun traía los ojos un poco hinchados y enrojecidos, debido a que seguramente había estado llorando. Me dolía tanto verlo de esa manera, el era un hombre demasiado fuerte, nunca lo había visto llorar, pero seguro que esto había sobre pasado sus límites. El se acerco a la cama y se tiro al lado mío.

- ¿Cuándo llegaste? –le pregunte acariciando su barba.

- Acabo de hacerlo –dijo desanimado- ¿Qué diablos te paso? –dijo mirando el golpe que traía en la mejilla.

- Oh… fue un golpe con la puerta –tartamudee.

- ¿Un golpe en la puerta? –dijo incrédulo.

-Sí, nada grave papa, ahora vemos a desayunar –conteste poniéndome de pie. Lo hale del brazo para que el igual lo hiciera.

Esto era demasiado difícil, pero tenía que encontrar maneras de mantenerlo distraído y por lo menos un poco animado. Solo me puse una chaqueta, encima de mi bata de dormir. Arregle mi cabello y lo hale del brazo para salir.

Pasamos toda la tarde viendo películas, Sara llego justo a la hora de la comida. Nos invito a salir a comer fuera, con tal de mantener ocupada la mente de mi padre aceptamos.

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Le di un beso en la frente a mi padre antes de irme, estaba profundamente dormido que ni siquiera movió un dedo. Salí de la casa Paul estaba esperándome en la puerta del auto, entre y de inmediato nos encaminamos a la mansión. En el camino no deje de pensar ni un segundo en mi padre, que estuviera en casa solo durante la noche me preocupaba, más como estaba en estos momentos. Tenía miedo que hiciera alguna tontería. Cuando llegamos me apresure para salir antes que Paul. Le di las gracias y entre.

Fui a la recamara de mi madre, tendió la mano para entregarme la lencería. Me la coloque, un toque de maquillaje, las plataformas y listo. No entendía para que era todo esto, al final terminaban sacando todo. Pero claro, no me andaría desnuda por toda la mansión. Alguien golpeo la puerta, mi madre esta vez la atendió, era Paul. Le dijo a susurros algo, no logre escuchar ni un carajo. Ella cerró la puerta y comenzó a cambiarse con ropa común.

- ¿Qué haces? –le pregunte extrañada.

- Me tengo que ir –dijo y tomo su bolso. Se acerco a mí y beso mi mejilla- Nos vemos luego cariño. –salió de la recamara.

¿Qué diablos había sido eso? Normalmente ella se quedaba aquí, era su “área de trabajo” por así decirlo. No se había como si nada y mucho menos con ropa como para ir al colegio. Un segundo golpe se escucho, abrí la puerta, apenas pude ver quién era, cuando Justin se abalanzo contra mí, posicionando sus labios contra los míos. Al instante le correspondí, su lengua recorría todos y cada uno de los rincones de mi cavidad bucal, era exquisito. Hasta que la poca coherencia que quedaba en mi me hizo reaccionar, me aparte de él.

- ¿Qué haces? –le dije aun con la respiración agitada.

- No creo que algo que no te guste… -dijo y dio un paso más hacia mí. Yo retrocedí.

- ¿Y Leah? No deberías estar con ella. –le conteste cruzándome de brazos.

- Ella que importa ahora –se acerco a mi- Paul me dijo lo que paso ayer con aquel imbécil –acaricio mi mejilla- Quiero recompensarte…

Un segundo basto para que todo en la atmosfera se desvaneciera, ahora solo éramos él y yo. Sus besos, sus caricias, hacían que me encendiera cual vil fogata. Me apretó contra su cuerpo, de manera que yo estaba pegada a la pared, podía sentir perfectamente que un bulto en sus pantalones comenzaba a formarse. Los besos iban aumentando de intensidad, con su mano recorrió todo mi cuello, mi clavícula, hasta llegar finalmente a mis senos. Los apretó levemente y masajeo por encima de la tela del sostén. Encamino sus manos a la parte de atrás del mismo y de un solo movimiento lo arranco de mi cuerpo, me mordí el labio al sentir sus labios chupar en la punta del pezón. Mientras que con una mano daba pequeños pellizcos en el otro.

"No estar a la altura"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora