Capítulo 16

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La había cagado, sabía que lo había hecho mal. Ya de por sí era propenso a mandar todo a la mierda, pero ahora se sentía culpable, arrepentido y sobre todas las opciones posibles, idiota. Sumamente idiota.
Desde que ingresó a la academia, su vida no hizo más que darle sorpresas, disgustos y enojos. Y, de todas esas, la única con la que sabía que no iba a poder lidiar por más que lo desease, fue el hecho de haberse enamorado. No se cansaría de pensar en un ''por qué a mí'' ''por qué él'' ''por qué tengo algo que no quiero en mi vida'' y un sinfín de cuestiones que no podía responderse a sí mismo. Ni conocer el hecho de que Deku poseyera particularidad le sorprendió tanto como el haberse colado por Todoroki. Era un sentimiento irracional, desesperante e irritante para el blondo. Le descolocaba por completo su raciocinio, haciendo que la masa de orgullo que era, temblase. Cambiando por completo cada rincón de su personalidad y ánimo, considerándolo, cuanto menos, negativo para su día a día. Y se acabó. Una vez quiso terminar con ello logrando su cometido horas atrás, sintió como si el héroe Nº 13 utilizase ''Black Hole'' contra él, convirtiendo todo su ser en polvo.
Sus lágrimas no cesaban de brotar cada vez que recordaba cómo se había comportado con Todoroki, quizá excesivamente mal, pero ahora nada ni nadie podía hacerle volver atrás y, por ende, las horas seguían avanzando, las agujas del reloj cada vez eran más crueles, puesto que al día siguiente debía volver a clase. Debía, ya que no tenía pensado hacerlo y al posterior era festivo.
Fruto del cansancio provocado por pasar largos minutos llorando, se predispuso a acostarse en la cama. Quizá dormiría o quizá no, le daba igual. Ya pondría alguna excusa para no asistir a la academia aunque su figura materna le gritase por ello.
Ni se molestó en recoger el teléfono que aún yacía en el suelo, solo quería dormir para olvidar lo que había liado él solo.
Pero nada es eterno. Uno debe despertar de su sueño, unos más relajados y otros entre gritos, como el caso de Bakugō.
Su madre entró a la habitación a voces, sabía que el jovencito llegaba tarde a clase, pero inclusive ella se sorprendió del tono del susodicho. Calmado, desganado y sin voltearse para verla y soltarle alguno de sus peculiares chillidos.

-Déjame. No me encuentro bien, por lo que paso de ir a la mierda de academia -soltó.

Mitsuki se acercó para comprobar el estado de su hijo, tendiendo la mano en dirección a la frente impropia, pero el camino fue interrumpido por un suave golpe de diestra de Katsuki.

-No tengo fiebre, solo es malestar. Ahora lárgate y déjame dormir -masculló.

La fémina frunció el ceño, sin pronunciar palabra. Los días previos había notado una actitud un tanto distinta por parte de su hijo, es más, fue una de las conversaciones con su marido en alguna que otra cena en la que el blondo no probó bocado y se limitaba a encerrarse en su habitación.
No quería sacar conclusiones de más, no quería hablar por hablar, simplemente se fue del cuarto, dejando al ''adolescente en la edad del pavo'' descansar. No sin antes mirar de reojo la figura del de orbes carmesí con preocupación antes de cerrar la puerta. Pensando, tal vez, en hablar con Inko Midoriya para pedir consejo en caso de que el extraño comportamiento de su propio hijo fuese en aumento.

Como madre, obviamente estaba preocupada, pero no era la única. En cuanto la clase dio comienzo, todos centraron la mirada en el pupitre de Bakugō, pues su ausencia se notaba en demasía. Sumando que no era habitual en él faltar a clase y mucho menos después de sus cambios repentinos de actitud.

«Kacchan... Qué te habrá pasado...» pensó una y otra vez el de orbes color esmeralda casi sin atender las clases de la mañana.

Kaminari Denki, Sero Hanta, Uraraka Ochako, Iida Tenya y Eijirō Kirishima, se acercaron al de hebras verdosas para comer juntos en el descanso. Era hora de hablar en grupo sobre Katsuki Bakugō, el gran ausente del día.
Todos se miraron los unos a los otros, centrando después la mirada al pecoso. Sospechando, el susodicho, el motivo de dicha reunión a la hora de comer.

-Midoriya... Nos gustaría que hablásemos todos. Al menos, por hoy, este pequeño grupo -empezó Kirishima.

El nombrado se sintió ligeramente incómodo, pero era una situación que veía venir, sobretodo hoy. No iba a negarse a hablar, era el que más conocía a Bakugō de los presentes, pero los nervios estaban a flor de piel y, tras los primeros vocablos de Eijirō, lo único que fue capaz de hacer fue asentir con la cabeza.

-Creemos que le pasa algo desde hace unos días y... Bueno. Tú eres su amigo de la infancia por lo que tal vez sepas qué le ocurre -continuó Sero.

«Días dice...» pensó antes de responder:

-Bu-bueno... Kacchan no es de hablar demasiado, así que... no sé qué os pued...

-Deku, por favor. Confía en nosotros, solo queremos ayudar... -interrumpió la castaña, centrando sus irises en el adverso.

El citado centró la mirada en el bol de arroz, no sabía cómo salir de la le habían montado sus propios compañeros de clase. Con buenas intenciones, pero él no podía hablar demasiado. Por el bien de Bakugō y el suyo mismo. La muerte, si decía alguna cosa de más, podría ser terrible y dolorosa.

-¡Y-ya lo sé! Claro que confío en vosotros... Pero debe ser Kacchan quién hable... Por favor, entended mi posición aquí... -balbuceó cerrando los ojos con fuerza.

Todos volvieron a mirarse, dando paso a Iida para que hablase con mejor calidad.

-Somos compañeros y amigos, claro que entendemos tu postura, tu posición, pero también debes entendernos a nosotros como grupo preocupado por otro alumno. Si hablamos contigo no es para que nos cuentes al detalle la situación de Bakugō y más si eres a la única persona que le ha confiado la misma. Lo que queremos que nos digas en qué te podemos ayudar y qué podemos hacer por él. No que cargues tú solo con, no solo lo propio, sino que además cargas con el malestar de un amigo. Queremos ser como pilares que te apoyen y ayuden a Katsuki Bakugō a hacer que, pase lo que pase por su mente, sea más llevadero. Todos nos damos cuenta de tus murmullos referentes a él en clase, Midoriya... Por eso estamos aquí contigo. Queremos ser héroes y, ser eso no solo significa luchar en la calle contra villanos. También significa tender la mano a los más cercanos.

Todos asintieron ante las palabras de Iida, dichas con notoria seriedad en el tono. Incluso Izuku entendió el punto del portador de gafas, así que se tomó unos segundos analizando qué podría decir ante la incertidumbre de sus compañeros.

-Está bien... Digamos que hay un... una... -no sabía ni cómo empezar-. Una etapa en la vida de Kacchan que no sabe afrontar.

En cuanto dijo eso, la preocupación del grupo aumentó, así que antes de seguir, sacudió las manos con el ademán de negar cualquier pensamiento negativo del resto.

-¡N-no es nada grave! -aclaró-. Solo que eso... Le desanima bastante.

Si tenían que ser sinceros, no entendían nada, hecho que se notaba en los rápidos parpadeos de cada uno.

-¡¡P-p-perdón!! No sé cómo... puedo explicar esto sin que se me entienda mal... De veras, lo siento... -comentó, posando ambas manos en la propia sien.

-No te disculpes, Midoriya... Eres alguien increíble. No me extraña que Bakugō te haya elegido a ti para contar sus preocupaciones -sentenció Kaminari, esbozando una amplia sonrisa en el rostro.

-¡YA LO TENGO! -Manifestó Uraraka alzando la diestra con entusiasmo-. Si Bakugō se siente triste, cuando vuelva, ¡tenemos que animarle como podamos! Incluso si se enfada sería bueno... creo -dudó por un momento.

-¡Claro! Si hacemos que su día a día sea más entretenido, logramos que se distraiga, ¡quizá volveremos a tener al cascarrabias en clase como era antes! -dijo Sero, golpeando el puño en la palma de su mano.

-¿Y si le proponemos alguna salida? -cuestionó Ochako.

Midoriya parpadeó repetidas veces, escuchando incrédulo a sus compañeros, de verdad que se sentía afortunado de la clase a la cual pertenecía.

-Chicos... -musitó, alegre de ver cómo todos ponían de su parte.

Izuku sonrió y, mientras siguieron hablando, terminaron de comer. Tenía decidido ir a ver a su amigo de la infancia en cuanto terminasen las clases prácticas de la tarde.

Te echo de menos, idiota (hiatus)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora