—Por favor, tiene que seguir las instrucciones señora Dennise, no quiero verla tan pronto por aquí, en el hospital —el doctor nos brindó una sonrisa.
—Haré lo posible doctor, a mí tampoco me agrada la idea de estar de nuevo aquí y dejar a mis hijos solos —mi madre respondió mientras terminaba de abrocharse su suéter.
—Por favor Marion, tiene que seguir las instrucciones al pie de la letra, tomar sus medicamentos y evitar que se preocupe, angustie o reciba noticias fuertes, ¿sí? —se dirigió a mí en un susurro mientras yo afirmaba con el rostro.
—Me encargaré de ella, doctor —le respondí y ayudé a mi madre a caminar, ella podía hacerlo sola, pero aún así el sentirse apoyado por alguien suele resultar reconfortante.
—Muchas gracias, doctor —mi madre agradeció cuando salimos de la habitación en la que se había encontrado los últimos dos días.
—No es nada —respondió y se despidió de nosotras con una sonrisa, antes de irnos yo le susurré un último gracias, después de todo había salvado a mi madre.
Salimos del hospital y nos dirigimos al taxi que nos estaba esperando, mi madre dudó por unos segundos.
—Podemos irnos caminando, Marion —me miró—. No hay necesidad de gastar dinero en un taxi.
—Madre —respondí y me giré a verla a los ojos—. No es por nada, pero tus hijos están ansiosos de verte y si nos vamos en taxi es obvio que llegaremos mucho más pronto, ¿a caso no decías que ya querías ver a tus hijos?
Ella aún me miraba dudosa ¡y estaba en todo su derecho! Sabía a la perfección que no contamos con tanto dinero, si de por sí gastamos ya una buena cantidad en el hospital y los medicamentos como para seguir gastando lo que no tenemos en un taxi, pero no podía arriesgarme a que le pasara algo por haber caminado grandes tramos nada más salir del hospital, y en primer lugar se encontraba su bienestar, ya después veremos que podemos hacer para salir de las deudas.
—Está bien —suspiró derrotada y se adentró al taxi—. Todo sea por ver a mis tesoros.
Sonreí y le dí un pequeño beso en su mejilla, al final de cuentas sabía como convencerla, sus hijos eran su debilidad.
[ . . . ]
—Es un gran alivio que la señora Dennise ya se encuentre en casa, por lo menos ya está con ustedes —miré a Sherlyn, su cabello rojizo se encontraba suelto y ella luchaba por quitarse mechones que obstaculizaban su vista, el viento de hoy estaba fuerte.
—Preguntó por ti cuando llegó a la casa, se le hizo muy extraño el no verte —respondí con una sonrisa, era gracioso ver cómo no podía contra su propio cabello.
—Ni loca podía estar en el mismo lugar que esa tal Kelly, maldita rubia ofrecida —respondió enfadada.
—¿Ofrecida? —pregunté confusa y ella asintió con el rostro.
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Abaddon, el lugar de perdición
ChickLitTodo el sexo masculino que habita en Los Ángeles, California, ha escuchado de Abaddon, y más aún de aquella bailarina exótica que lleva a cualquier hombre a la perdición, mejor conocida como la Diosa Hestia. Una mujer de piel morena y cabellera negr...