—Buenos días —saludé a la jefa de enfermeras que se encontraba en urgencias, ella se giró a verme.
—Buenos días, Kane —respondió, bajó su mirada a las carpetas que llevaba en las manos, escogió una y después me la dió—. Estarás al pendiente de este paciente, cualquier cosa que le suceda no dudes en llamar a la doctora encargada.
—Por supuesto —respondí tomando la carpeta en mis manos, ella no dijo nada más y se retiró.
Miré a mi alrededor buscando alguna señal de Emma, pero no se veía por ningún lado, así que sin más me dirigí a mi labor.
Miré la carpeta que llevaba en mis manos, leí el nombre del paciente, al hacerlo sentí un ligero escalofrío en mi cuerpo «Abdiel Henderson». De nueva cuenta me haría cargo del paciente que había tenido ayer.
Al llegar a la habitación, me adentré, en ella se encontraban dos personas más junto al paciente, por sus rasgos podía apostar a que eran los padres de mi paciente.
—Disculpen —los padres se giraron a verme—. No quisiera interrumpir pero tengo que aserciorarme de que todo esté bien.
—¡Oh! No hay problema alguno, linda —respondió la señora con una sonrisa cordial.
Asentí con el rostro y me dispuse a checar sus signos vitales.
—Parece ser que todo está bien —el señor comenzó a decir mientras hacia mi trabajo, no quería escuchar conversaciones ajenas, pero en esa situación me parecía algo imposible—. Llegamos a un acuerdo con los causantes del accidente.
—Siento que pasara esto y más con lo que tienes que lidiar dentro de una semana —respondió el paciente, lo miré de reojo, pareciera que se encontraba mucho mejor—. ¿Quién se hará cargo de los asuntos que me habías encargado?
—Tu padre y yo acordamos que lo mejor será que él se quede aquí, mientras yo puedo ir a Nueva York a hacerme cargo de los asuntos que tú te harías cargo —su madre se acercó a él mientras tomaba una de sus manos—. Estamos seguros que te recuperarás pronto, y que lo puedes hacer solo; tú padre se encargará de ayudar a su amigo y después lo llevará a Nueva York.
—Nuestra decisión es que cuando logres tu recuperación, te hagas cargo de la empresa aquí, creemos que puedes hacerlo, al final de cuentas eres un Henderson —el señor dijo con orgullo, más recibió una llamada y se disculpó con su hijo—. Te quedas por el momento con tu madre, tengo que hacerme cargo de unos asuntos. Recuperate pronto, hijo mío.
Su padre se acercó a él y le dió un apretón de manos, su madre se acercó a susurrarle algo a su hijo y salió junto a su esposo. Revisé todo lo que tenía que hacer y supe que necesitaba su medicina, me dispuse a prepararla en completo silencio. No pude negar que por algún motivo me puse nerviosa al escuchar la puerta cerrarse y darme cuenta que me encontraba completamente sola con el paciente.
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Abaddon, el lugar de perdición
ChickLitTodo el sexo masculino que habita en Los Ángeles, California, ha escuchado de Abaddon, y más aún de aquella bailarina exótica que lleva a cualquier hombre a la perdición, mejor conocida como la Diosa Hestia. Una mujer de piel morena y cabellera negr...