—¿Sabías que en la escuela soy el mejor de la clase? Soy muy inteligente y la maestra me felicita muchas veces. Mamá me dijo que voy a llegar muy lejos, y yo me siento feliz si mi mamá lo es, ¿tú lo estarías? —preguntó mientras me miraba con aquél par de ojos miel.
—Por supuesto que sí, Gab —una sonrisa se formó en mi rostro—. Me sentiría muy feliz y orgullosa de que algún día llegues lejos, que llegues a ser un gran profesionista.
—Quisiera ser veterinario —en sus ojos apareció un brillo peculiar—. De grande voy a ser veterinario, hermana, es lo que quiero.
—Serás lo que tú quieras ser hermanito —revolví levemente su cabello negro con cariño—. Nosotros te apoyaremos en lo que podamos. Y si quieres ser veterinario, no nos opondremos a ello, y de mi parte nunca te va faltar apoyo.
—Voy a trabajar mucho, Marion, para que un día tú y mi mamá no tengan que hacer nada, yo voy a conseguir dinero para ustedes —en ese momento él se acercó con rapidez y me rodeó con sus brazos.
Aquél gesto me tomó por sorpresa, mucho más al escuchar las palabras que dijo, fue por eso que tardé un par de segundos para devolverle aquél abrazo.
Me sentía orgullosa de Gabriel, me sentía orgullosa en sí de mis hermanos, porque a pesar de todo lo que hemos pasado, han salido adelante, supieron ir por un buen camino, tratando siempre de cumplir con sus deberes, tratando de ayudar en lo que pudieran a nuestra madre, y también, a mí.
Posiblemente al que más le ha costado es a Jacob, en la escuela sus calificaciones no son excelentes, pero siempre trata dar lo mejor de sí, y en cuanto a las labores de la casa, también le han costado, pero al menos lo hace con el corazón.
—¿Estás listo, Gabriel?
Mi madre se acercó hasta nosotros, mirando fijamente al pequeño, detrás de mi madre se encontraban los mellizos; Jacob y Susana. Gabriel al escuchar a mi madre asintió con el rostro en forma de respuesta.
—¿Van a salir? —pregunté con curiosidad.
—Sí —afirmó mi madre mientras miraba a Gabriel—. Le prometí a los tres que saldriamos a dar un pequeño paseo por el parque después de entregar el encargo que tenía.
—¿Tienes...? —la pregunta se quedó al aire cuando noté su sonrisa.
—No te preocupes hija, aun tengo algo de dinero que me diste de la semana pasada —respondió con seguridad, aún así, no me convencía del todo.
—Bueno, no importa —me acerqué a ella y le di algo del dinero que había ganado la noche anterior—. Toma esto, porque con esos tres que llevas, el dinero nunca será suficiente.
—No es necesario hija, yo...
—Claro que es necesario —dije interrumpiendola y negándome a recibir el dinero de vuelta—. El dinero nunca está de más.
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Abaddon, el lugar de perdición
ChickLitTodo el sexo masculino que habita en Los Ángeles, California, ha escuchado de Abaddon, y más aún de aquella bailarina exótica que lleva a cualquier hombre a la perdición, mejor conocida como la Diosa Hestia. Una mujer de piel morena y cabellera negr...